Miguel J. Escala
El impacto del lenguaje y la discriminación por edad
El último artículo, Lenguaje y Edad, fue muy bien recibido, generando comentarios importantes. La mayoría apoyó el uso del término “adultos mayores” para referirse a quienes vivimos en la tercera edad. Una de mis hijas sugirió que, en ciertos casos, podría ser adecuado identificar a algunas personas como “adultos mayores plus”. Esto coincide con lo que un amigo me comentó sobre Europa, donde se habla desde hace algún tiempo de la “cuarta edad”, reconociendo que cada vez vivimos más tiempo. Ambas propuestas me parecen interesantes y valiosas.
Como reacción al artículo, una amiga lectora sugirió la expresión “juventud acumulada” en lugar de “tercera edad”. Aunque creativa, me parece un eufemismo que no reconoce las características únicas de cada etapa de la vida. Recordar las experiencias de juventud es valioso, pero los recuerdos no son "apilables" ni transferibles. Valoremos cada edad y sus momentos.
Una propuesta adicional vino de otra lectora: usar “personas adultas mayores” como una expresión más inclusiva. Aunque dejo al criterio de los lectores (as) adoptar este término o no, lo importante es que seguimos reflexionando sobre cómo el lenguaje no solo nos describe, sino que también nos condiciona.
Mientras, seguimos aprendiendo. En una reciente reunión con “compañeritos” lasallistas de octavo curso aprendí dos lecciones. Una es haber notado lo arraigado que está el término “viejo” y sus derivados. Al intentar introducir el concepto de “adulto mayor”, no encontré eco en el grupo. La otra, al compartir en esa misma ocasión con otro lasallista de la primera graduación de Santo Domingo, en 1947, y con 95 años de edad, entendí mejor la idea de mi hija sobre los “adultos mayores plus”. Este antiguo alumno representa un ejemplo de ese “plus” al que muchos aspiramos mientras nos encaminamos hacia la cuarta edad.
Origen del término “edadismo”
En el artículo anterior mencioné el concepto de “edadismo”, aceptado por la Real Academia Española (RAE) en 2022. Este término, definido como la “discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”, ha sido adoptado por las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una campaña global para erradicar esta práctica.
El término fue acuñado en 1969 por el gerontólogo Robert Butler, quien lo introdujo como ageism en inglés. Butler señaló que el edadismo, al igual que el racismo y el sexismo, constituye una forma de discriminación basada en prejuicios y estereotipos hacia los adultos mayores. Estas creencias erróneas distorsionan la interacción con las personas mayores y fomentan conductas discriminatorias.
Con el tiempo, el concepto se amplió para incluir a los jóvenes, quienes también enfrentan discriminación debido a prejuicios sobre sus capacidades o madurez. No obstante, considero que esta inclusión diluye la propuesta original de Butler, que se centraba en los adultos mayores y en la necesidad de abordar el tema desde un enfoque interdisciplinario.
Es importante aclarar que Butler no era geriatra, sino médico psiquiatra y gerontólogo. Aunque ambos términos están relacionados, tienen diferencias clave. La gerontología es una ciencia multidisciplinaria que estudia los aspectos sociales, psicológicos y biológicos de la tercera y cuarta edad. Por otro lado, la geriatría es una especialidad médica que se centra en el diagnóstico, prevención y tratamiento de las enfermedades que afectan a las personas mayores. Eso me hace llamar la atención de que en la ONU es la OMS la líder empoderada del tema, cuando la tercera edad es mucho más que un problema de salud (geriátrico), es un tema gerontológico, con todo lo que implica.
Un enfoque sobre el edadismo hacia los adultos mayores
En este artículo, nos centramos en el edadismo que afecta a los adultos mayores, especialmente en un contexto donde las expectativas de vida se han ampliado significativamente. El tema de la juventud lo trataremos en otra ocasión. Según el Informe Mundial sobre el Edadismo de la OMS, estar expuesto a esta forma de discriminación afecta negativamente la salud física y mental, disminuye la esperanza de vida, dificulta la recuperación de enfermedades y aumenta el aislamiento social.
Sin embargo, la perspectiva de la OMS sobre el edadismo parece estar muy enfocada en la salud, dejando de lado oportunidades para que los adultos mayores sigan desarrollando habilidades y contribuyendo a la sociedad. El edadismo no solo debe tratarse como un problema médico, sino como un tema social, cultural y existencial. No somos pacientes. somos sujetos en desarrollo que a veces somos pacientes.
En un artículo publicado en 2020 en el International Journal of Environmental Research and Public Health, Alana Officer y tres coautores, plantean lo siguiente:
La discriminación por edad es el término general que abarca los estereotipos, prejuicios y discriminación hacia las personas basados en su edad cronológica o en la percepción de que son “demasiado mayores” o “demasiado jóvenes” para ser o hacer algo. Los estereotipos afectan cómo pensamos (cognición), los prejuicios afectan cómo nos sentimos (emoción) y la discriminación afecta cómo actuamos (comportamiento) hacia las personas en función de su edad. Aunque la discriminación por edad puede afectar a cualquier grupo etario, afecta con mayor frecuencia a las personas mayores.
El edadismo hacia los adultos mayores abarca cómo pensamos, sentimos y actuamos en función de la edad de una persona. El lenguaje es un reflejo de estas actitudes y, aunque a veces pueda emplearse sin intención discriminatoria, su monitoreo es fundamental. Las palabras no solo evidencian nuestras creencias, sino que también pueden ser herramientas para el cambio. Por ejemplo, al sustituir términos peyorativos como “viejo” por expresiones más respetuosas como “adulto mayor” o “persona adulta mayor,” contribuimos a fomentar una narrativa inclusiva y respetuosa.
El camino hacia el empoderamiento
Abordar el edadismo no implica depender exclusivamente de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) para resolver el problema. Se trata de un desafío que requiere la participación activa de todos. Así como en el caso del bullying, el cambio puede surgir tanto de quienes perpetúan actitudes edadistas como de quienes las experimentan. Es esencial reeducar a los primeros y empoderar a los segundos para erradicar el edadismo desde sus raíces.
La sociedad tiene mucho que ganar al valorar las contribuciones de las personas mayores. En un mundo donde la expectativa de vida sigue aumentando, es crucial entender que las etapas de la tercera y cuarta edad no representan necesariamente un declive, sino que son oportunidades para seguir creciendo,
En nuestro próximo artículo, exploraremos estrategias concretas para combatir el edadismo en todas sus manifestaciones: institucional, interpersonal y autoinfligida. Mientras tanto, los invito a compartir sus historias y reflexiones. Este diálogo constructivo es un paso esencial hacia un cambio cultural que nos beneficie a todas las generaciones.
– Tiene 76 años y los que faltan.
Muy interesante este tema. Creo que el edadismo también se intensifica muy especialmente por efecto del desarrollo y el uso de la tecnología. Los prejuicios existentes sobre las “pocas habilidades” tecnológicas de las personas mayores refuerzan el edadismo en la sociedad actual, donde lo digital se ha impuesto en los servicios públicos y en la vida diaria. La atención presencial y directa se ve como una rareza propia de “viejos”.