Por Haivanjoe Ng Cortiñas
Al concluir cinco años de gestiones gubernamentales del presidente de la República, cuatro correspondientes a la primera y un año de la que inició el pasado 16 de agosto de 2024, muchos dominicanos se preguntan si en términos económicos estamos bien o mal con relación al pasado.
La respuesta no me corresponde ofrecerla. Cada ciudadano la responde en función de su realidad; pero una referencia válida, sin juicios de valor en esta opinión, es la que recogen distintas encuestas que han sido publicadas, y otras no, mostrando entre un 55.0 % a un 61.0 % que dicen sentirse satisfechos con la situación y la marcha del país.
Partiendo de las métricas de los trabajos de campo, pudiera adelantarse que la economía marcha mal o al menos no camina bien. Veamos entonces lo que nos dicen algunos números oficiales, para ver si los datos apoyan las valoraciones ciudadanas.
Comencemos con lo que nos dice el comportamiento del principal indicador económico de un país, el producto interno bruto (PBI), en particular, lo que nos dicen los años que van del 2008 al 2025, sin considerar al 2020 por la pandemia que hizo caer la economía ni tampoco el 2021 por el rebote estadístico, al compararse con una caída de un -7.9 % del año anterior. El PIB del 2008 al 2019, creció en un 5.0% promedio anual y durante los años 2022 al 2025 ha crecido en un 3.89%, de manera que, el ritmo de crecimiento de la economía ha perdido intensidad, con una desaceleración de 1.11 puntos porcentuales.
En los últimos 5 años, el gobierno dominicano ha gastado un total de RD$ 5.6 billones (RD$5,623,590,000,000), esa alta cifra de 13 dígitos y monto creciente, ha sido causante parcial de los desequilibrios y del aumento de la deuda pública, ante déficits fiscales persistentes, que ocasionan una mayor carga fija y menor espacio fiscal para las obligaciones del gobierno en materia de ejecutar programas y proyectos.
El país cinco años después acumula y deja de herencia un mayor saldo de la deuda del sector público no financiero. Al 16 de agosto de 2020 la deuda era de US$ 39,178 millones y a junio de 2025, se ha elevado a US$ 60,954 millones, para un aumento de US$ 21,776 millones. Del referido saldo de la deuda, cada uno de los dominicanos ha tenido que asumir, sin que soliciten préstamos ni tampoco le hayan pedido autorización, una deuda personal que ha pasado de US$ 3,750 a US$ 5,543, equivalentes a RD$ 218,663 y RD$ 339,564, para un incremento de RD$ 120,901, -considerando la tasa de cambio promedio en cada año-, originada por la actual administración pública.
Pero el incremento de la deuda no se queda solo a nivel del gobierno central, también se ha elevado la deuda del Banco Central, que se incrementó en US$ 4,827 millones, haciendo por esa vía que la deuda pública consolidada se coloque en US$ 73,084.9 millones, al mes de marzo de 2025, y creciendo.
A nivel del comportamiento de los precios, la tasa de inflación acumulada ha sido de un 30.35 % de agosto 2020 a julio de 2025, equivale a un aumento en el costo de la canasta básica nacional de RD$ 10,957, lo que significa que hoy se come más caro que ayer. Como variable vinculante, la población laboral formal ha recibido una mejoría en el salario mínimo, que hoy se coloca para las grandes empresas en RD$ 27,980, lo que permite un cambio positivo en el salario real, superando el nivel de los años anteriores, al situarse el poder adquisitivo en RD$ 21,126, teniendo el trabajador formal mayor capacidad para afrontar la inflación; sin embargo, de los trabajadores informales no podemos decir lo propio, por su inestabilidad y menores ingresos monetarios.
Como se mencionó anteriormente, el alto gasto público de los últimos cinco años presenta una connotación aún más negativa, al considerar que la mayor parte se ha destinado a gasto corriente, el cual, en el 2020 era de un 86.2 % y a julio de 2025, se ha situado en un 91.1 % del gasto público total. Este tipo de gasto tiene la característica de ser muy poco productivo.
La contraparte del indicado tipo de gasto es el gasto de capital, que muestra un deterioro progresivo, al pasar de un 13.8 % en el 2020 a un 8.9 % a julio de 2025, indicativo de una menor calidad del gasto público, al no elevar el patrimonio estatal con infraestructura de diversa naturaleza. El referido tipo de gasto lleva no menos de 10 años que inició una tendencia marcadamente decreciente.
Las finanzas públicas con el tipo de composición y aumento del gasto, que hoy se sitúa en un 19.0 % del PIB, genera un balance financiero primario (ingresos – gastos totales-intereses) que ha bajado de RD$ 50,819 millones en el 2020 a RD$ 27,237 millones, lo que significa que la sostenibilidad fiscal disminuyó, resultando en una mayor amenaza estructural para la estabilidad macroeconómica.
La economía y las finanzas públicas se han comportado de la referida manera, caracterizada con un nulo progreso en la composición del empleo, pues la poca movilidad ha hecho que persista el empleo informal en un nivel de un 53.4 % en el 2025, cuando en el 2019 era de un 54.8 % y el empleo formal ha pasado de un 45.2 % a un 46.6 % en igual periodo, evidenciando la baja calidad del empleo dominicano y expresión de desequilibrio.
Al cabo de cinco años, los dominicanos no pueden afirmar que tienen más dinero en sus manos, por el contrario, tienen menos dinero en los bolsillos. Para junio de 2024 la gente tenía RD$ 47,506 y a julio de 2025 disponía de RD$ 46,737, es decir, RD$769 menos, a pesar de que hubo una inflación acumulada de un 30.0 %, esta disminución de la liquidez de las personas ahonda los desequilibrios sociales y económicos.
A nivel del precio del dinero bancario, resulta un dolor de cabeza para aquellos que requieren de financiamiento formal, ante una tasa de interés activa más cara. En el 2019 estaba en un 12.43% y en los primeros días de agosto se ha situado en camino ascendente en un 15.44 %, para un incremento de 3.01 puntos porcentuales.
A cinco años después, un balance económico con luces tenues y sombras persistentes deja más preocupaciones que avances estructurales. Aunque la República Dominicana ha registrado ciertos indicadores positivos, los pocos avances conviven con debilidades macroeconómicas, sociales y fiscales que comprometen la estabilidad y la sostenibilidad futura del país.
La economía dominicana necesita reenfocar su estrategia de desarrollo, elevando la calidad del gasto público, promoviendo la formalización del empleo y adoptando una planificación fiscal responsable. El desafío de los próximos años no será crecer más rápido, sino crecer mejor y de forma sostenible.