Por Alfonso Tejeda
Por los años de vida que tiene, a David Collado, el ministro de Turismo, es dable descartar que padezca algún síntoma (¡“Dios lo libre"!) de Alzheimer, esa enfermedad desastrosa que tanto pavor provoca, que hasta un apelativo – “El alemán inquieto”- tiene para llamarla, pero sí hay que atribuirle una lúcida mente en cuanto al tratamiento que dispensa a las necesidades que tiene Pedernales para corregir sus males a través del desarrollo turístico.
Esa es una fácil conclusión a la que se llega cuando se revisa el accionar del dinámico ministro, quien manifiesta un desdén en cuanto a las obras de infraestructuras que demanda la provincia de Pedernales, algunas de las cuales se comprometió él, tal el malecón de la ciudad en junio del 2021, en un discurso para anunciar esa obra y el plan de ordenamiento territorial.
Hinchando las siempre inagotables esperanzas de quién confía en las expectativas para mejorar sus condiciones de vida, Collado dijo entonces que ese era el inicio del desarrollo de la industria turística de la zona sur, olvidada de los gobiernos por más de 100 años, a los que se suman los casi cuatro de su gestión, contada a partir de aquel anuncio suyo, que parece haber olvidado.
Y digo que se le olvidó el malecón de Pedernales porque, con una contrastable, aunque limitada disposición del presidente Luis Abinader en la ejecución de algunas obras: -hoteles y otras infraestructuras en la zona de Cabo Rojo y bahía de Las Águilas, donde hay un notorio movimiento de construcción-, en la playa de Bocanye, la presencia del ministerio de Turismo se distingue por su ausencia.
Ese desdén de Collado a Pedernales resalta en sus últimas acciones, tales las del malecón de San Pedro de Macorís, donde, desafiante, el ministro obligó al contratista a terminar los trabajos imponiéndole una millonaria sanción económica, igual en Samaná, cuando con altisonante “San Antonio” demandó más eficacia de los responsables de la obra, y en Boca de Cachón, provincia Independencia, con la muy atractiva remodelación del balneario.
Esa remodelación del balneario de Boca de Cachón, iniciada dos años atrás, es parte del desarrollo turístico del Sur, y es muy plausible que se hiciera con calidad, cobertura, eficiencia y eficacia, disposición que, si se hubiese compartido en el malecón de Pedernales, ya los residentes y visitantes de la zona “más austral” del país podrían estar disfrutando de la deliciosa playa de Bocanye.
La lentitud para implementar el plan de desarrollo turístico impide que los residentes logren mejorar sus condiciones de vida y que los visitantes disfruten las maravillas naturales que se alojan en ese territorio, como las existentes en la sierra de Bahoruco, accesibles si Turismo se empeñara en la readecuación de la carretera que comunica a Acetillar con Puerto Escondido.
Por esa vieja carretera llegaron los primeros pobladores a Pedernales desde Duvergé, cuando el tránsito era en mulos y caballos, y ahora sólo la transitan osados motociclistas y aventureros, que con su desafío muestran a los pedernalenses que la acción combate el Alzheimer, ese que es el desdén de David Collado