Por Federico Pinales
He sido terriblemente impactado, sorprendido y defraudado, por el hecho de que el premio Nobel de La Paz se le haya entregado a una señora de apellido Machado, la persona que más combustibles al fuego de Venezuela le haya echado.
El mundo está al borde del precipicio.
Con tantos desalmados, inhumanos y sin juicio, sacando a los cuerdos de “quicio” con la propagación y la justificación del genocidio y el sacrificio.
Los criminales mundiales siempre han ido agarrados de las manos, protegidos y apoyados por unos supuestos derechos humanos.
Con las mismas hipocresías de políticos, católicos, judíos, musulmanes y cristianos, que cínicamente hablan de “paz”, “justicia” y “democracia”, cuando descaradamente ponen en juego la existencia de la humanidad.
Lo que sigue sucediendo en Israel, en Ucrania y otras regiones del mundo, donde se escenifican y se avecinan enfrentamientos violentos, los supuestos intentos de paz no son más que puros cuentos.
El peor de esos cuentos ha quedado demostrado, con el otorgamiento del premio Nobel de La Paz a una señora de apellido Machado.
La única región del mundo donde hace tiempo controlaba una sola potencia, se ha desatado una inusual competencia, que puede terminar en violencia de incalculables consecuencias y con pérdidas humanas y materiales peores a las que se están registrando en Ucrania, Israel, Palestina y otras regiones, amenazadas por represiones, bloqueos, sanciones e invasiones.
A esa zona, hasta hoy de paz, pertenece la señora Corina Machado, quien a la gran potencia siempre el juego le ha pichado.
La misma potencia que el genocidio de Israel ha apoyado y financiado, sin que la señora Machado contra eso se haya pronunciado.