Por Yancen Pujols
La designación de Magín Díaz al frente del Ministerio de Hacienda va muy de la mano con lo que en la pelota se conoce como un “toque por tercera”, una jugada que sorprende y suele causar efectos.
La ejecución fue autorizada por el inquilino de la México con Delgado de apellido Abinader Corona, quien muy probablemente la haya conversado con sus predecesores Mejía Domínguez, Fernández Reyna y Medina Sánchez.
La misma tuvo su impacto y ha desatado variopintas reacciones al colocar en un puesto de alta responsabilidad a un funcionario del gobierno pasado con experiencia en otras administraciones.
Díaz presenta un historial respetable en las difíciles funciones públicas, un avezado hombre de la economía, renglón en el que el presidente Abinader se encuentra ante un reto nivel alas de Albatros y cada día que pasa es crucial para el país y la impronta que desee dejar cuando abandone el Palacio Nacional.
Magín, otrora incumbente de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) de 2016-2020, es sin quizás el necesario para la tarea que Abinader Corona no debe postergar más: una reforma fiscal.
El mandatario está llamado a emprender esa misión o el costo podría ser peor que el nunca deseado sorbo de una modificación tributaria.
En la vida, la mayoría de las situaciones son causales, no casuales y mucho menos entre el mando político de una nación. Siempre debe haber canales abiertos entre presidencia y oposición.
Difícilmente los encuentros del actual número uno con quienes le antecedieron fueron única y exclusivamente para tratar el tema haitiano. Ahí se habló largo y tendido.
Dichos juntes merecen salutación especial, porque habla de una comportamiento de hombres de Estado, que es otra categoría a nivel de pensamiento y accionar con relación a quien solo ostenta un cargo.
Cuando se le preguntó el fin de semana a Danilo Medina Sánchez que si Magín era del PLD, el expresidente lo negó y lo bautizó como un tecnócrata con el promedio de bateo y los jonrones para llevar la voz cantante en Hacienda.
Luego, ante una interrogante sobre el tema haitiano, en su respuesta recordó que fue convocado por Abinader Corona a una cumbre, un mensaje de pura elegancia y respeto.
Si hay consenso con Magín, el camino se le allana a Abinader para emprender una reforma que, por supuesto, debe ser explicada mejor que el intento anterior, totalmente destruido en la opinión pública, las vistas del Congreso y ni hablar de las redes sociales, que ardieron a niveles insospechados.
La comunicación debe ser distinta y de eso habló muchas veces Díaz en la radio nacional en meses recientes, por lo que se espera que forma y fondo óptimo vayan de la mano.
Las matemáticas no se equivocan, y parafraseando al extinto líder de Navarrete Joaquín Balaguer, la realidad es que el gobierno necesita mayores ingresos. Ese balance entre lo que se recauda y se gasta hay que buscarlo y es tarea de Abinader. De nadie más.
Algunos datos indican que al Gobierno entra alrededor de un 14% del PIB (Producto Interno Bruto), pero se consume un 18% más las exenciones fiscales que deben rondar el 5%.
Ese panorama es insostenible en el tiempo, además de que, por vía de consecuencia, limita, cual muro de contención, las obras que van en beneficio de la mayoría.
Hay que recaudar y no solo para pagar deudas, compromisos. Un pueblo espera y si no llega, se queja. En estos tiempos de un mundo conectado por las redes esa mezcla tiene aroma de bomba de tiempo.
¿Por qué debe hacerlo Abinader? Primero y antes que todo, no será candidato en 2028, salvo que se presente una locura de voces agoreras que nunca descansan, pero es mejor pensar que no le dará cabida ni por un instante a esa riesgosa aventura.
Su misión debe ser gobernar y terminar por lo alto, con una impronta que con el paso del tiempo sea reconocida con notas excelentes.
Eso debe hacerlo al margen de los temas políticos.
Puede coger ese pelotazo (hit by pitch en inglés) sin afectar a terceros. Quien resulte ser el candidato presidencial de su Partido Revolucionario Moderno (PRM) debe estar claro que mejor que se dé ese paso ahora, a más de dos años del próximo torneo electoral y no que se tranque el juego a banda más adelante por el detalle económico, que no perdona.
La historia está ahí.
Del lado opositor, hace sentido dejar pasar los acontecimientos. Si bien no quisieran dar el respaldo público, abierto, a la franca, tampoco deberían condenarla por caer en el juego político.
El trago con sabor a retama se lo dará Abinader, pero el beneficio a largo plazo es de todos.
Ese es precisamente el detalle: el país continuará más allá de las venidera competencia de puestos electivos, pautada para 2028.
Seguiremos siendo dominicanos y la meta es que nuestra tierra continúe creciendo, desarrollándose con lo mejor para sus habitantes y a la vez mantenga el rostro limpio de un espacio que llame la atención de inversionistas internacionales.
Magín está en primera tras el toque por tercera de Abinader, apoyado por otros exdirigentes, pero esa carrera debe anotar, aunque en el trayecto sepa a sábila.
Los años se encargarán de que, bajo el sistema correcto, la misma sea endulzada y hasta pueda ser considerada un cuadrangular para la República Dominicana.
Pelota y política…