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jueves, junio 12, 2025
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Un pequeño genio nació en Tamayo

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Por Emiliano Reyes Espejo

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Un coro de ángeles de alas azules sobrevoló la pequeña comunidad de Tamayo y anunció la llegada al territorio de un ser inmenso, el más grande ángel azul de toda la comarca. La gente fue indiferente y siguió rezando y orando en la añosa iglesia del lugar. Y aunque en principio los presentes se colmaron de alegría y gozos, todavía no habían captado la magnitud del aviso celestial.

Ese mismo día se corrió la voz de que había nacido un niño singular en las cercanías de la iglesia, próximo al parque, al lado de la academia de música.

El imberbe se resistía a abrir los ojos, causando preocupación. Pero a los ruegos de su madre, el niño, que no levantaba los párpados, en un momento menos pensado, miró a su progenitora y le sonrió: -“Tiene los ojos azules”, gritó ella eufórica.

Sus padres, tías, hermanos y vecinos se concentraron alrededor del infante, quien a partir de ese momento sonrió a todos con una sonrisa única, contagiosa y llena de amor. Se llamará Eliseo como su abuelo, dijeron, y le apodaremos cariñosamente Cheo. Del entorno de aquella pequeña criatura surgió un halo de sanidad nada misteriosa, algo imperceptible a los mortales. ¿Había nacido un ángel o un pequeño genio? Era la pregunta común entre los lugareños.

Con el tiempo, se fue conformando un ser humano aparentemente normal. Según me fui enterando, en principio se le vio sumido en los ritos católicos. Casi no salí de la iglesia ni de la academia de música, como un muchacho grande que, pese a su buen tamaño, sus patas largas, ojos azules y sus ingenios soterrados, correteaba y jugaba como un niño que hacía las bellaquerías propias de la edad.

-“A las muchachas (en pubertad, y ya casi adolescentes) él nos corría para chocarnos con su carretilla llena de latas vacías cuando íbamos a buscar agua en el virtuoso rio Yaque del Sur”, relataron jovencitas de la época. –“Parece que esa era la forma de él llamar la atención o de enamorarse de las chiquillas del lugar”, consentían.

En su etapa de estudios secundarios, corrió en el lugar la versión de su noviazgo con Carmen Luisa, una hermosa estudiante que viajaba a diario al liceo de Tamayo desde la comunidad de Mena.

 Aporte de talentos

 Tamayo ha sido desde siempre una cantera de talentos que han descollado en la música, los deportes y en el conocimiento. De allí tenemos, además de Cheo Zorrilla, en la parte musical a Enrique Féliz, Benny Sadel, Fernando Arias y Armando Olivero, entre otros. En literatura, el pequeño poblado de Tamayo ha dado un premio nacional de literatura, don Manuel Matos Moquete, y un premio nacional de periodismo, don Osvaldo Santana. En Deportes, Héctor Romero, miembro del Salón de la Fama, y Quico Zorrilla, hermano de Cheo, campeón nacional de volibol, además de buenos músicos que han sido parte de las grandes orquestas merengueras del país.

 Pero parece ser que fue ahora cuando la gente vino a percatarse de que, entre todos esos talentos estaba aquel ángel, un pequeño genio que, a juicio de muchos, “no era un ser común”, ni “un animal de galaxia”. 

Ha sido, precisamente a la hora de su partida, cuando éste se despide para surcar en el mundo insondable de la eternidad, que se valora la magnitud de la pérdida. Entonces es cuando se ha comenzado a percibir que, sin darnos cuenta, teníamos a nuestro lado un ser excepcional, inmenso, glorioso, un gran ángel azul. Es el más grande de los ángeles azules, era un corista celestial que decidió bajar a la vida terrenal en las cercanías de la icónica iglesia de Tamayo.

Desde allí comenzó a enseñar y a implorar al Creador sobre la suerte de la humanidad y porque se ponga fin a las guerras en el mundo.  Cuentan que un día cualquiera, y en aquel santo lugar, éste tomó una deslumbrante guitarra y emanó poesías. Luces armónicas y fulgurantes se entrelazaban con sus mágicas ilusiones, fue un tránsito de ensueños con interpretaciones de trompetas, armonios y pianos. Y fue allí donde comenzó a fraguarse su Amado Cirineo:

 “Me he caído mil veces

Y siempre me ofrece tus manos

Cuando vago en tiniebla

Encuentro en tus ojos la luz

Y tu amor es tan sincero

Que eres tú mi cirineo

Cuando tengo que cargar alguna cruz

Y he faltado a la ley del amor

Y tú nunca me acusa

Ni te ofendes cuando

Por mi cuenta dejo el redil

Y me mata un desconsuelo

Cuando siento que te pierdo

Mas tus brazos se abren siempre

Para mí

Tú eres mi cirineo

Eres amor y luz

Me ha dado nueva vida

Muriendo en una cruz

Amado Cristo vivo que está dentro de mí

Enséñame el camino para llegar a ti”.

