Roberto Rímoli
[Investigador en Comunicación y Psicología]
La vocal “e “ aparece con gran frecuencia en los nombres de las consonantes del alfabeto español, como en “be” (B), “ce” (C), “de” (D), “efe” (F), “ele” (L), “eme” (M), “eñe” (Ñ), “pe” (P), “te” (T) y otras. Esta predominancia no es casual, sino que responde a razones fonológicas, históricas y prácticas dentro de la estructura del idioma español.
Explicaré claramente por qué la vocal “e” es la más común en los nombres de las consonantes, destacando su rol central en el idioma.
En primer lugar, la vocal “e” es fonológicamente neutra y central en el sistema vocálico del español, que consta de las vocales “A”, “E”, “I”, “O” y “U”. Entre estas, la “E” ocupa una posición intermedia en términos de apertura y altura (es una vocal media, frente a [A], que es abierta, e [I], que es cerrada).
Esta neutralidad hace que la “e” sea fácil de articular y combinar con consonantes, ya que no requiere de un esfuerzo articulado extremo, como bien ocurre con la [I] –que es más cerrada- o [A] –que es más abierta-. Ejemplo, en palabras como “be” o “te”, la “e” proporciona una sílaba clara y natural que complementa con el sonido consonántico.
En primer lugar, la vocal “e” es fonológicamente neutra y central en el sistema vocálico del español, que consta de las vocales “A”, “E”, “I”, “O” y “U”. Entre estas, la “E” ocupa una posición intermedia en términos de apertura y altura (es una vocal media, frente a [A], que es abierta, e [I], que es cerrada).
Desde una perspectiva acústica, la “e” tiene una sonoridad equilibrada que la hace ideal para formar nombres de letras que sean audibles y distinguibles. En contextos como deletrear o enseñar el alfabeto, los nombres de las letras deben ser claros, especialmente en entornos educativos.
La vocal “e” al ser una vocal media tiene una frecuencia acústica que no es ni demasiado aguda como la “i”, lo que hace fácil de percibir y pronunciar la mayoría de los hablantes. Por tal razón, palabras como “ce” o “de” son más comunes que –por ejemplo–: “ci” o “di”.
Los nombres de las letras en español derivan del latín, donde la “e” también era común en los nombres de las consonantes. En el alfabeto latino, letras como “be” (B), “ce” (C) y “de” (D) ya incluían la vocal “e”, algo que se heredó de las lenguas romances, incluido el español.
Esta tradición se mantuvo porque la “e” era una vocal frecuente y versátil en el latín, y su uso en los nombres de las letras facilitaba la pronunciación de una amplia variedad de contextos lingüísticos, como por ejemplo la letra “B” se pronunciaba “be” en latín, y esta forma se trasladó al español sin cambios significativos. Otro factor es la economía lingüística y la simplicidad.
En español los nombres de las consonantes son breves y consistentes, y la “e” permite formar sílabas cortas y efectivas, como por ejemplo palabras como: “be”, “pe” o “te” son monosílabos que combinan una consonante con la vocal “e”, creando un patrón uniforme que facilita la memorización y el uso del alfabeto.
En contraste, nombres más largos con otras vocales, como “jota” (J) o “hache”, son excepciones que a menudo reflejan orígenes históricos específicos o una influencia de otras lenguas, como el griego (“jota” derivada de “IOTA”.
La frecuencia de la “e” también está relacionada con su prevalencia general en el español. Investigaciones lingüísticas muestran que la letra “e” es la vocal más común en el léxico hispano, apareciendo con mayor frecuencia en palabras debido a su verticalidad fonética y su compatibilidad con una amplia gama de consonantes.
Esta tendencia se refleja en los nombres de las letras, donde la “e” actúa como una vocal “por defecto” para formar sílabas simples y naturales, como en “eme” (M) o “ene” (N). Como si fuera poco, la “e” predomina porque ayuda a mantener la consistencia en la pronunciación del alfabeto.
Muchas consonantes en español tienen nombres que siguen el patrón CONSONANTE + “E” (por ejemplo, “be”, “ce”, “de”) lo que crea un sistema regular y predecible. Este patrón es especialmente útil en la enseñanza del alfabeto, ya que los niños y los aprendices de la lengua pueden anticipar que la mayoría de las consonantes se nombran con una “e”, lo que simplifica el aprendizaje.
Excepciones como la “jota” (J) o la “equis” (X) destacan, pero no rompen la tendencia general hacia la “e”. En algunos casos, la elección de la “e” también evita ambigüedades. Por ejemplo, usar otras vocales podría complicar la pronunciación o generar confusión con los sonidos que las letras representan en las palabras.
La “e” ofrece una solución neutral que no interfiere con la representación fonética de la consonante. Nombrar la “c” como “ce” es más claro que digamos “ca”, que podría asociarse solo con el sonido “ka” (K) y no con el sonido (o) o (s) que la “C” también representa en español.
La “e” actúa como una vocal “por defecto” que facilita la pronunciación y el aprendizaje, consolidando de paso su rol central en el sistema del alfabeto español.





