jueves, noviembre 21, 2024

“40 y 20”, más allá de José José, para darle tiempo al tiempo

Por Alfonso Tejeda

Si en El Triste José José mostraba fuerzas para “saborear su dolor”, en “La nave del olvido” rogaba aquella compasión para impedir un abandono que se le hacía insoportable y lo llevaría por un naufragio para el que estaba incapacitado, y cuyas consecuencias advertía como el desastre en que terminó su vida, pese a las expectativas iniciales.

Ni la virtud de conocer el tiempo, ni el haber conocido el amor mediante unos divinos ojos, “El Pepe Pepe” -como también le llamaban- se auto resistió ante la tentación de la chocante realidad de convivir en una desigual relación entre un hombre de 40 años con una joven de 20, título de otra de sus canciones en la que resta importancia “a lo que diga la gente”, que en este aquí y ahora sí importa.

Importan esos números porque el primero es recuperado desde el dolor que hace 40 años sembrara en el país la implementación de una reforma económica que llevó al pueblo a las calles en una protesta desde entonces jamás igualada, ni por su alcance ni por sus consecuencias, muchas de estas últimas aún sin tasar.

Ahora que se ha abortado otra reforma que muchos temían pudiera desatar “demonios”, y que otros soñaran que se pudiera descarrilar tanto la economía que la hiciera incontrolable, apreciación que apunta a fijar la mirada en 20 de esos 40 años transcurridos, los que hoy acusan a sus protagonistas de ser “mentiras, puras mentiras” y los inhabilitados para “mirar de frente”.

Y es que, de esos 20 años, la mitad de ellos convocaron a esos protagonistas a hacer lo que ahora se pretende, pues fue en el 2010 cuando se estableció la disposición de implementar una reforma fiscal, que si entonces la responsabilidad hubiese apuntalado esa decisión por encima de la conveniencia política del momento, hoy fuera otra la historia.

Porque esa es parte para contar en la traumática historia de las reformas fiscales y de la entereza y la responsabilidad con y cómo se han establecido, para hacer de las mismas los instrumentos de desarrollo y de justicia social que se pretende que sean en procura del bienestar y la dignidad para y de los dominicanos/ as que confían en quienes eligen para esa y otras tareas.

Aquellos acontecimientos de hace 40 años, hoy rememorados como una fatalidad condenatoria a quienes ahora pretenden superar las perversas irresponsabilidades de 20 años en los que las “fiestas” eran exclusivas para familiares y allegados, les advierten que “la nave del olvido no ha partido”, que hay que “esperar un poquito más” porque es de sabio darle “tiempo al tiempo”.

 

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