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miércoles, diciembre 24, 2025
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La depreciación del peso dominicano en 2025, ¿alarma, crisis o ajuste?

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Por Haivanjoe Ng Cortiñas 

La depreciación de un 4.5 % del peso dominicano en 2025 ha generado un debate intenso en círculos empresariales, financieros y mediáticos. Sin embargo, un análisis desapasionado de los fundamentos macroeconómicos revela que este movimiento, aunque superior al de ejercicios recientes, no es el preludio de una crisis cambiaria. Por el contrario, representa la respuesta coherente y moderada de un régimen de tipo de cambio flexible administrado a un conjunto específico de condiciones internas y externas. 

Esta opinión se distancia de quienes atribuyen el fenómeno a un solo factor -ya sea un exceso de liquidez o un error de política-, aquí desarrollamos un examen integral, basado en datos oficiales, que sitúa la depreciación dentro de su contexto apropiado: el de una economía con colchones sólidos, pero enfrentando desafíos de crecimiento y expectativas de mercado.

Contextualización histórica y marco internacional

Para calibrar correctamente el evento de 2025, es esencial mirar más allá del dato puntual. Históricamente, el peso dominicano ha experimentado depreciaciones anuales que oscilan entre el 2% y el 6% en los últimos quince años, con picos asociados a crisis globales (2008-2009, 2020) y valles en periodos de alto flujo de capitales y crecimiento robusto. La cifra del 4.5 % se inserta, por tanto, en la mitad superior de este rango histórico, pero no lo transgrede ni lo convierte en un episodio atípico.

Este desempeño relativo sugiere que los fundamentos del país, aunque bajo presión, conservan una resiliencia notable. El marco internacional en 2025, caracterizado por tasas de interés aún altas en Estados Unidos (más reciente a la baja) y una demanda global algo contraída, creó un entorno de salida de capitales de mercados emergentes. En este escenario, una depreciación moderada actúa como una válvula de escape natural, aliviando la presión sobre las reservas y ayudando a mantener la competitividad de las exportaciones.

Crecimiento débil: El catalizador ambiguo y la psicología del mercado

El corazón de la dinámica cambiaria de 2025 late al ritmo de un crecimiento económico desacelerado. Un desempeño del PIB de algo mayor al 2.0 % -muy por debajo del potencial histórico del 5.0 % y del promedio pre-pandemia- actúa como un catalizador de fuerzas opuestas sobre el mercado cambiario.

Efecto directo  (Moderador): Un crecimiento débil frena la demanda doméstica, incluyendo la de bienes importados. Esto reduce la necesidad inmediata de dólares para cubrir importaciones, un factor que, aislado, tendería a fortalecer el peso.

Efecto indirecto y potente (Depreciador): La desaceleración alimenta la incertidumbre sobre el futuro de la economía. En este clima, los agentes económicos -especialmente las empresas importadoras y los grandes inversionistas- activan mecanismos de defensa. Aumentan su demanda precautoria de divisas, es decir, acumulan dólares no para una transacción inmediata, sino como un seguro frente a un futuro percibido como más riesgoso o volátil. Este comportamiento, fundamentado en expectativas y no en un deterioro presente de los flujos, ejerce una presión alcista significativa y autosostenida sobre la cotización. En síntesis,  la debilidad económica coyuntural, promueve la percepción de riesgo y la pérdida de confianza en el dinamismo futuro, lo que presiona la moneda.

La interacción crucial: Inflación controlada y tipo de cambio real

Un dato clave, a menudo omitido en el debate público, es la tasa de inflación anual del 4.87%, ubicada cerca del límite superior de la meta del Banco Central (4% ± 1%). Este hecho es fundamental para realizar un diagnóstico. La teoría económica sugiere que, a largo plazo, el tipo de cambio nominal se ajusta para reflejar las diferencias de inflación entre países (Paridad de Poder Adquisitivo relativa).

En 2025, la depreciación nominal del peso al 16 de diciembre (4.5 %) prácticamente igualó la inflación interanual (4.81%). Esto significa que, en términos de poder adquisitivo relativo frente al dólar, el peso se mantuvo prácticamente estable. El tipo de cambio real -la métrica relevante para la competitividad de exportadores y sustitutivos de importación- no se deterioró. Este ajuste paralelo es la esencia de un régimen cambiario flexible saludable: la moneda absorbe el diferencial inflacionario, evitando una apreciación real que dañaría la balanza comercial. Por lo tanto, gran parte de la depreciación observada fue un ajuste contable necesario, no un síntoma de fuga de capitales o pánico.

Los déficits dual: Presión estructural con colchón de seguridad

La combinación de un déficit fiscal (3.2% del PIB) y un déficit en cuenta corriente (aproximadamente US$1,800 millones hasta septiembre) conforma el escenario clásico de presión estructural sobre la moneda local.

Déficit Fiscal: Aunque manejable, su financiamiento -vía emisión de deuda local o externa- puede influir en las expectativas. Si el mercado percibe que un déficit persistente podría eventualmente monetizarse (es decir, financiarse con emisión del Banco Central, como ha ocurrido), se anticipa mayor liquidez futura y presión inflacionaria, debilitando la confianza en el peso hoy.

Déficit en Cuenta Corriente: Este es el reflejo directo de que la economía nacional invierte más de lo que ahorra y consume más bienes y servicios del exterior de los que exporta. Genera una demanda neta y constante de dólares para saldar la diferencia. Es la fuente más directa de presión depreciatoria.

