La presencia de marines de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en territorio dominicano, cercano a la frontera con Haití, ha provocado un revuelo de gran magnitud.
Diversos sectores de la República Dominicana, afines al pensamiento duartiano y a posiciones antiimperialistas y antiintervencionistas, han considerado esta acción como una ofensa al país, a su Constitución y a los principios de soberanía que han caracterizado al pueblo dominicano.
Hoy en día, se ha convertido en una tendencia mundial que, ante cualquier conflicto entre países, las fuerzas interventoras busquen imponer sus propios principios e ideologías.
Esta intervención se percibe en conflictos como los de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Palestina, Bolivia, entre otros.
Sin embargo, en el caso haitiano, la presencia de Estados Unidos, a pesar de su inherente dosis de injerencia, despierta cierta simpatía por su potencial utilidad.
En realidad, todos desearíamos que los conflictos en Haití los resolvieran los propios haitianos, pero esa idea es una quimera, un anhelo que jamás se cumplirá por diversas razones.
Las bandas criminales y terroristas que operan en ese país parecen invencibles frente a las tropas pacificadoras, que provienen de distintos países y están lideradas por Kenia.
El más reciente episodio de esta “película de terror” fue el tiroteo a dos aviones de transporte de pasajeros en pleno vuelo, un incidente que pudo haber ocasionado una terrible tragedia.
Hace apenas unos días, las tropas pacificadoras habían anunciado que la zona vecina al aeropuerto estaba bajo control y las bandas, desarticuladas.
En más de diez foros internacionales, incluyendo la Asamblea General de las Naciones Unidas, nuestro país ha reclamado ayuda mundial para detener el desastre y el terror que vive Haití, donde miles de personas, entre ellas mujeres y niños, han perdido la vida.
Si de este lado de la isla podemos contribuir a terminar con esta barbarie, y ello implica que militares extranjeros lleguen a nuestro territorio para definir estrategias de solución, no sería un pecado ofrecer la ayuda que tanto hemos reclamado para controlar y erradicar a los bandidos de ese país.
Este esfuerzo internacional tiene todas las características de un mal necesario.
Cuando se creia que la incursion lideradad por Kenia en Haiti sería una solución rápida, al memos con la desarticulación de las Bandas, éstas han recrudecido sus acciones y desafiado hasta la cirlcuacion aérea.