Por Rafael Céspedes Morillo
Nicolás y yo sabemos por igual muchas cosas. Por ejemplo, sabemos que Diosdado no es de confiar. Sabemos que él no logró traicionar a Chávez en el 2002, cuando lo del golpe, porque no encontró el apoyo que le pidió a un general en particular. Sabemos del antiguo jefe de Diosdado —hoy ayudante—, Pedro Carreño, socialista muy especial en sus gustos y acciones.
Nicolás y yo también sabemos que su selección para ser el sustituto en funciones de Chávez no fue una idea original del propio Chávez, sino una petición expresa y directa de los cubanos. Otra cosa que él y yo sabemos es el por qué, cuando Chávez anunció su elección como sucesor, lo hizo teniendo a su derecha a Diosdado. Además, sabemos que él no era el adecuado desde el punto de vista del nivel intelectual, bases políticas, ni por experiencia de Estado. Sabemos que eso no fue tomado en cuenta.
¿Cuántos Diosdado, cuántos Carreño tiene Nicolás cerca físicamente, pero distantes en criterios, aspiraciones, deseos y futuro?, aunque coincidan por las circunstancias, en la falta de valores y otras razones no muy honorables.
Y finalmente, agrego que también sabemos que, a veces, las oportunidades que nos llegan y en las que participamos no necesariamente son mejores que aquellas que, aunque se nos presenten, no aprovechamos.
¡Nicolás! ¿Cuáles eran tus aspiraciones cuando, en un honesto desempeño como guía de un minibús, transitabas las calles del Caracas de ayer? Sabías dónde estaba Miraflores porque pasabas cerca en tus carreras diarias, pero ni siquiera pensabas entrar a conocerlo. ¿Por qué? ¿Para qué?
Recuerdo aquel día en que, aprovechando que Chávez —entonces presidente electo— estaba fuera del país, fuiste junto al amigo Miguel Quintero, y me enviaste el mensaje de que los autorizara a entrar a La Viñeta, porque querían conocerla. No lo hice. Y no fue por falta de deseos, sino porque, cuando pregunté quién eras en realidad —ya que apenas sabía de tu existencia—, no te diré la respuesta, pero fue razón suficiente para negarte la entrada.
También recuerdo que la primera vez que Carreño, Diosdado y otros entraron a La Viñeta, no obstante haber sido lo que fueron en la campaña, yo tuve que intervenir para que eso se produjera, ya que la Casa Militar tenía el control y no los conocía a ninguno.
También tengo presente cuando me pediste ayuda, estando yo como asesor de Alexis Navarro en la gobernación de Nueva Esparta —de quien yo había dirigido la campaña que lo hizo vencedor—, porque tú y Aristóbulo aspiraban a dirigir el grupo sindical más fuerte de entonces en Venezuela. Ayuda que, por ser tan exagerada, no pudo ser, aunque no creo que por eso haya sido la derrota que te dieron —o les dieron.
Nicolás, ¿cuántas cosas sabemos que aquí no caben? Son muchas más. Pero aún me queda espacio para hacerte algunas preguntas que pueden ayudarte a ver sucesos del pasado que, hoy, a pesar del momento, pueden darte luz y quizás llevarte a decisiones sabias.
Nicolás, ¿te recuerdas de cómo murió Lara? No el estado, sino el que fue presidente de la Asamblea. ¿Recuerdas quién fue Raúl Baduel? ¿Y cómo ustedes lo asesinaron? Diosdado sabe muy bien por qué necesitaba desaparecer a Baduel. Busca la razón: año 2002.
Nicolás, ¿tú sabes por qué la muerte política de Luis Miquilena? Búscala al principio del gobierno de Chávez, por los lados de Conatel.
¿Recuerdas que, al final de la campaña, quién fue designado como mi chofer? ¿Y que, dos meses después, me pidió ayuda para que lo cambiaran? Bueno, eso escapa a tus conocimientos, porque para entonces tú no jugabas ningún papel de importancia pública en la campaña.
De todos modos, Nicolás, si tú fueras maduro, pensarías en cuánto tiempo falta para que te traicionen. ¿Qué te conviene más: si dejar que eso ocurra o permitir que Venezuela se encamine por donde el 82% de su pueblo quiere? ¿Por qué no decides ser aprobado en vez de ser rechazado?
Créeme, tienes esa oportunidad. Solo tienes que ponerte la ropa del patriota, aunque no lo seas. Muchas cosas haces creer que eres; una más —y sobre todo esa— no te la rechazarían, más bien te la aplaudirían.
Yo estoy listo para ser el primero que, por primera vez, te dé un fuerte aplauso. Aaah! Y nunca olvides que los padrinos, también son ahijados.
Rafael Céspedes Morillo es consultor político y de campaña. Fue director de la campaña de Hugo Chávez en 1998 y de varios candidatos venezolanos.
Muy bien mi profesor hay que desenmascarar a esas personas que se visten de Santos siendo diablos,a Nicolás les llegará su día y de qué manera todo el juicio de Dios por tener a Venezuela sumida en la miseria más cruel y despiadadas
Excelente su memoria histórica sobre el caso, y muy buena su recomendación al tipejo. Espero que él la lea y no espero que reflexiones, porque no tiene con qué, pero que, al menos, actúe por instinto y se retire del vaporón en que está metido.
Gracias, amigo, por sus recuerdos
Ojalá que Nicolas intente ser maduro aunque sea un poco y piense y analice lo que usted le dice en ese escrito.
Nicolas debería rendirle honor a la dignidad a nivel personal y política y actuar como lo hacen los hombres de bien y lo que usted le dice ahí, da muestras de que la vergüenza no es la mejor aliada de él.
En algún momento los resultados de sus acciones se volverán contra él y ojalá que sea pronto, por el bien del pueblo venezolano.