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viernes, julio 11, 2025
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Más allá de Hiroshima, Miyajima

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Por Osvaldo Santana

Después de ver, observar y sufrir los horrores de la guerra en Hiroshima, un encuentro con la naturaleza y la espiritualidad japonesa puede estimular la esperanza en un mejor futuro para la humanidad. El destino: Miyajima, una isla declarada patrimonio universal, a la cual se puede llegar tomando una embarcación, prácticamente al pie del parque memorial de la paz, por el río Motoyasu, para navegar durante alrededor de 30 minutos a través del mar interior de Seto.

Al desembarcar, un parque algo descampado permitirá el movimiento del gentío habitual en la generalidad de las locaciones en Japón. Sin embargo, la primera impresión la marcará la presencia de ciervos deambulando entre las personas. De hecho, son quienes dan la bienvenida. Mansamente, se acercan y pueden pretender compartir si llevas en la mano algún tipo de alimento que resulta de su preferencia. Se dejan tocar, y hasta “posan” para cualquier cantidad de fotografías. Ariscos en otros territorios, lucen domesticados y aparecen en cualquier parte del recorrido, excepto, en el entorno cercano del santuario Itsukushima, construido sobre aguas y/o humedales en la costa.

Avanzar hacia el interior montañoso de la isla Miyajima, protegida y hasta venerada desde tiempos antiguos, una extensión de alrededor de 30 kilómetros cuadrados llenos de protuberante belleza natural, con sus bosques conservados, pese al alto volumen de visitantes nativos y extranjeros. 

Pero antes, hay que visitar detenidamente el santuario declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, desde 1966. La fuerza espiritual de los nipones y la naturaleza. Sencillez y belleza conjugada, ofrece una panorámica singular desde su centro con la vista sobre el torii “flotante” de una altura de 16,8 metros, en una bahía rara donde las aguas del mar interior de Seto liberan al atardecer varias decenas de metros de playa y quedan al descubierto sus cimientos. ¡Sencillamente impresionante!

Calle Fotonbori, donde la culinaria japonesa se expresa en su mayor dimensión.
Calle Fotonbori, donde la culinaria japonesa se expresa en su mayor dimensión.

Entonces, un paseo por los trillos bien cuidados y asfaltados del boque montañoso, con servicios en algunas instalaciones, quizás dejará ver un escurridizo mono nativo, igualmente protegido. El contacto con la floresta, el clima suave de la temporada primaveral, cuando ocurrió la visita, permitirá ir más allá del brutal desarrollo urbano, a una de las tantas manifestaciones de política de conservación ambiental en este territorio de este lado del mundo.

Pero perderse en el tupido follaje interior, no da una idea completa del sentido de la conservación forestal. Entonces, era necesario un paseo en un teleférico para ascender a la cima del monte Misen, a 535 metros sobre el nivel del mar, la parte más alta de la isla, desde donde se puede apreciar una panorámica del mar de Seto y algunos paisajes isleños.

Pero un día no es suficiente para conocer todo lo que encierra la isla de Mijayima: más santuarios o pagodas, restaurantes, y la marca nativa por excelencia, las ostras frescas o a la parrilla…

Ya de regreso…

Osaka

Ya de regreso. Una hora y 30 minutos fue suficiente en el tren bala (Shinkansen) para recorrer 332 kilómetros desde Hiroshima hasta Osaka. Dos destinos a la vista: El castillo de Osaka y el paseo por la calle Dotonbori. 

El castillo de Osaka, u Osaka-jo, como se le llamó originalmente, una obra del siglo XVI. Es impresionante, porque fue levantado en un terreno llano, sobre una plataforma hecha a base de piedras cortadas y transportadas hasta ahí, concebido desde una perspectiva de seguridad para la época, pues, además, está rodeado de canales para dificultar el acceso. Es uno de los más importantes del país. 

Alberga un museo, una sala de convenciones y el altar Toyokuni, dedicado a Hideyoshi, quien lo comenzó a construir en 1583. Es, junto al área de más de un kilómetro cuadrado que lo circunda, prácticamente un lugar obligado para los turistas, por la historia que recoge, por su belleza y dimensión.

Más allá está la ciudad y el vital comercio de Osaka, su comida, de referencia en otras latitudes, y la calle Dotonbori, especialmente durante la noche. Millares de personas deambulan, literalmente, apretujadas, degustando, a veces suficiente con mirar, lo que ofrece la vía en cientos de sitios para comidas y bebidas, más todo el entorno cercano, que incluye un paseo en pequeñas lanchas por canales. Un verdadero jolgorio. Pero todo lo que puedes imaginar en gastronomía japonesa y extranjera está ahí, con la mayor extravagancia posible.

La Expo Osaka 2025

Pero antes de partir, había que dedicar una jornada a las tendencias de las competencias entre países en estos tiempos. Coincidimos con la Expo Osaka 2025, la exposición universal que se celebra desde el 13 de abril hasta el 13 de octubre, con el tema central “Diseñando la sociedad futura para nuestras vidas”, en la isla Yumeshima, donde se apuesta a una concurrencia de no menos de 28 millones de personas.

Kyoto

Un tren local nos condujo de Osaka hasta Kyoto, una ciudad apacible, pero vibrante, nido de geishas, arte e historia. Aquí el tiempo transcurre a menor velocidad, y las aglomeraciones observadas en Tokio, el centro de Hiroshima y en Osaka, no resultan impactantes, excepto en el mercado culinario de Nishiki y otros tipos de tienda. Una reproducción disminuida de lo que ocurre en Dotonbori, Osaka. 

Una visita a Ninkaku-ji, Templo del Pabellón de Oro, construido en 1397, como villa de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu, un líder militar y gobernante japonés en la época feudal, fue transformado tras su muerte por un hijo. Se quemó varias veces y lo que se presenta al público es una reconstrucción o aproximación, el cual está aislado y solo se puede ver a distancia. También es considerado por la Unesco como patrimonio de la humanidad.

Kyoto acoge asimismo el Castillo de Nijo, un antiguo palacio residencia alternativa del jefe del shogunato de los Tokugawa, “una expresión del esplendor y declive, y testigo de grandes transformaciones en la historia de Japón”, según la oficina del Castillo de Nijo. Inaugurado en 1603, por Tokugawa lejasu, shogun muy valorado, porque fue uno de los grandes unificadores de Japón después de un largo período de guerra civil.

Resaltan en el Castillo de Nijo, además de sus jardines, la arquitectura, la galería de pinturas originales, propias de su época, y las dimensiones territoriales, más las cortinas de protección formada por canales similares a los castillos que se levantaron en algunas ciudades europeas.

El arte en el barrio Gion

El periplo se aproxima a su final con la asistencia a una sala de teatro de la Fundación de Arte Musical Tradicional de Kioto “Ookini Zaidan”, que promueve las artes antiguas.

El espectáculo incluyó la presentación de la preparación y consumo ritualizados del té, a través de El Chado, (“el camino del té”), además, música de koto, considerado el instrumento musical nacional de Japón, comedia kyogen, una obra teatral tradicional que recurre al humor físico, los juegos de palabras y el absurdo para entretener al público, y finalmente, la danza kyomai, también tradicional, originada en Kyoto en el siglo XVII.

A término de la velada, un recorrido nocturno por Gion, sus calles estrechas y sus centros de diversión, quizás a la espera de encontrar en algún lugar un espectáculo de geishas que nunca estuvo disponible. A lo sumo, algunas jóvenes presumidas vestidas como geishas, una moda permanente en las zonas turísticas de Kyoto.

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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