Por Osvaldo Santana
Sí. Compramos en el supermercado, pero muy pocos, no sé qué tantos, revisan el listado de lo pagado. Simplemente, llega el total y pasas la tarjeta. ¡Y punto! Te vas con lo adquirido.
Pero ocurren cosas… Suelo preguntarle a mi esposa por el costo de algún producto, pero siempre me responde lo mismo, que igual yo olvido: -Es que no puedo detenerme en averiguar lo que me costó cada artículo. Ni siquiera después de llegar a la casa.
Ahí está el detalle. Y por eso esta historia, que más bien es una advertencia. El pasado 24 de mayo de 2025 acudí al supermercado Bravo de la avenida de Los Próceres, Distrito Nacional, a comprar unas cositas: 2 (dos) piñas, 1 (uno) paquete de vasos de papel, y agregué 1 (una) lechosa. Ah, también algo llamativo en el estante que se sumó por esos resortes estimulantes del consumo: jugo de “uva”, (aunque el envase del líquido color uva no tiene la palabra “jugo”) a un precio demasiado bajo. ¡Qué curioso!
La cuestión es que al pasar esas minucias por la caja sumaron RD$841.00, ITBIS incluido. No revisé al detalle lo comprado, pero me intrigó que dos piñas, cada una a RD$84.00; un paquete de vasos de papel, por RD$129.00; una lechosa hawaiana que no podía valer más de RD$70; un galón con un contenido líquido tinto identificado como “uva” por RD$114.00, ascendiera a RD$841.00, por más ITBIS incluido.
Había una desproporción, y entonces le comenté a la cajera que creía que el cobro era excesivo, que debía haber un problema. Ella ripostó que solo había cobrado lo que había pasado por la máquina sumadora. Pero insistí en que no podía ser, que esos cinco artículos ascendieran a RD$841.00. Ella se irritó, pero no cedí, y le pedí, que por favor revisara. Entonces, ella me dijo que tenía gente en línea y no podía, que fuera a servicio al cliente. Afortunadamente, el empacador, un joven sensato, atinó a decirle: -Señora, pero revise la factura.
Y fue entonces cuando ella tuvo que admitir que me estaba cobrando la lechosa por RD$430.90, y al ver el detalle, pude determinar que me había facturado tres paquetes de “ciruelas rojas”. Como las lechosas no tienen código, tuvo que registrarlo manualmente, y al parecer se equivocó.
Entonces, servicio al cliente trató de repararlo ofreciéndome una nota de crédito, o que buscara otra cosa para compensar, siempre induciendo al consumo, cuando había sido un error de su cajera. Hasta que al final me hicieron la devolución como debía ser: cash.
Entre los contados productos estaba la lechosa, pero la cobraron como “ciruelas rojas”, y no una, sino 3 (tres)… aunque en realidad lo que había pasado por el cajero fue una lechosa.
El monto cobrado de más fue RD$395.00. No es lo esencial, porque ¿qué tanto se puede hacer con esos pesos? El asunto es que, si pasó eso conmigo, en cinco cositas, qué pasaría cuando una ama de casa compra 50 (cincuenta artículos). Es imposible que descubra que, en vez de lechosa, le han facturado otra cosa, con un precio extraordinariamente mayor. No se va a dar cuenta, aunque tenga el hábito (sería muy raro) de revisar precio contra artículo, que, en el momento, ante la cajera, es un imposible.
Hay que imaginar que se trató de un error material de la pobre y exhausta cajera. Eran las 8:52:06 p.m.
De todas maneras, ese tipo de caso termina como un beneficio para el supermercado y una pérdida para el cliente.
“Uva”
Ojo: Te ofertan: “Uva”, y mira el contenido, perfecto color uva. Sin embargo, el precio debía disuadirte, ¿un galón de “jugo de uva” por RD$114.00? Bajo el sello PROFRUVECA, a base de sodio (5 miligramos, 0%), vitamina D (0 mg, 1%); calcio 0 mg (1%); carbohidratos totales 12g, (4%); azúcares totales 12g; potasio 5g, (1%). Ingredientes: Agua tratada, azúcar líquida, saborizante natural y artificial de uva, ácido cítrico, benzoato de sodio y sorbato de potasio.
La verdad, ¿debe permitirse que eso se ofrezca y se venda mediante tal simulación como “uva” o “jugo de uva”?