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jueves, marzo 6, 2025

Las siete piedras de Abinader contra los pecados capitales

Por Alfonso Tejeda

Muy alejados de los conocidos Siete pecados capitales, en su comparecencia ante la Asamblea Nacional para rendir cuentas de la memoria gubernamental correspondiente al pasado año, el presidente Luis Abinader propuso sus “Siete primeras piedras”, las que aspira sean los pilares fundamentales sobre los que construir el futuro del país, a partir de una transformación profunda en República Dominicana.

Que nada tienen que ver con la clasificación bíblica las propuestas del presidente dominicano se nota desde el primer postulado, en el que Abinader recuerda, con justa autocomplacencia, su renuncia radical y temprana a “la tentación del poder sin límites”, una decisión inusual que relieva su respeto por la democracia y reafirma su condición humana, alejada de la soberbia, pasión primera en la lista de pecados.

La humildad, corolario en la conducta de Abinader, es condición humana apreciable y base para una conducción social en la que destacan el respeto, la solidaridad y la justicia, y el jefe del Estado tendrá que potenciarlas en cada gesto, acción y disposición, cuando de implementar la tercera de sus propuestas se trate: la seguridad fronteriza, la más desafiante, cotidiana y volátil de todas las comprometidas.

Y es que en esa franja territorial que pretende separar a los pueblos de dos naciones muy distintas, con disímiles culturas, estructuras, niveles de desarrollo y otras contradicciones alimentadas por prejuicios y desconocimientos mutuos, pero que aun así conviven a lo largo de los más de 300 kilómetros que marcan lo que se denomina frontera domínico- haitiana, es donde mayor cuidado y más ponderado manejo se reclama del presidente.

Ese es un desafío permanente, de una atención cuidadosa, inteligente, creativa, que requiere de templanza y temperancia, en un escenario donde “el que no corre vuela”, y priman los intereses de cada quien, las más de las veces por encima de los colectivos, y del muro que se construye y a pesar de la tecnología con los que se pretende administrar esa zona compartida.

Nada fácil la tiene el presidente Abinader, porque del lado dominicano, la frontera “es un dolor de cabeza” (trasiego de todo, zona de ‘negocios’ de cualquier tipo, de riesgos constantes), y del lado haitiano es uno de los mayores problemas que enfrenta el país, dada la realidad político-económica que sufre esa nación bajo el dominio de irregulares bandas armadas, desamparo institucional, falta de solidaridad y desprecio por a ese pueblo.

Frente al caso de Haití, el mandatario ha sido firme en advertir que la solución a ese problema es responsabilidad de los haitianos, y, aunque insiste en procurar una ayuda compartida para ese país y su gente, también ha dispuesto algunas acciones (caso del río Masacre y el cierre unilateral de la frontera), demostrativas de que puede asumir decisiones que llevan a engorrosas situaciones.

Descartados del equipaje del presidente Luis Abinader la mayoría de los Siete pecados capitales, debe él cuidar, con la mayor atención, los desafíos que le presenta la tercera de su propuesta, desterrando la soberbia, la ira y/o la pereza de cualquier acción que deba asumir en este apartado, tomando en cuenta, además, de cómo se maneje la seguridad fronteriza van a depender la igualdad de la ley, sin privilegios ni impunidad; la permanencia de la propiedad y estabilidad, la seguridad ciudadana, el ingreso real y el crecimiento del turismo, todos, resultado del trabajo y el compromiso.

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