Texto y fotos por Osvaldo David Santana
Emprender el trayecto en automóvil desde Santo Domingo hasta Pedernales es una experiencia que todo dominicano y visitante debe vivir. Es un recorrido de vistas impresionantes, montañas preciosas, ríos de aguas frescas y una diversidad climática única en la República Dominicana.
Salimos a las 9:00 de la mañana y nuestra primera parada para desayunar fue en el pueblo de Baní, en Peravia. Allí, disfrutamos de mangú de plátano acompañado de los tres golpes: salami, huevos y queso, todo frito, con una tajadita de aguacate. Energías necesarias para continuar el camino.
Más adelante, bajando la Loma de El Número, nos encontramos con la primera vista impresionante del recorrido en la bahía de Ocoa. El recorrido es largo, por lo que nos aseguramos de tomar la circunvalación de Azua para ahorrarnos al menos media hora de recorrido.
Luego, nos detuvimos en el pueblito de Las Minas, después del Cruce del 15 de Azua. Allí, disfrutamos de refrescante agua de coco, excelente para las altas temperaturas de la zona. En esta parte del viaje, nos acompañan las montañas cubiertas por bosque seco y los pequeños mercados al borde del camino, especialmente en Fondo Negro, donde encontramos variedad de frutas, verduras y víveres, especialmente plátanos.
Al llegar al cruce de Cabral, detenerse en el colorido parador identitario, que anuncia que has llegado a Barahona, es obligatorio tomarse una fotografía. Barahona es uno de los pueblos más importantes de la parte sur de la isla, con un aeropuerto y un puerto de intensa actividad y una amplia oferta de atracciones ecoturísticas.
Más adelante, es inevitable detenerse en el río Bahoruco, en La Ciénaga. Las cristalinas aguas nos invitaron a darnos un baño revitalizante. Allí, doña Ramona nos esperaba a orillas del río con un delicioso almuerzo típico de la zona: moro de habichuelas negras con coco, chivo guisado, ensalada verde y plátanos maduros fritos. Para cerrar con broche de oro, disfrutamos de un café caliente de Polo, perfecto como digestivo. Pasamos un total de tres horas entre el baño y el almuerzo.
Nuestro destino era Pedernales, así que retomamos el camino, pero no sin antes maravillarnos con las vistas de la carretera Barahona-Pedernales. Los miradores de la costa ofrecen las panorámicas más hermosas del país. Además, pasamos por lugares ideales para un chapuzón: Arroyo San Rafael, balneario de Villa Miriam, Los Patos y Arroyo Salado, sin olvidar la belleza de los pueblos en la ruta: Enriquillo, Paraíso, Juancho y, en Oviedo, la laguna con sus flamencos, un espectáculo inigualable que solo puede concederlo la madre naturaleza. Recomiendo hacer el recorrido en lancha.
Justo antes de llegar a Pedernales, realizamos una última parada en los Pozos de Romeo. A pesar del estado deplorable en que los encontramos, con desechos plásticos y hasta una vaca muerta, fue posible admirar la belleza de sus aguas cristalinas y la flora desértica que los rodea.
Finalmente, llegamos a Pedernales a las 6:00 de la tarde, después de un recorrido de nueve horas, si restamos las tres horas dedicadas al almuerzo y al baño.
Recorrer la carretera desde Santo Domingo hasta Pedernales es una aventura inolvidable, llena de paisajes impresionantes, aguas refrescantes y la calidez de la gente que te recibe con los brazos abiertos. Sin duda, es una travesía que todos deberían experimentar, al menos, una vez en la vida.
[…] de Pedernales. Si leíste los anteriores, quiero agradecerte; si no, te dejo los enlaces del primero y del segundo de esta serie, que relatan las andanzas de un grupo de cuatro adultos y tres niños […]