martes, octubre 22, 2024

¡La sangre que podría manchar el legado de Abinader!

Por Alfonso Tejeda

El estallante resplandor del fuego que consumió decenas de sinagogas en Alemania, Austria y Praga, más que la oscura noche del 9 de noviembre de 1938, iluminó la ignominia, la perversidad y la obnubilación de malvados que pueden provocar los prejuicios entre ignorantes, enceguecidos estos por la manipulación de una propaganda que se aprovecha de sus instintos hasta conducirlos a su más descarnada condición de animalidad.

Conocida como “la noche de los cristales rotos” , esa acción aviesa, manejada sin pudor por el malvado Joseph Goebbels a partir de la muerte de un diplomático hitleriano al que disparó un joven judío, desesperado por la expulsión de su familia de Alemania, en un ambiente de rechazo y hostigamiento a los inmigrantes, potenció el holocausto hasta provocar el exterminio de seis millones de judíos, ambientó las posibilidades de la Segunda Guerra Mundial, y el experimento de la explosión nuclear en Hiroshima y Nagasaki.

Nada ocioso es recordar lo sucedido en aquella noche de noviembre de 1938 en esas ciudades, ahora que en el país se ha desatado, con la irresponsable complicidad oficial, una creciente acritud anti haitiana en la que grupos facinerosos, con la tolerancia y hasta anuencia de gente que se precia de “ser cristianos” , hostigan a los migrantes del vecino país, y amenazan y pretenden chantajear a quienes desde la solidaridad, el respeto a la dignidad humana y la defensa de derechos reclaman porque, en vez, se apliquen las leyes migratorias.

En un para nada ejemplar -y que tiene que ser menos estimulante propósito-, República Dominicana adelantó a los alemanes en el exterminio de migrantes cuando en 1936, el desalmado dictador Trujillo propició la eliminación de una todavía indeterminada cantidad de haitianos, y de dominicanos con rasgos físicos similares a los haitianos, en una acción que muchos tienen como referente “para lo que hay que hacer”.

El presidente Luis Abinader, como figura principal de la sociedad dominicana, en el desempeño de su cargo reivindica su protagonismo en foros internacionales y del país para “la búsqueda de solución para el problema haitiano” -que insiste debe ser resuelto por los haitianos en su país-, ha sido también muy indolente para atender la realidad de los migrantes haitianos en República Dominicana, accionar que estimula la práctica de esos grupos referidos.

La prédica de “mostrar” las facilidades y dotación de servicios -salud, educación, trabajo, “solidaridad” (fuimos los primeros en llegar a Puerto Príncipe cuando el terremoto de 2010, y otras que sacaliñamos sin rubor) son pretendidas justificaciones para obviar la responsabilidad de Estado de normar unas reglamentaciones que regulen la migración y la presencia haitiana en el país.

¡Nada fácil la tiene Abinader para desde, y con su decencia, manejar, como presidente, este tema, que, si bien en un momento le reportó rédito electoral, ahora cada vez más se complica con la “porosidad” en la frontera, granja terrena que solo sirve para negocios, las repercusiones internacionales que derivan de cómo los agentes migratorios administran las reglamentaciones y el trato a los afectados, pero sobre todo, la agresividad y la soberbia con las que racistas fanatizados quieren “resolver” la situación, hasta con sangre incluida, esa que podría manchar el legado que aspira construir Abinader!

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