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miércoles, mayo 7, 2025
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Si “El Retrato de Dorian Grey” enmarcara la reunión de los cuatro presidentes

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Alfonso “Fonchy” Tejada

Cuando este 14 de mayo próximo se reúnan en el Palacio Nacional para discutir el tema haitiano y sus repercusiones en la realidad dominicana, los cuatro hombres que en este cuarto de siglo han ocupado la Presidencia del país —tal vez Leonel Fernández, uno de los convocados y de quien el convocante, Luis Abinader, reconoce “su visión estratégica”— recuerde su lectura de El retrato de Dorian Gray, del genial Oscar Wilde. Ojalá tenga tiempo de explicar la moraleja de la novela y, como en sus mejores tiempos de profesor, contextualizarla para sus contertulios.

Tomado del “tío Google”, como lo bautizara mi fuente recurrente La Morena Salazar, El retrato de Dorian Gray sigue siendo relevante en la actualidad. Cuenta la paradoja de una imagen que cambia a medida que el retratado protagoniza acciones que lo mantienen aparentemente siempre nítido, imperturbable; una obra donde la apariencia se impone y se obvia todo esfuerzo por asumir la responsabilidad derivada del compromiso, más allá de lo coyuntural, tal como demanda el tema haitiano.

Por el tratamiento que le ha asignado el presidente a esta reunión “de alto nivel” y el alcance propuesto —“con el objetivo de construir un consenso político frente a la crisis sin precedentes que atraviesa Haití”—, ese encuentro debe ser un parteaguas en el manejo del tema por parte de quienes han dirigido el Estado. En particular, para el presidente Abinader, que enfrenta la situación más agravada: tanto por la realidad haitiana como por su operatividad actual, desbordada a niveles que hacen temer consecuencias peligrosas.

Es que, por el irresponsable, insensible y prejuiciado abordaje que han permitido las autoridades, hoy la presencia de haitianos en el país divide más que nunca a la sociedad dominicana. Una mayoría agitada por la xenofobia se impone a través de una persecución en la que la agresión y los ataques son comunes, amparados en la pasividad de autoridades que, en cambio, se muestran intolerantes ante expresiones culturales como el gagá, o cualquier otra que consideren “haitiana”. Y no se inmutan siquiera cuando deben desconocer derechos o prácticas solidarias, como ha sucedido con las parturientas en los hospitales y con la destrucción de Matamosquitos.

Estas dos últimas actuaciones, dirigidas contra mujeres indefensas que necesitan atención médica en un trance como es parir, y el desborde de maldad —¿esquizofrénica?— en la destrucción del asentamiento de “Gazamosquitos”, hasta ahora nunca sufrido, deben estar en la agenda de esa reunión, tanto por su crueldad como por su ineficiencia. Porque muchas de esas parturientas haitianas perseguidas en hospitales residen en el país con la “legalidad” que les han permitido las circunstancias. Y en el gueto destruido vivían dominicanos y dominicanas.

En el párrafo anterior entrecomillé “legalidad” porque han sido las autoridades —entre ellas, los cuatro que se reunirán el miércoles 14— responsables de que la migración haitiana hoy sea el problema que es. Con la tardía excepción de Hipólito Mejía y su promulgación de la Ley de Migración 285-04 —ignorada por Leonel durante más de siete años—, y con la pretendida reparación que Danilo Medina intentó mediante la empantanada Ley 169-14 frente a la abusiva, fatal y perversa sentencia 168-13, que despojó a miles de haitianos de su estatus legal, el panorama no ha hecho sino empeorar. Luis Abinader, pese a sus afanes ante organismos internacionales y medidas internas, parece ni siquiera estar enterado de la necesidad que tienen haitianos de un documento que les permita sobrevivir en República Dominicana.

La reciente petición de productores de banano, para que se les permita regularizar la permanencia de trabajadores en sus fincas y evitar pérdidas económicas cuantiosas en la exportación, desnuda la hipocresía de la sociedad dominicana frente a la migración haitiana. Esa que, franco como es, Hipólito Mejía plantea que es necesaria y sugiere abordar desde la realidad, como conocedor del aparato productivo —lo que el presidente reconoce—, y que el PLD perfila en un documento con elementos definidos para saber cómo enfrentar un problema del que se desconoce casi todo, empezando por cuántos son.

La expectativa de esa reunión descansa también en que ni Hipólito Mejía ni Danilo Medina pueden participar en la tómbola electoral; Abinader es poco probable que lo haga, pues anda tras su legado histórico desde la Presidencia de la República. Partiendo de eso, solo a Leonel podría atribuírsele un supuesto interés en mantener la manipulación del tema haitiano con fines politiqueros. Pero se le enrostra tal acusación a quien lo ha entendido como un elemento del desarrollo, de la solidaridad, desde la decencia.

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