Por Omar Santana
Las calles de la República Dominicana no solo están marcadas por los largos tapones y el calor de sus tardes, sino también por una sobra silenciosa: el miedo a ser atracado. Este sentimiento no es una abstracción; está presente en cada puerta cerrada al caer la noche, en cada joya que permanece guardada en un cajón, y en cada ruta evitada.
Según la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR), cuyos datos fueron publicados el pasado 20 de diciembre de 2024, el 66.5% de los dominicanos considera la delincuencia como el principal problema del país. Este porcentaje, superior incluso al 54.1% que menciona el costo de la vida, dibuja un panorama donde el temor a la inseguridad se ha convertido en un protagonista silencioso.
Cambios forzados
El impacto de la percepción de inseguridad no se limita a la ansiedad emocional; transforma la manera en que las personas viven.
De acuerdo con los datos del boletín estadístico, un 64.4% de la población evita salir de noche por miedo a la delincuencia. Esta cifra es especialmente alarmante entre las mujeres, quienes reportan una diferencia de más de 10 puntos porcentuales respecto a los hombres. La noche, que podría ser un momento de esparcimiento o reunión, se ha convertido en un espacio vedado para muchos.
Además, el 48.8% ha dejado de llevar grandes cantidades de dinero en efectivo y el 44.6% ha optado por no usar joyas en lugares públicos. Estos datos reflejan cómo el temor al robo y la violencia limita incluso las decisiones cotidianas.
La percepción de inseguridad no afecta a todos por igual. Según los datos, las mujeres no solo enfrentan mayores niveles de miedo a la delincuencia, sino que también se ven más afectadas en sus rutinas diarias. Por ejemplo, el 24.9% de las mujeres afirma que no camina sola por la noche, comparado con el 16.9% de los hombres. Esta disparidad refleja no solo un miedo a la violencia común, sino también a otras formas de agresión, como el acoso sexual. La violencia de género, tanto implícita como explícita, amplifica esta percepción de vulnerabilidad.
El informe también subraya que los entornos urbanos agravan estas desigualdades. Mientras el 22.4% de los residentes en zonas urbanas reporta sentirse "nada seguro" al caminar de noche, en las áreas rurales esta cifra desciende al 12.5%. La iluminación pública, la densidad poblacional y la actividad comercial no han logrado mitigar la sensación de riesgo en las ciudades.
El precio del temor: costos sociales y económicos
La inseguridad también tiene un costo para el desarrollo del país. En términos económicos, el miedo a la delincuencia limita la participación en actividades comunitarias y reduce el flujo de dinero.
Según el reporte, un 28.1% de los encuestados ha dejado de participar en eventos de su barrio o comunidad, y un 34.0% ha evitado visitar amigos o familiares.
En un nivel más amplio, la percepción de inseguridad también afecta la confianza en las instituciones.
La encuesta muestra que más del 60% de los ciudadanos en la región de América Latina, incluyendo la República Dominicana, no confía en la capacidad de la policía para protegerlos.
Diferencias socioeconómicas: quiénes sienten más miedo
La percepción de inseguridad también varía según el nivel socioeconómico. Los datos indican que el 74.1% de los grupos de ingreso alto considera la delincuencia como el principal problema del país, en comparación con el 67.7% de los grupos de ingreso medio y el 24.3% de las zonas rurales. Esta tendencia podría explicarse por una mayor exposición a incidentes delictivos o por una mayor atención mediática a los robos de alto perfil en las áreas urbanas.
Asimismo, la educación juega un papel importante en la percepción de inseguridad. Las personas con niveles de instrucción universitaria o superior son las que reportan mayor temor a ser víctimas de un delito en los próximos 12 meses. Este dato, aunque contradictorio a primera vista, podría estar relacionado con una mayor conciencia de las tasas delictivas y una sensibilidad ampliada hacia las noticias de inseguridad.
La seguridad ciudadana no es solo la ausencia de crimen; es también la posibilidad de vivir sin miedo. En un país donde el 64.4% de las personas evita salir de noche y el 48.8% limita sus transacciones económicas por temor, garantizar este derecho es más que una responsabilidad estatal: es una necesidad urgente para construir una sociedad más cohesionada y justa.