Por Alfonso Tejeda
Partición de la apresurada herencia de esa deuda social que comenzó a cobrar “la poblada” de 1984, el Programa de Medicamentos Esenciales (ahora Promese/Cal) alcanza hoy una ostentosa presencia que desborda lo que debe ser, tras una ponderada evaluación, una más eficiente inversión para un mejor y más cualificado aprovechamiento de esos recursos, que ahora se saldan con un conveniente alivio de cosas “malas que son buenas”.
En una reciente emisión en La Semanal, espacio donde el presidente Luis Abinader y funcionarios exponen los que consideran logros de la gestión gubernamental, tanto el mandatario como el director de Promese/Cal detallaron cómo se ha ampliado la cantidad de medicamentos que suministran las farmacias populares, y qué tanto se ha extendido la cobertura para atender a pacientes, resultando que en un período de tres años han incorporado más de un millón de nuevos beneficiarios.
Indudable es que la dotación de medicamentos a precios asequibles -muchos de ellos gratis-, es un alivio para la economía de los pacientes, que, al liberarlos de una mayor presión monetaria para adquirir las dosis de medicinas recetadas para su salud, por lo menos les reduce la angustia, esa, que a muchos de ellos agudiza su padecimiento cuando tienen que barajar el presupuesto entre medicinas y comida.
Esa disyuntiva de comer o medicarse, se agrava por la distorsión de precios y de la confianza en el uso de medicamentos, que tienen la misma composición química, pero, que, por desconocimiento, muchos pacientes prefieren los de “marca” y desprecian al genérico, lo que conlleva a un “mayor gasto de bolsillo” -tal como consignan organismos internacionales- dificultando así una medicación oportuna y adecuada, lo que provoca miles de muertes cada año.
Es un derecho para con los ciudadanos y responsabilidad del Estado proveerles eficiente salud, con servicios idóneos y oportunos, que si se hace desde una política de prevención pudiera reducirse la prevalencia de enfermedades que pueden ser controladas a través de campañas de educación que contribuyan a que la población sea más saludable, y a mejorar la inversión de cuantiosos recursos económicos en tratamientos médicos que pueden ser disminuidos.
Que cinco millones de personas, casi la mitad de la población -aparte de los clientes de las farmacias-, reciban medicamentos de Promese/Cal cada mes, que se tenga que incrementar hasta por dos el presupuesto para medicinas en los hospitales, que la inversión en esas compras alcance este año más de 20 mil millones de pesos -un tercio más de los requeridos como inversión para la atención primaria de salud propuesta en la recién fallida reforma fiscal-, todo esto debe ser, más que una ostentación, un llamado de alerta de cómo está la salubridad de los dominicanos.
Esas acciones reportadas en La Semanal pueden ser consideradas como parte de la solidaridad y el acompañamiento que ayudan al enfermo a lidiar con esos quebrantos que los aquejan, por lo que una política de prevención tiene que reportar mejores diagnósticos -a partir de la correspondiente evaluación y tratamiento-, tanto para el sistema como para los beneficiarios, la que debe tener como intención primaria reducir las cifras de afectados.
El presidente Abinader, los funcionarios de Promese/Cal y el sector salud conocen que el refrán “es mejor prevenir que remediar”, va más allá de entender, en el recuerdo, que cuando el fértil Anthony Ríos cantó a aquellas “cosas ‘malas’ que son buenas” apuntaba a insinuar cotidianas situaciones efímeras, y, aunque sí, esa atención a los pacientes del programa es necesaria, la meta tiene que ser disminuir la morbilidad.