Por Federico Pinales
Jesús dijo que el hombre era digno de sus salario.
Aunque llevara hábitos, sotana y un santo rosario.
Especialmente para aquellos religiosos que trabajan sin horarios, después de haberse pasado un largo tiempo preparándose en un seminario.
Lo mismo sucede con los periodistas de profesión, que fueron a una escuela de comunicación, motivados por la vocación y la pasión, que se sienten cuando se está bien informando y orientando a la población.
Sin la malsana intención de lograr una criminal manipulación, en contra o a favor de gente, instituciones o empresas sin pudor, que nunca han conocido el honor, ni la sensibilidad humana, aunque de pies a cabeza ya estén llenos de canas, haciendo y deshaciendo lo que les ha dado sus ganas.
Escondiéndose detrás del santo rosario, el hábito o las sotanas.
Los periodistas, sacerdotes y cualquier líder religioso que se asocien, apoyen, protejan y promuevan cualquier actividad o acción injusta e inhumana, motivados por intereses personales, no espirituales, son vulgares negociantes y traficantes de sentimientos, capaces de poner sus sotanas, sus hábitos y sus plumas al servicio del mejor postor, sin importarles que sea el más inhumano y criminal explotador, porque, “erróneamente” para ellos, ese es un hombre de respeto y honor.
Aunque haya sido un vulgar atracador, y ahora se venda como próspero inversor, que viene a “sacar” al país de una supuesta ruina, como excusa para explotar nuestras minas, llevarse nuestro oro y dejar nuestros suelos llenos de cráteres y verdaderas ruinas.
Mientas políticos, periodistas, religiosos y empresarios vendidos, alaban y endiosan a esos bandidos en perjuicio del pueblo embrutecido, hambriento y oprimido.
Hay momentos en que Dios les pone pruebas a los que están llamados a ser sus discípulos, y a muchos no tan religiosos, que han pasado sus vidas pontificando y dando ”CÁTEDRAS” de ética, objetividad y moralidad, con un soberano cinismo digno de admirar.
El surgimiento del internet y las “benditas” redes sociales, han dejado sin caretas a insaciables y feroces animales, con ropajes de santos intelectuales, encubridores y promotores de todos los males, que circulan por las enormes tuberías cloacales.
Pestilentes y nauseabundas, donde se alimentan y se esconden las ratas inmundas.