Por Felipe Lora Longo
En el contexto actual de crisis climática y económica, la República Dominicana enfrenta desafíos significativos que van más allá de las cuestiones medioambientales. Uno de los mayores obstáculos es la deuda externa, que no solo ahoga nuestra economía, sino que también compromete nuestra soberanía. Es crucial abordar este tema desde una perspectiva crítica, especialmente cuando los préstamos se presentan como la solución a los problemas climáticos, ocultando una peligrosa pérdida de autonomía nacional.
La Deuda Externa: Una Carga Insostenible
La deuda externa ha sido una constante en la historia económica de la República Dominicana. Los intereses de los préstamos a menudo superan las capacidades de pago de nuestro país, creando un ciclo de endeudamiento perpetuo. Esta situación limita nuestra capacidad para invertir en infraestructuras sostenibles, educación y salud, perpetuando la dependencia de financiamientos externos y las condiciones que imponen.
Préstamos para el Clima: Una Solución Engañosa
En un esfuerzo por enfrentar el cambio climático, muchas propuestas internacionales se basan en otorgar préstamos a los países en desarrollo para financiar proyectos verdes. Sin embargo, estos préstamos no son una solución real. En lugar de liberar recursos para inversiones sostenibles, nos atan a nuevas obligaciones financieras que agravan la situación.
Los préstamos climáticos a menudo vienen acompañados de condiciones que favorecen a los acreedores y no a los prestatarios. Además, la transferencia de tecnología prometida rara vez se cumple en los términos necesarios para un desarrollo autónomo y sostenible.
Pérdida de Soberanía: El Precio Oculto
La dependencia de la financiación externa no solo afecta nuestra economía, sino también un nuestra soberanía. Cada préstamo, cada condición impuesta, representa una pieza de nuestro poder decisional que cedemos a intereses extranjeros.
En el contexto de la lucha contra el cambio climático, esto se traduce en políticas y proyectos que pueden no alinearse con las necesidades y prioridades locales, sino con los intereses de los financiadores.
La narrativa de que los países pobres deben adaptarse y mitigar el cambio climático a través de préstamos oculta una verdad esencial: los países desarrollados, responsables históricos de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, deben asumir la responsabilidad principal. Su ayuda debería venir en forma de donaciones, subsidios y transferencia de tecnología sin condiciones onerosas, no de préstamos que solo perpetúan la desigualdad.
Hacia una solución justa y sostenible
Es fundamental que la República Dominicana y otros países en desarrollo defiendan un enfoque de justicia climática que priorice la equidad y la sostenibilidad. Esto implica exigir que los países desarrollados cumplan con sus compromisos de apoyo financiero y tecnológico sin imponer condiciones que socaven nuestra autonomía.
Además, necesitamos fortalecer nuestras capacidades internas para gestionar recursos y desarrollar tecnologías propias que nos permitan enfrentar el cambio climático de manera soberana y sostenible.
La lucha contra el cambio climático es indiscutiblemente urgente, pero no debe ser utilizada como pretexto para perpetuar estructuras de poder y dependencia económica.
La República Dominicana debe alzar su voz y exigir un sistema de financiamiento climático justo, que respete nuestra soberanía y promueva un desarrollo verdaderamente sostenible.
Solo así podremos asegurar un futuro en el que la protección del medio ambiente vaya de la mano con la justicia social y la independencia económica.
Felipe Lora Longo
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