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miércoles, octubre 15, 2025
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¿Puede Abinader mejorar su imagen?

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Por Osvaldo Santana

¿Debe estar contento el presidente Luis Abinader, o al menos satisfecho con el nivel de aprobación que muestran las encuestas en estos momentos?

La respuesta a esta pregunta tendrá que ser necesariamente negativa, pero el mandatario puede mejorar su imagen, muy alicaída en los últimos dos meses, cuando agosto y septiembre le hicieron una mala jugada.

Durante esos dos meses se produjeron los días más amargos para el presidente de cara a la población, hastiada por el deterioro de los servicios, y dramáticamente, el de electricidad y denunciados deterioros en los servicios de salud en los hospitales.

A todo eso se agregó con salsa el escándalo de corrupción en Seguro Nacional de Salud (SENASA), más otras quejas menores que minaban la proa o bandera gubernamental, que se afirma en la transparencia y la lucha contra la corrupción.

Inquieto, el gobierno en esos días incluso cambió la cabeza del equipo de la Dirección de Estrategia y Comunicación Gubernamental (Diecom), a cargo de Homero Figueroa, que había sido señalado por contrataciones fuera de los marcos establecidos por la ley de Compras y Contrataciones, durante el año 2024.

El gobierno quedó bajo fuego de la oposición, y estaba consciente de que pasaba por un mal momento y movió algunas fichas, que probablemente no sean suficientes para mejorar el deterioro de la percepción negativa ante la población.

Y es precisamente el momento oportuno para preguntar: ¿cómo puede la Administración, y en particular, el mandatario para mejorar su imagen?

Lo primero que debería hacer es dejarse defender y acompañar. Así de simple como suena. Porque el presidente Abinader tiene ante la ciudadanía todo el peso del gobierno encima. Es pitcher, cátcher, y por momento juega todas las bases, un imposible. 

El método de jugar solo le había dado resultado desde 2020, cuando la oposición estaba prácticamente abatida, y una buena parte muy desacreditada por los escándalos de corrupción del gobierno de Danilo Medina. Sumados al apoyo que había concitado Abinader para alcanzar la victoria.  Su labor frente al COVID y todo el populismo que generaba tantos aplausos, era suficiente para que su liderazgo no fuese ensombrecido por figuras de su organización que poco le agregarían.

Desde entonces, el presidente se convirtió en vocero del gobierno y de sí mismo. Se defendía prácticamente solo. Supo pelear al mismo tiempo con más de uno de sus adversarios. 

Son escasos, si existen, los registros donde alguno de los funcionarios aparece defendiendo sus realizaciones. La mayoría de sus acompañantes enmudeció durante todo el primer período.

Arriba de todo eso, el presidente no tiene pausa. Habla y sale cada día. Su exposición es permanente. La Semanal, en medio de su campaña a la reelección vino a coronar toda esa actuación conveniente. Su alta concurrencia solo en el escenario resultó exitosa.

Ya algunos habían advertido que el mandatario se expone demasiado, pero él mismo se encargó de señalar que es su estilo, asociado a su visión de la transparencia, y como “no tiene nada qué esconder”, igual puede hablar en cualquier momento.

Pero llegaron los idus de agosto y septiembre, y el presidente se vio en apuros con la caída de los servicios y el rechazo ciudadano. La situación resultaba claramente peligrosa, tanto que debieron guardarse los atisbos propensos a replantear el tema de la reforma fiscal, pese a las recomendaciones de los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Hacerlo bien

Pero el presidente tiene que gobernar y seguir el propósito esperado de hacerlo bien. Debe concentrar la mayor atención a su ejercicio como jefe de la Administración.

Pero debe dejar que algunos de sus agentes que pudieran resultar asertivos actúen, sin dejar de dirigir la orquesta. No puede seguir dando la impresión de que es el único que sabe defender.

Los demás funcionarios de su gobierno deben dar la cara. Y no es un decir, es su obligación. Hablar por sus actos que son los de todo el gobierno.

El Partido Revolucionario Moderno (PRM), el partido de gobierno, igual debe dar la cara. Su silencio en los momentos más apremiantes es inexplicable. Más allá de las eventuales opiniones del secretario de la Presidencia, que además es el presidente de esa agrupación, se podrían contar con los dedos de una mano aquellos que defienden “la obra gubernamental”. Parecería que están instruidos para que guarden silencio.

Un activo silenciado es Hipólito Mejía, pero quizás Abinader dirá: no me defienda, compay. El dato de que su agenda principal es Carolina quizás devenga en un inconveniente.

Al margen de las vocerías o defensas del gobierno, al final son los hechos los que moldearán la apreciación ciudadana sobre el desempeño gubernamental. Siendo así, el gobierno debe acelerar los trabajos para terminar las tantas obras comprometidas o iniciadas.

La inauguración del distribuidor del tránsito en la calle Isabel Aguiar, en Herrera, en la entrada suroeste de la ciudad, y la entrega formal de la ciudad sanitaria Luis Eduardo Aybar, constituyeron un golpe de efecto en medio del vendaval de septiembre. Contribuyeron a atenuar las críticas opositoras. 

En esa perspectiva, nuevas obras importantes concluidas serían magníficas respuestas a las demandas sociales, y por extensión, servirían para disminuir la fuerza de las expresiones críticas de la oposición.

En la misma dirección, Abinader debe economizarse el anuncio de tantos y tantos nuevos proyectos que no podrá terminar en el tiempo que le queda, como el monorriel de Santo Domingo. Pero si concluye las obras importantes, que no avanzan a la velocidad deseada, descalificaría a quienes dicen que las mismas nunca terminan. 

Un énfasis importante en mejorar la gestión del servicio eléctrico y acelerar la entrada de nuevas plantas, lo mismo que mejorar urgentemente la prestación de los servicios hospitalarios, irían en la misma dirección.

Sería igual conveniente para un presidente que desea concluir bien su mandato, bajo el paradigma de la transparencia y la integridad, declarar “alerta máxima” frente a los ladrones que pudieran anidarse en su equipo. Escándalos como el de SENASA sugieren que algunos podrían estar bajo su sombra.

Y no olvidar, no perder de vista, que corre el segundo año de su último período. El tiempo apremia, y en breve, el país estará envuelto en una campaña devastadora y destructiva. 

Todo eso sería útil para Abinader mejorar su imagen frente a la ciudadanía…

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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