 II

Un día cualquiera este ente humano decide, igual que otros de su generación, trasladarse a la capital en busca de mejor suerte. Deseaba “prepararse en una carrera universitaria para lograr una vida mejor”. Detrás, los inmensos deseos de la familia de verlo convertido en un gran profesional. En ese tráfago fue flechado por la musa de los músicos, la cual lo embriagó a un punto tal que terminó casándose con ella, en primera y última nupcias.

Y la historia es conocida. De hecho, Cheo es el primer dominicano inmortalizado en el Pabellón de la Fama de los Compositores Latinos, lo cual se realizó durante un ceremonial celebrado en la ciudad de Miami.  Además, sus canciones han sido traducidas e interpretadas en varios idiomas y por los mejores intérpretes de Latinoamérica y otras partes del mundo.

Cuando vino de Tamayo a la capital, se encontró una especie de mecenas, de protector, el productor de televisión y también autor don Yaqui Núñez del Risco, quien con su inteligencia a flor de piel divisó a legua la majestuosidad de este creativo tamayero. Yaqui le abrió las puertas del dificultoso, complejo mundo de la producción y grabación de canciones en el país.

Se hicieron grandes amigos y Yaqui acercó a Cheo a intérpretes del cariz del puertorriqueño-dominicano, Dany Rivera, quien se convirtió en el mejor expositor del vasto repertorio de canciones fruto del ingenio creativo de Cheo.

Al valorar la magnitud del poder creativo de Cheo en una intervención en el programa El show del mediodía, el artista Dany Rivera dijo que éste no era un simple creador de música, sino que estábamos frente a “un pequeño genio”. Es lo que siempre creí de Cheo. Su humildad, su sencillez, sin embargo, aparentaba ser la de un dominicano “común y corriente”.

La inteligencia de este tamayero lo llevaba a realizar lo que él quisiera, pero como dije, él se casó con la música y ahí expuso la inmensidad de sus creaciones musicales universales.

“…Cheo Zorrilla no solamente fue y es uno de los máximos intérpretes de la composición iberoamericana, sino que –a veces yo lo comparo con uno (hombre del renacer), de esos seres humanos que saben muchas cosas, pero siempre se las tienen calladitas; son humildes, sencillos y sus conocimientos ellos los demuestran con su humildad”, expresó el artista boricua-dominicano.

Rivera, quien se define amigo y compadre de Cheo, ha dicho que con Cheo aprendió mucho, especialmente a amar a la Patria Dominicana a través de sus canciones y su amistad. “A todos los amigos de Tamayo mi pésame, y a todo el pueblo dominicano (creo que) se debería dar en lo adelante, se lo digo como convocatoria, se lo digo a Amaury, a los músicos y a Cultura que estudien la música, el pensamiento musical y filosófico de un hombre del cual tenemos que sentirnos todos orgullosos, y ese es mi compadre Cheo Zorrilla, porque como tú dijiste, no se va, se queda con nosotros”.

Y se queda para seguir creando canciones que aluden a la guerra y a sus víctimas, como ocurre en la actualidad, con la muerte genocida de niños, hombres y mujeres en Gaza, Palestina.

Desde niño estuve ligado a las actividades de la iglesia. Cuando cantaba en el coro siempre quise componer canciones religiosas que fueran cantadas por todos los feligreses. Por eso no es de extrañar que mi primera canción fuera “Apocalipsis”, grabada por Danny Rivera hace más de 40 años” (Cheo Zorrilla).

“Apocalipsis, apocalipsis

La tierra está cansada de girar

Está llegando el tiempo

En que el hombre haya muerto

Y al polvo habrá de retornar.

Entre la gente, llanto y dolor.

Ya nuestras brisas… no nos acarician

Y entre las hojas canta una canción

“Apocalipsis, apocalipsis….”

 “Después grabé “Mi amado cirineo” que me ha dado la alegría de escucharla en coros cristianos de distintas denominaciones religiosas. Hoy quiero expresar en estas canciones mi profundo amor por Jesús. A través de ellas cantar mi eterno agradecimiento por los dones recibidos y por su sacrificio que nos abrió las posibilidades de disfrutar algún día de su presencia en el paraíso”. Así sea, Cheo Zorrilla.

Cuentan que tras conocerse por las noticias la muerte de Cheo, vieron un coro de ángeles de alas azules bajar solemnemente frente a la iglesia de Tamayo y que allí cantaron “Mi amado cirineo”.

*El autor es periodista.

Emiliano Reyes
Emiliano Reyes
Periodista y Gestor de relaciones públicas

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