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lunes, diciembre 15, 2025
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Soñar en dólares, cobrar en pesos: las expectativas de bienestar se esfuman

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Por Haivanjoe Ng Cortiñas

   La depreciación del peso dominicano está borrando, poco a poco, los sueños de movilidad de la clase media.   

   Mientras el Banco Central reporta una inflación baja y controlada, los ciudadanos que sueñan con una casa, un carro o unas vacaciones al año sienten que el costo de la vida se dispara y lo comentan entre sus iguales. La razón es un fenómeno que los índices oficiales capturan solo parcialmente: la pérdida de valor del peso frente al dólar. Ese costo invisible del deterioro cambiario se refleja directamente en los bolsillos y pone al descubierto el conflicto central de las aspiraciones de la clase media: los bienes más deseados —una vivienda, un vehículo o unas vacaciones— se cotizan en dólares, mientras los ingresos se reciben en pesos.

La paradoja del tipo de cambio

   Durante el año 2025, el peso dominicano perdió terreno frente al dólar estadounidense en una magnitud que supera la inflación interna. Según datos del Banco Central, el tipo de cambio pasó en promedio de RD$61.40 por dólar en enero a RD$64.57 en noviembre, una depreciación del 5.2 %. A primera vista parece un ajuste moderado; sin embargo, al compararlo con la inflación acumulada de 3.76 % a septiembre, el contraste se vuelve revelador: el peso se ha depreciado más de lo que subieron los precios locales.

   Este comportamiento puede explicarse a la luz de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA). Según esta teoría, los tipos de cambio a largo plazo tienden a reflejar la relación entre los niveles de precios de dos economías. Cuando la depreciación excede la inflación interna, implica que el tipo de cambio está ajustando otras variables, como el diferencial de productividad, la entrada de capitales o la percepción de riesgo país.

En el caso dominicano, este proceso refleja un reacomodo frente al entorno global de tasas de interés y flujos financieros. Pero para los hogares y las empresas, esa lógica macroeconómica se traduce en una erosión directa del poder adquisitivo, afectando las finanzas cotidianas.

Sueños que suben con el dólar

   La República Dominicana es una economía de ingresos en pesos, pero con muchos sueños expresados en dólares. Comprar una vivienda, adquirir un vehículo o vacacionar en un resort dentro del país depende directamente del tipo de cambio.

   Un apartamento de US$150,000 costaba RD$9.21 millones en enero; en noviembre cuesta RD$9.69 millones, casi RD$480,000 adicionales, sin que se haya movido un solo bloque de cemento. Un vehículo de US$35,000 aumentó de RD$2.14 millones a RD$2.26 millones, un alza de RD$126,000. Una noche de resort todo incluido de US$300 pasó de RD$18,400 a RD$19,371, RD$971 adicionales por noche.

    Este encarecimiento no solo afecta el consumo, sino también el mercado crediticio. Según la teoría del canal de crédito, cuando los activos colaterales —como viviendas o vehículos— se encarecen en moneda local debido a la depreciación, el acceso al crédito se restringe. Los bancos enfrentan un aumento en el riesgo percibido y ajustan sus condiciones de financiamiento, lo que en muchos casos saca del mercado al aspirante al crédito.

    La evidencia reciente confirma esta dinámica: a septiembre de 2025, la cartera de crédito total apenas creció un 9.4 %, y en moneda local 8.9 %, una expansión significativamente menor respecto al promedio de entre 14 % y 15 % observado en años anteriores. Esta desaceleración refleja, en parte, cómo la depreciación y el alza de costos en bienes dolarizados se traducen en menor demanda crediticia, más cautela bancaria y, en última instancia, un freno al crecimiento económico, como en efecto ha ocurrido, al registrar el PIB un crecimiento de solo 2.2 % en los primeros nueve meses del año.

   Uno de los sectores más sensibles al comportamiento del dólar es la construcción. El Banco Central informó que este sector decreció en forma acumulada un –2.0 % a septiembre de 2025. Detrás de esa caída están el encarecimiento de insumos importados y la exclusión de compradores ante precios y tasas más altos.

   Cuando los proyectos se venden en dólares, cada incremento cambiario eleva automáticamente el precio en pesos, reduciendo la capacidad de compra del público local. La teoría del traslado explica este fenómeno: cuando la moneda local se deprecia, los productores trasladan parte o todo el aumento de costos a los precios finales, especialmente en economías con alta dependencia importadora y un ambiente de incertidumbre coyuntural.  

   En la práctica, la depreciación del peso se traduce en menos obras, menos empleos y sueños postergados. La estabilidad cambiaria importa no solo a los inversionistas, sino también a trabajadores, ingenieros y familias que dependen del dinamismo del block, la varilla y la pintura.

La doble inflación: oficial y percibida

   El fenómeno genera una doble inflación. La oficial, baja y controlada (3.76 %), refleja la evolución de los precios de una canasta de consumo dominada por bienes locales. Pero la inflación percibida —la que pesa en las aspiraciones de la clase media y moldea el imaginario social— responde directamente a la depreciación del peso.

   Este divorcio entre la inflación medida y la inflación sentida recuerda la teoría de las expectativas adaptativas: las personas forman su percepción de inflación no solo a partir de estadísticas, sino de los precios que más afectan sus decisiones cotidianas y sus metas. Si el tipo de cambio se mueve, aunque el índice general no lo refleje, la sensación de encarecimiento se multiplica.

   En bienes raíces, la mayoría de los proyectos en Santo Domingo, Santiago y Punta Cana se cotizan en dólares, porque materiales como acero, cerámica, accesorios y equipos son importados. Los concesionarios actualizan precios según la tasa del día, y los colegios bilingües, electrodomésticos o servicios turísticos siguen la misma lógica. La depreciación se convierte así en una forma de “inflación importada”.

Proteger el poder adquisitivo

   Que la depreciación (5.2 %) supere la inflación (3.76 %) tiene implicaciones sociales profundas. El poder de compra en pesos se erosiona más rápido que el nivel general de precios, amplificando desigualdades. Los agentes que perciben ingresos en dólares —exportadores, zonas francas o turismo— se benefician, mientras la mayoría que recibe sueldos y salarios en pesos ve cómo se encarece la vida, se restringe el crédito y disminuye su capacidad de compra.

   Este fenómeno está estrechamente relacionado con la economía dual: la coexistencia de un sector moderno, dolarizado y competitivo, y otro tradicional, que opera en moneda local con bajos ingresos. La brecha cambiaria agrava esa dualidad, ampliando la distancia entre quienes ganan en dólares y quienes solo sueñan en ellos.

   A largo plazo, más que estabilizar un indicador, el desafío es proteger las aspiraciones. En un país donde las metas más deseadas se calculan en moneda extranjera, cada movimiento del tipo de cambio tiene una dimensión emocional y financiera.

   Preservar la estabilidad del peso trasciende la técnica económica: se trata de mantener viva la movilidad social. Porque cuando el peso se debilita más que los precios, no solo se encarecen los bienes en dólares; también se encarecen los sueños de quienes los persiguen en pesos.

   Aunque el Banco Central ha mantenido una política monetaria prudente y niveles adecuados de reservas, un importante y verdadero desafío es social: proteger el poder adquisitivo de quienes solo ganan en pesos.

Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe Ng Cortiñas, economista de la UASD y master en economía de la UNAH, autor de 5 libros sobre la economía dominicana, conferencista internacional y articulista.

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