Por Santo Salvador Cuevas
Las reacciones no se han hecho esperar ante la sentencia del Tribunal Constitucional que da vigencia al dipositivo que autoriza las llamadas candidaturas independientes.
El grito y las reacciones adversas surgen desde el seno de los mismos partidos que ven amenazado en el mundo jurídico-electoral la existencia de los partidos y advierten que, amparados en "candidaturas independientes", los procesos electorales puedan ser "asaltados" con visos legales por figuras del bajo mundo y ajenos al interés de consolidar la democracia y los derechos de ciudadanía.
Que esta decisión del Tribunal Constitucional llame a preocupación y genere reacciones desde el seno de todos los partidos, eso no inhabilita una realidad que en las últimas dos décadas ha generado grandes ruidos en el seno de todos los partidos, y muy sobre todo en el seno del PRD, PLD, PRM, PRSC, etcétera. No incluyo a la Fuerza del Pueblo por que es un partido de recién formación, pero lo cierto es que las cúpulas de los partidos del sistema (todos) hace rato tienen secuestrada la democracia interna, y no dejan fluir el derecho a elegir y ser elegidos dispuesto por la ley en el régimen electoral.
Solo para la escogencia del candidato presidencial se dan señales claras de democracia y de respeto al debido proceso.
La elección en los partidos para seleccionar las candidaturas distritales, municipales y provinciales es vulnerado por las cúpulas, que las manipulan y las controlan, sobre todo, para regalársela "a los aliados" en unos acuerdos en los que son excluidos los mandos locales y los actores en el territorio.
El derecho de los ciudadanos miembros de esos partidos a elegir y ser elegidos ha sido denegado y relegado a decisiones que son inapelables.
Es cierto que se debe legislar para el fortalecimiento de las estructuras partidarias, pero también es necesario legislar para desarmar de esos poderes que se adueñan las cúpulas en todos los partidos.
Esa violación al derecho de ciudadania es materia prima que disgusta al miembro y genera rechazos y deserciones en cada proceso electoral.
Hay que dar un salto reduciendo poderes en las cúpulas, permitiendo que fluya y se impongan las reglas previas y el imperio de la ley que rige el régimen electoral vigente.