Por Octavio Santos
En la República Dominicana, los aviones despegan y aterrizan cada día en aeropuertos llenos de turistas internacionales.
El país bate récords en llegadas, construye carreteras nuevas, amplía terminales y recibe millones de visitantes al año. Pero si alguien intenta comprar un pasaje para volar dentro del territorio nacional, de Santo Domingo a Puerto Plata, o de Santiago a Pedernales, descubrirá que no hay vuelos regulares.
El transporte aéreo local, ese que conecta provincias, prácticamente desapareció de acuerdo con datos publicados en Datos.gob.do del Departamento Aeroportuario bajo los informes Operaciones Helipuertos Nacionales, 2017–2025 y Operaciones Aeroportuarios Domésticos 2017-2025.
En 2017, los aeropuertos domésticos registraron 13,023 operaciones, entre despegues y aterrizajes. Ocho años después, la situación es muy distinta. En 2024 solo hubo 3,293 vuelos, y en 2025 —con datos hasta septiembre— se contabilizan 3,006. Es decir, el país tiene hoy apenas una cuarta parte de la actividad que tenía hace menos de una década. La caída no es reciente: ya para 2019 los vuelos habían bajado a 1,006, mucho antes de la pandemia. En 2020, con el cierre sanitario, los registros cayeron a 323. Desde entonces ha habido pequeñas recuperaciones, pero ninguna que devuelva al sistema al nivel de 2017.
La historia que cuentan los números
El Departamento Aeroportuario lleva un registro anual de las operaciones en los aeródromos locales. Es una serie que muestra, año por año, cómo la aviación doméstica fue desapareciendo de los cielos nacionales.
Después de los 13,000 vuelos de 2017, el número se desplomó en 2019 a poco más de mil. En 2020, con el impacto del COVID-19, los vuelos cayeron a su punto más bajo. En 2021 hubo un pequeño repunte a 699, en 2022 bajaron otra vez a 475, y en 2023 la cifra subió con fuerza a 3,022. El 2024 cerró apenas un poco por encima, con 3,293. El 2025 aún no termina, pero con solo nueve meses reportados, las 3,006 operaciones acumuladas muestran que la tendencia se mantiene estable, sin grandes variaciones.
A primera vista, los datos podrían parecer un rebote después del encierro sanitario. Pero el desplome comenzó antes. Entre 2017 y 2019 la actividad aérea local cayó más del 90 %, cuando todavía no había restricciones internacionales.
Esa brecha temporal deja abiertas varias preguntas que los números no responden: ¿por qué dejaron de volar los aviones locales? ¿Qué ocurrió con los aeródromos que antes conectaban las regiones? ¿Sigue habiendo demanda para rutas domésticas o el mercado desapareció?
Los helicópteros: un crecimiento moderado
En paralelo, el mismo informe muestra la evolución de los helipuertos nacionales, donde se registran los traslados en helicóptero dentro del país. A diferencia de los aeropuertos domésticos, esa serie está completa desde 2017 hasta 2025, y los números se mueven con menos altibajos. En 2017 se contaron 5,346 pasajeros. Luego vinieron tres años de caídas: 4,526 en 2018, 4,519 en 2019 y 3,889 en 2020. A partir de 2021, los números comenzaron a subir otra vez: 5,066 en 2021, 5,158 en 2022, 5,950 en 2023 y 7,106 en 2024, el mayor nivel en la serie. En 2025, hasta septiembre, se registran 5,271 pasajeros.
A diferencia del transporte aéreo con aviones, los helicópteros muestran una recuperación lenta y continua, sin saltos bruscos.
Entre 2017 y 2024, el número total de pasajeros aumentó un 32.9 %, pero con un ritmo irregular. Durante los primeros tres años hubo descensos, luego una recuperación gradual y un crecimiento más claro a partir de 2023.
Es decir, los helicópteros no se dispararon, pero tampoco retrocedieron como los vuelos domésticos. Mantienen un aumento sostenido, aunque limitado.
El problema es que el crecimiento en los helipuertos no compensa la caída de los aeropuertos locales. En el mejor año de la serie, los helicópteros sumaron poco más de 7,000 pasajeros, mientras que en el mejor año de los aeropuertos locales se registraron más de 13,000 vuelos. Son magnitudes diferentes —una cuenta personas y la otra operación—, pero muestran que la aviación nacional, en conjunto, sigue lejos del nivel que tenía a mediados de la década pasada.
Un país con turistas en el cielo, pero sin vuelos entre provincias
Resulta paradójico que un país que encabeza las estadísticas de turismo en el Caribe tenga tan poca movilidad aérea interna. República Dominicana recibe más de 11 millones de visitantes internacionales al año, pero la mayoría entra y sale por tres aeropuertos principales: Punta Cana, Las Américas y Cibao. Desde allí, casi todos los desplazamientos hacia otras provincias se hacen por carretera.
Para entender la dimensión del problema basta un ejemplo: un turista puede llegar sin dificultad desde Europa hasta La Altagracia, pero no existe un vuelo regular que lo lleve de Punta Cana a Puerto Plata o a Pedernales. El país que conecta con el mundo por aire no se interconecta consigo mismo.
Los aeródromos del interior —como Arroyo Barril en Samaná, Constanza o Cabo Rojo— registran pocas operaciones al año, y la mayoría corresponden a vuelos privados, institucionales o de entrenamiento. Mientras tanto, los helicópteros han ganado un papel visible en zonas turísticas y urbanas, pero su uso sigue siendo limitado a personas o empresas con alto poder adquisitivo.
Los datos parciales de 2025
El informe oficial aclara que los datos de 2025 solo llegan hasta septiembre. Esto significa que los números de ese año son parciales y no deben compararse directamente con los de los años anteriores, que tienen 12 meses completos.
Aun con esa aclaración, los valores permiten ver una tendencia: en aeropuertos, 3,006 operaciones en nueve meses apuntan a un cierre cercano a 4,000 vuelos si se mantiene el mismo ritmo en los últimos tres meses. En los helipuertos, los 5,271 pasajeros acumulados podrían proyectar un cierre entre 7,000 y 7,500, lo que significaría mantener el nivel de 2024, sin grandes aumentos.
Esa estabilidad puede interpretarse de muchas maneras, pero los datos no hablan de un auge. No hay un crecimiento explosivo ni en vuelos ni en pasajeros. Más bien, parece que la aviación local se mantiene en una franja baja, donde los números cambian poco de un año a otro.