El antídoto frente a esta presión dual es el robusto colchón de reservas internacionales netas, que se mantuvo en promedio durante el año en US$13,000 millones. Este nivel, equivalente a más de 5 meses de importaciones y superando el 10.0% del PIB como parámetro de referencia del FMI, proporciona al Banco Central una capacidad abrumadora para intervenir y suavizar volatilidades excesivas, como ha sido el caso, disuadiendo ataques especulativos y garantizando liquidez al sistema. Es el pilar que convierte una presión estructural manejable en una vulnerabilidad controlada.

Política monetaria y el rompecabezas de la transmisión 

En 2025, el Banco Central implementó un giro hacia el estímulo al reducir la Tasa de Política Monetaria (TPM) en 50 puntos básicos, del 5.75% al 5.25%. Esta decisión, respondiendo al bajo crecimiento, envió una señal clara de relajación. Sin embargo, el mecanismo de transmisión mostró una fractura preocupante: mientras la TPM bajaba, la tasa de interés activa promedio en el sistema financiero se mantuvo anclada alrededor del 14.0%.

Esta brecha persistente (de casi 900 puntos básicos) ha tenido implicaciones profundas:

  1. Para el Crecimiento: La economía real no accede al crédito más barato que la baja de la TPM pretende ofrecer, lo que frustra el objetivo de reactivación y perpetúa el ciclo de bajo dinamismo.
  2. Para el Tipo de Cambio: El mercado financiero interpreta la baja de la TPM como el primer paso hacia un entorno de mayor liquidez. Anticipa que, aunque hoy la transmisión sea ineficaz, el dinero más barato eventualmente podría llegar al sistema, incrementando la oferta de pesos. Esta expectativa de liquidez futura se descuenta en el presente, incentivando la venta de pesos y la compra de dólares como cobertura.

 Agregados monetarios: Un Diagnóstico dual y su interpretación

El comportamiento del dinero en 2025 ofrece un panorama matizado que desmiente la creencia de un exceso de liquidez generalizado:

Indicadores de Corto Plazo (Controlados): La base monetaria restringida (efectivo en manos del público más reservas bancarias) creció un 4.3%, por debajo de lo programado de 11.4%. Los agregados M1 (efectivo + depósitos a la vista) y M2 (M1 + cuasidineros) crecieron 10.8% y 12.2% respectivamente, inferior a lo programado de 15.0% y 14.0%. Estas cifras son coherentes con una inflación controlada y una actividad económica débil.

Indicador de Liquidez Amplia (Expandido): La base monetaria ampliada, que incluye instrumentos de más largo plazo, creció un 18%, significativamente por encima del programa (14%). Este dato es el que alimenta la narrativa de "exceso de liquidez". Su dinamismo refleja, en parte, la búsqueda de rendimiento en instrumentos financieros ante la falta de oportunidades en la economía real.

La clave interpretativa está en el canal de expectativas. El crecimiento de la base ampliada, aunque no se traduzca inmediatamente en inflación o consumo, sirve de señal al mercado de que la capacidad potencial para generar pesos en el futuro es alta. En un contexto de desconfianza, esta señal es suficiente para motivar movimientos cambiarios preventivos.

Construcción de escenarios futuros

Mirando hacia 2026, la trayectoria del tipo de cambio dependerá de la evolución de estos fundamentos, de la capacidad de la política económica para gestionar expectativas y de la presión que pueda ejercer el pico del servicio de la deuda pública que será el más alto, tema que abordaré en un próximo artículo. 

Escenario Base (Estabilidad con ajuste moderado): Asumiendo que el déficit en cuenta corriente se estabiliza, las reservas se mantienen altas y el crecimiento repunta levemente, se puede anticipar otra depreciación nominal en un rango similar (3%-5%), siempre que la inflación se mantenga controlada. El tipo de cambio real permanecería estable.

Escenario de Riesgo (Presión acelerada): Se materializaría si: (i) el déficit externo se amplía por un repunte descontrolado de las importaciones o una caída en el turismo/remesas; (ii) la política fiscal pierde disciplina, aumentando la deuda y las expectativas de monetización; (iii) la brecha de transmisión monetaria no se cierra, ahondando la desconfianza.

Más allá del dato nominal

La depreciación del 4.5 % del peso dominicano en 2025 es, en resumen, un fenómeno multicausal donde los factores de expectativas y de percepción jugaron un papel tan importante como los fundamentos económicos. Fue, en buena medida, un ajuste necesario para preservar la estabilidad del tipo de cambio real en un año de inflación moderada y desafíos de crecimiento.

Lejos de ser un síntoma de fracaso, el movimiento refleja el funcionamiento adecuado de los mecanismos de absorción de choques en una economía con reglas de juego claras (flotación cambiaria asistida, metas de inflación). Los sólidos colchones de reservas contuvo lo que, en otra circunstancia, pudo ser una espiral especulativa.

El mensaje final: centrarse obsesivamente en el valor nominal diario del dólar es un error analítico. La mirada debe dirigirse a los indicadores subyacentes que determinan la salud externa de la economía: la evolución del déficit en cuenta corriente, la capacidad para retornar a una senda de crecimiento alto y sostenible, y la efectividad de la política monetaria para influir en las condiciones crediticias reales. En estos frentes, y no en el mercado cambiario per se, se definirá la verdadera fortaleza del peso dominicano en los años por venir. La depreciación de 2025 no es más que un recordatorio de esa tarea pendiente.

Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe NG Cortiñas
Haivanjoe Ng Cortiñas, economista de la UASD y master en economía de la UNAH, autor de 5 libros sobre la economía dominicana, conferencista internacional y articulista.

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