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jueves, diciembre 26, 2024

Que la sangre no llegue al río en la franja fronteriza

POR SANTO SALVADOR CUEVAS

Mucho antes que nacieran las repúblicas de Haití y Dominicana, las potencias colonialistas de la época, no solo se apoderaron a sangre y fuego del territorio de la isla de Santo Domingo, sino que se la repartieron tal si fuera un pastel.

Es bien sabido que esa separación, y luego reparto del territorio insular, tuvo su punto de partida en lo que los historiadores han definido como "Las devastaciones de Osorio", refiriéndose a las mudanzas que para 1605 y 1606, puso en ejecución el gobernador de Santo Domingo, Antonio Osorio.

Estos acontecimientos se dieron en un proceso en que Francia y España, iban consolidando el pillaje o dominio de un territorio que no era el suyo y que estaba situado a millares de kilómetros de sus países.

Es decir, la isla de Santo Domingo se encontraba a millares de kilómetros de Francia, como de España, y ellos se los pelearon como botín de guerra, terminando sus batallas en 1776, con el establecimiento de una línea divisoria, mediante un acuerdo que firmaron el gobernador José Solano y Bote y el Conde de Annery.

Reparto y división territorial de la isla que luego fue ratificado en diferentes tratados a lo largo del tiempo, desde los convenios de Aranjuez en 1777, de Basilea de 1795, hasta los tratados firmados en los gobiernos de Horacio Vásquez y Louis Bornó (1929) Rafael Leónidas Trujillo Molina y Stenio Vicent (1936).

Al establecer 5 kilómetros del Río Massacre como líneas divisorias en la zona Norte, y en el Sur el Río Pedernales. Desde que se toman estas decisiones en 1776, el río Masacre pertenece, primero a la Colonia de Santo Domingo, y luego ratificado en cada tratado, después del nacimiento de las repúblicas de Haití y República Dominicana.

De modo que, el Río Masacre, en todos los pactos suscritos, es de pertenencia dominicana, pues el mismo tiene su nacimiento en la Loma de Cabrera, en Dajabóni y su desembocadura después de correr más de 180 kilómetros, en la Bahía de Manzanillo.

Es decir, históricamente el Río Masacre, es dominicano.

La decisión unilateral de construir un canal para hacerse de las aguas de un río, que no es suyo, es un acto de robo, un desafío y una provocación, con lo cual se desconocen convenios que internacionales, históricos, y que están muy definidos en la Constitución de la República Dominicana.

El gobierno de Haití juega al neutral

Mientras cunde la amenaza de un baño de sangre en la frontera, el Gobierno haitiano hace como Pilatos, desvinculándose de la acción que busca apoderarse de las aguas de un río dominicano, con el propósito expreso y evidente de "soplar" la acción irresponsable y peligrosa, mientras pretende imponer una salida desde una mesa de diálogo.

Creo que el gobierno y pueblo dominicanos, no deben jamás renunciar al derecho soberano sobre el río Masacre.

Los dominicanos debemos entender que la pobreza de Haití es el Talón de Aquiles de nosotros y por tanto tiene que haber coherencia, entre lo que durante años se grita en los foros internacionales, como en la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización de Estados Americanos OEA) y demás organismos regionales.

Por tanto, si bien es cierto que los dominicanos debemos defender nuestro territorio, también es cierto que el mejor aporte a mitigar la pobreza en Haití es aportar las aguas que van al mar, para que Haití pueda irrigar cientos de tareas.

Para eso se debe establecer un dique o control de las aguas por los dominicanos y en un gesto de solidaridad, proceder a establecer fecha y tiempo para facilitar ese servicio.

Esa salida es mejor, es más humana y aleja la posibilidad de un baño de sangre, que podría desembocar en una intervención armada y llevarnos a perderlo todo, en lo que se aclara el caso.

Debemos ser firmes, pero prudentes y diplomáticos a la vez.

Santo Salvador Cuevas
Santo Salvador Cuevas
Quien escribe es militante social de larga data, egresado con honores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) licenciado en Filosofía y Letras, con residencia en el municipio de Tamayo, al Sur del país.

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