A la salida del gobierno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), encabezado por el ingeniero Hipólito Mejía, el 16 de agosto de 2004, decidí regresar al trabajo en los medios de comunicación. Mantenía un programa de televisión en el canal 19 de Cinevisión, junto a mi colega Daniel García Archibald, en horario matutino. La productora de la sección deportiva era la señora Arelis Reynoso, madre del estelar baloncestista de la NBA, Al Horford.
Lo que me permitió integrarme al principal programa radial del país en ese momento, El Gobierno de la Mañana, fue el vínculo que establecí durante mi gestión como gerente general de Relaciones Públicas de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE) con los productores de ese espacio, especialmente con su director, los fenecidos Willy Rodríguez y Don Álvaro Arvelo.
En aquella época, había numerosas quejas sobre el servicio eléctrico y los abusos en la facturación tanto residencial como empresarial por parte de las distribuidoras eléctricas, entonces bajo el control de la polémica empresa española Unión Fenosa. Cada vez que la audiencia denunciaba un problema en El Gobierno de la Mañana, solían llamarnos para que diéramos respuestas, ya fuera sobre apagones, la falta de transformadores, postes derribados o cables eléctricos tendidos peligrosamente en el pavimento. A cada una de esas quejas les ofrecíamos soluciones dentro de nuestras posibilidades, lo que me acercó aún más a Rodríguez y Arvelo.
Cuando salí del gobierno y de la CDEEE, en una ocasión me encontré con Willy Rodríguez, quien me preguntó: "¿Y tú qué haces ahora?" Le expresé mi interés en trabajar en la emisora, recordando que me había dicho: "Si pierden el gobierno, llámame para que te vengas acá."
Willy me respondió: "Voy a hablar con Bienvenido Rodríguez y con Don Álvaro. Creo que podrías encajar aquí." Le dije: "Para mí sería un honor trabajar con Don Álvaro y con ustedes." Al día siguiente, después de terminar el programa en el canal 19, recibí una llamada de Willy: "Pasa por aquí, que tengo buenas noticias." Mi entusiasmo fue tal que acudí de inmediato a la cita en La Z.
Al llegar, Willy estaba en la cabina produciendo El Gobierno de la Mañana. Mientras lo esperaba, salió Don Álvaro, me vio y me dijo: "Oh, Melton, dicen que te vienes a trabajar con nosotros." Aunque ya sabía la noticia, me hice el desentendido, pero repleto de alegría, le expresé el orgullo que sentía de poder trabajar con él.
Don Álvaro me dijo: "Acepta lo que te ofrezcan y el horario que sea. Yo me encargo de traerte al horario estelar, que es de 7:00 a.m. a 11:00 a.m." Poco después salió Willy, nos saludamos afectuosamente y me informó que Don Bienvenido Rodríguez había aceptado que comenzara en el horario de 5:00 a.m. a 7:00 a.m., y que luego hablaríamos del salario. Acepté la propuesta y al día siguiente le comuniqué a mi compañero del programa en el canal 19 que empezaría a trabajar en El Gobierno de la Mañana. Aunque no le gustó mucho la idea, me deseó suerte.
Así fue como comencé en El Gobierno de la Mañana, y durante mi tiempo en el programa, analizando, interpretando y opinando sobre los acontecimientos nacionales e internacionales, crecí profesionalmente. Medía la aceptación y, en menor medida, el rechazo de los oyentes. Mi postura, que algunos percibían como de compromiso, no siempre fue vista como independiente o imparcial, pero siempre intenté ser objetivo y comprometido con la verdad, lo que en ocasiones me trajo serios problemas y hasta puso en peligro mi vida. En una ocasión, se reforzó mi seguridad personal debido a amenazas.
Uno de los momentos más difíciles de mi carrera ocurrió durante los casi siete años que trabajé en El Gobierno de la Mañana. En una ocasión, denuncié que personas peligrosas en la Dirección General de Aduanas permitían la entrada de furgones "volaos", es decir, que evadían el pago de impuestos. Esta denuncia obligó a reforzar mi seguridad y hasta a adquirir un arma larga para protegerme cuando salía de la emisora.
Recuerdo que el expresidente Hipólito Mejía, siempre bien informado, se enteró de la trama en mi contra y me llamó a la emisora. Cundo Camarena me pasó la llamada urgente, y el exmandatario me advirtió que no bajara al parqueo, ya que le habían informado que me esperaban para asesinarme.
"Mira, espérate ahí, no bajes. Te voy a enviar un refuerzo de seguridad de mi escolta personal para evitar una tragedia. Te están esperando en el parqueo personas desconocidas", me dijo Mejía.
"Pero Hipólito, estoy armado y tengo seguridad. No se preocupe, puedo bajar", le respondí.
"¡Coño, Bazuca del diablo! Tú eres guapo, pero te pueden matar. Espera a mi gente", me insistió.
Así lo hice, y en cuestión de cinco minutos llegaron al parqueo de La Z un grupo de militares vestidos de civil, tres coroneles con armas largas, encabezados por el general Lachapelle. Me llamaron a la cabina, bajé escoltado, y al ver el aparataje, los desconocidos que andaban en una camioneta Toyota vieja, color rojo, se marcharon disimuladamente.
Me escoltaron hasta mi residencia y, gracias a Dios y a Hipólito Mejía, no ocurrió nada. A partir de ese incidente, el gobierno dispuso un reforzamiento de mi seguridad y la de mis hijos.