Por Federico Pinales
No me cansaré de repetir como un loro, aunque nadie me haga coro.
¿Qué pasa con los diferenciales que está produciendo el oro?
Nuestro más preciado tesoro.
Entiendo que hace rato se debió revisar un contrato, que se mal negoció cuando el preciado metal estaba súper barato.
No sé si hubo componendas, corrupción o falta de tacto, cuando se firmó y se ratificó ese leonino contrato.
Cuando estoy concentrado en mi íntima soledad, me pregunto con frecuencia, ¿cuándo los dominicanos vamos a elegir a políticos que conozcan la decencia, y que no digan una cosa abajo y otra cuando asumen la Presidencia?
También cuando vamos a escoger a legisladores con dignidad y valores, incapaces de vendérseles a los mejores postores, y dispuestos a representar bien a sus electores, sin escondidas componendas con oscuros sectores, voraces, rapaces y sin pudores, que se higienizan con los principios y los valores, de los hombres con dignidad y honores.
Llegó la hora de ponerle fin a los pequeños dictadorcillos, que, junto a sus corillos, superaron a Trujillo.
Esos “santos inmaculados”, que nacieron sin cunas, sin brillo y con pañales cubriéndoles los fondillos, que se vendieron como mansos conejillos y que salieron con más fortunas que todas las camarillas de Trujillo.
Ahora compiten en igualdad de condiciones con millones, yates y mansiones, con la vieja casta de “jorocones.”
Esa misma que ha seguido comiéndose el pastel, subiendo y tumbando gobiernos de acuerdo con sus mejores intereses económicos y conveniencias políticas.
La plata, el oro y nuestros más preciados tesoros, no pueden seguir siendo piñatas de los viejos y los nuevos Trujillo, con el hipócrita traje de demócratas “reformadores”, a quienes se les debería llamar vulgares desfalcadores, corruptos y corruptores, inhumanos de los peores.
Traficantes de sentimientos y comerciantes de la miseria humana, manipulada en beneficio propio cada cuatro años, a través de todos los medios masivos, adquiridos con los bienes sustraídos a ese mismo pueblo, que mantienen sumido en la ignorancia, dándole a consumir contenidos chatarras y propagandas falsas, para endiosar a los demonios.