Por Octavio Santos
Mientras el Gobierno intensifica sus operativos migratorios, los costos laborales en la construcción han escalado hasta convertirse en el componente de mayor aumento en el sector durante 2024. Según el Informe Anual del Índice de Costos Directos de la Construcción de Viviendas (ICDV), publicado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), la mano de obra subió un 12 %, el alza más significativa entre todos los insumos analizados.
Esta paradoja —más deportaciones y, al mismo tiempo, mayor presión sobre el costo laboral— revela las tensiones estructurales de un sector que depende en gran medida de la migración haitiana para mantener su dinamismo. La falta de personal dominicano capacitado ha impedido que el aumento de salarios se traduzca en una mayor participación nacional. Como resultado, la construcción sigue siendo sostenida por una fuerza laboral predominantemente extranjera.
El presidente de Copymecon, Eliseo Cristopher, ha advertido que una sustitución abrupta de trabajadores extranjeros sería inviable. Propone una estrategia escalonada de “dominicanización” que incluya formación técnica acelerada con el INFOTEP y programas de subsidios a las mipymes constructoras. “No hay quién sustituya a los haitianos en este momento”, señaló Cristopher, en un llamado a la coordinación entre el Estado y el sector privado.
Las cifras respaldan esta dependencia: la mano de obra representa hasta el 34.6 % del costo directo en viviendas unifamiliares de un nivel, y más del 20 % incluso en edificaciones multifamiliares de ocho niveles o más. Es decir, el peso de la mano de obra sobre el total de costos es sustancial, y su encarecimiento repercute de forma directa en el precio final de las viviendas.
Aunque el informe del ICDV no distingue entre nacionalidades, el contexto social y político permite establecer una conexión entre las presiones migratorias y la estructura laboral del sector. La paradoja se acentúa: mientras se expulsa a la fuerza laboral haitiana por razones de política migratoria, el propio mercado evidencia que no hay reemplazo inmediato para ella, y su escasez eleva los costos.
Esta situación plantea un dilema para el Gobierno: cómo sostener el crecimiento de la construcción, uno de los motores del PIB, sin contar con la mano de obra que ha hecho posible ese dinamismo. El llamado a la planificación estratégica, a la inversión en formación local y a un enfoque gradual se vuelve urgente.