Por Yancen Pujols
En 2009 y 2010, Teóscar Hernández era un joven lleno de incertidumbres y con el gran sueño de convertirse en pelotero profesional.
Nació en 1992 en Cotuí, fue llevado de emergencia a la capital por un problema cardíaco al nacer, pero se formó como hombre en Bonao, lugar que hoy proclama a los cuatro vientos como su tierra.
De origen humilde y con padres orientados al estudio, Teóscar pidió un tiempo para lograr una firma profesional y estuvo bajo la tutela de Luis Coronado, renombrado entrenador de la zona de Monseñor Nouel.
Vivía en una pensión, sin dinero y con mucho trabajo por delante. Fueron horas y días intensos que no rendían el fruto esperado. Decidió, a mediados de 2010, hacer un último intento, y no fue hasta finales de ese año, con 18 años de edad —una edad complicada porque el pelotero ya se considera “viejo”—, que recibió una oferta de Houston y firmó por 20 mil dólares.
La contratación se hizo oficial en 2011, y para Teóscar, jugar en la Liga de Verano fue también un momento amargo, ya que no lo veían como un prospecto y no tenía el espacio necesario para desarrollarse.
Comenzó en la banca. Luego le dieron varios turnos, y, como cuenta el mismo Teóscar en una entrevista para Círculo de Grandes Ligas, los batazos que conectó le abrieron el camino.
Y así fue en cada nivel de su carrera. No era el más cotizado, pero sí el más trabajador. Hay un dicho que dice "la disciplina supera al talento", y ese fue el grito de guerra del jardinero de 6’2” de estatura.
Su debut en Grandes Ligas con los Astros llegó en 2017 y, ese mismo año, fue enviado a Toronto, donde vivió buenos años y forjó una fuerte amistad con Vladimir Guerrero Jr., su compadre hasta la fecha.
Los Azulejos decidieron transferirlo a Seattle a finales de 2022. Una vez más, y a pesar de sus buenos números —con temporadas de 25 y 30 jonrones y 100 carreras impulsadas—, Hernández debía mudarse a otra ciudad.
En la lejana “Ciudad Esmeralda” solo permaneció en 2023, y luego firmó con los Dodgers para 2024. Asumió el riesgo de un contrato de un año para demostrar que valía la pena confiar en él a largo plazo.
La decisión fue de puro coraje. Si no le iba bien, perdería valor en el mercado y quedaría a merced de lo que apareciera después.
Pero Hernández tuvo el año ideal: 33 cuadrangulares, 99 carreras impulsadas, 32 dobles, participó en el Juego de Estrellas, fue campeón del Derby de Cuadrangulares, pieza clave en la corona de los Dodgers y ahora Bate de Plata de la Liga Nacional.
¿Lo mejor de todo? Es agente libre, y uno muy cotizado, con una proyección de contrato de tres años que rondará o incluso superará los 75-80 millones de dólares.
Un caballero del juego, forjado con decencia y reconocido por su profesionalismo y respeto al deporte, Teóscar Hernández es hoy un ejemplo de superación. La vida le sonríe al joven que, de los 14 a los 18 años, desvelaba largas horas porque el futuro parecía oscuro.
Cuando más oscurece es porque va a amanecer. Teóscar es un símbolo de superación, acompañado del brillo de una tremenda jornada y con la expectativa de un contrato más que jugoso en el horizonte.