Por Antonio Isa Conde
Recientemente, me he topado con varios artículos de economistas de renombre que me han generado una inquietud considerable sobre la situación fiscal de los Estados Unidos, uno de ellos escrito por Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto El Cano y profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid.
Aunque no soy experto en finanzas públicas ni macroeconomía, me parece que el sentido común indica que algo no anda bien cuando las cifras sobre la deuda pública y el costo de mantener esa deuda siguen aumentando sin señales de desaceleración.
Esta situación ha llamado mi atención y me ha llevado a reflexionar sobre sus posibles implicaciones no solo para Estados Unidos, sino también para el resto del mundo, incluida nuestra República Dominicana.
Hasta octubre del 2023 la deuda pública de Estados Unidos había alcanzado los 33.1 billones de dólares, lo que equivale aproximadamente al 120% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, esta deuda ha crecido de manera acelerada debido a varios factores, como los recortes fiscales implementados en los últimos años, el aumento del gasto público en defensa y el apoyo militar a Ucrania, así como la recuperación económica posterior a la pandemia.
La combinación de estas políticas ha elevado la deuda a niveles que muchos economistas consideran insostenibles en el largo plazo.
Uno de los aspectos más alarmantes es el costo del servicio de esta deuda.
Durante el año fiscal 2023, el gobierno de los Estados Unidos pagó 875 mil millones de dólares en intereses. Esto implica un promedio cercano a los 2.4 mil millones de dólares diarios en pago de intereses, una cifra que podría duplicarse en la próxima década si las tasas de interés continúan subiendo, según el Congreso de los Estados Unidos.
Ese es un costo que sigue drenando recursos del presupuesto federal, limitando la capacidad del país para invertir en áreas esenciales como infraestructura, educación o salud.
Por lo que, si no se toman medidas correctivas, la situación podría escalar a una crisis fiscal de grandes proporciones.
Las cifras podrían, en algunos casos, contener errores, según las fuentes consultadas, soy un neófito, pero aun así, el problema estructural es evidente.
Lo que más me inquieta es que una crisis de deuda en Estados Unidos no sería un problema local; tendría repercusiones globales.
La economía mundial, especialmente la de Europa, América Latina y Asia, está interconectada con la estadounidense.
Un colapso económico en Estados Unidos podría desencadenar una crisis financiera global, afectando los mercados, las exportaciones y, en nuestro caso particular, las remesas, que son una fuente importante de ingresos para muchas familias en la República Dominicana.
No sería exagerado decir que un “estornudo” en la economía estadounidense podría convertirse en una “gripe” para el resto del mundo.
Mi intención con este escrito no es alarmar, sino compartir la preocupación que me genera esta situación.
Quizás mi análisis esté basado más en el sentido común que en un conocimiento técnico profundo, pero creo que merece la pena que nuestros economistas y especialistas locales presten atención a lo que está ocurriendo y ofrezcan su opinión sobre cómo podríamos prepararnos ante posibles consecuencias.
No podemos darnos el lujo de que una crisis de esta magnitud nos tome por sorpresa. Como solemos decir aquí, no podemos quedarnos “asando batatas” mientras el mundo podría estar a las puertas de una tormenta financiera.