Por Rafael Céspedes Morillo
Nadie está obligado a hacer lo que otro diga, claro que no. Somos libres de actuar según queramos, creamos o decidamos.
Sin embargo, por esa misma libertad, hay tantas manos sobre hombros, tantos "te lo dije".
El tema no es hacer lo que otros dicen, sino analizar lo que plantean y no descartarlo por su origen, por lo que asumimos que fue, por lo que creemos que es, o por lo que entendemos, o creemos entender que busca quien opina.
Se dice que las cosas son del color del cristal con que se miran, pero eso no es verdad. Las cosas son del color que son, sin importar el cristal con que se observen.
Los seres humanos sabemos que nuestros semejantes se comunican, al igual que nosotros, de muchas maneras. Principalmente, lo hacen de forma verbal y no verbal, siendo esta última la más usada, aunque, paradójicamente, solemos ignorarla.
Nuestros deseos, intereses, aspiraciones y necesidades no siempre coinciden con la realidad. A menudo, están muy distantes unos de otros, pero queremos pensar que no es así. Incluso nos convencemos de que lo que deseamos es igual al análisis de los hechos y, al sustituir deseos por análisis, nos condenamos al fracaso.
Nos auto convencemos de que lo que queremos es exactamente igual a lo que quieren los demás, pero esto rara vez es cierto. Es simplemente nuestro deseo, lo que creemos que nos facilitará alcanzar nuestras metas.
No obstante, la verdad es otra. Las cosas serán como queremos solo cuando transformemos el deseo en realidad, en una realidad colectiva y no únicamente nuestra.
Me duele ver que en Venezuela persisten con el mismo discurso, que siguen tocando la misma música. Continúan atacando al chavismo, pero Chávez ya murió y no parecen haberse dado cuenta.
Hoy, Maduro y su círculo cercano representan la realidad política de ese país. Chávez ya no es el enemigo, porque no existe. Enfrentar a Maduro y su camarilla es la tarea pendiente.
Cuando, 25 días antes de las pasadas "elecciones", afirmé que la oposición ganaría con más del 60%, también advertí que no estaban preparados para cobrar la victoria.
Se dejaron llevar por el entusiasmo y no previeron la consolidada fuerza del gobierno ni su clara disposición a no ceder el poder, incluso, si eran derrotados.
¿Qué pensaba la oposición que sucedería con un gobierno que le negaba la entrada a la Organización de Estados Americanos (OEA), al Parlamento Europeo, a dirigentes políticos españoles a quienes deportó sin miramientos, que prohibió la entrada al ex presidente argentino Fernández, que impidió el ingreso de cinco ex presidentes latinoamericanos a Venezuela, entre otras acciones? ¿Acaso esas medidas indicaban disposición para entregar el poder? ¿O más bien reflejaban una escaramuza para evitar testigos creíbles y justificar lo que luego ocurrió?
Son muchas las cosas que me duelen. Una de ellas es que el gobierno sigue en el poder porque no se hicieron las previsiones necesarias para cobrar la contundente victoria. Lo otro, igual de lamentable, es el desgano que ese resultado ha sembrado en el pueblo venezolano.
Ahora parece crecer la creencia de que el gobierno es invencible, de que no hay poder ni fuerza capaz de derrotarlo, de que ya no hay líderes en quienes confiar. Habrá quienes incluso lleguen a pensar que fueron engañados o traicionados, aunque esto no sea cierto, como creo no lo es. Pero la frustración crecerá y crecerá. Ojalá no tanto como para detener la lucha.
Es imperativo que se impongan la sensatez y la claridad, para que el país triunfe mañana. Que Miraflores no sea el principal objetivo, sino un medio. Que el verdadero objetivo sea, de verdad, verdad Venezuela. ¡Y claro! Debemos preguntarnos cuáles son las posibles salidas para el bien del país. Lo comentaré en un próximo artículo.
Excelente apreciación, amigo. Gracias por sus claras ideas y preciciones. Que lamentable lo que nos ocurre. Esperemos resolver esto pronto y con el menor desgaste posible. Saludos