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miércoles, noviembre 12, 2025
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La civilidad y la resiliencia

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Por Alfonso Tejeda

Recién, un amigo me hizo dos preguntas “a quemarropa”, las que respondí desde la osadía que la ignorancia nutre, esa que desconoce la expectación mínima que provocan hasta esos concursos que todavía tienen como propuestas de entretenimiento y “ educación”  -según afirman sus productores- , algunos programas  que predominan en la televisión local los fines de semana. 

Su  pregunta primera: “¿Cuál es el principal problema  de la República Dominicana, por su impacto para detener su desarrollo socioeconómico y psicológico?, la que respondí “La civilidad” ,  y la segunda:¿Cuál es la mayor fortaleza socioeconómica y psicológica de la República Dominicana?, la que  “ raudo y veloz” contesté “ la resiliencia “.

Sin un consolidado bagaje que respalde para convertir mis respuestas en tesis acerca del padecimiento cotidiano en las calles de Santo Domingo y en espacios en los que interactúo , por la frecuencia y volúmen de eventos que apuntalan la comprobación  como ítem inicial para llevarme a la conclusión de que la Civilidad es determinante para la solución de la problemática que enfrenta el país. 

“La civilidad” dice el diccionario, “es el comportamiento cívico y socialmente respetuoso que se manifiesta en la cortesía, la educación y el respeto a las normas y a los demás”, y, de las varias posibilidades que la caracterizan, me ayudo con estas : “Un ejemplo es respetar las filas, ceder el paso a los vehículos de emergencia o no tirar basura en la vía pública”, y también: “Respeto a las leyes; Cumplir con las normas establecidas por la sociedad para asegurar el bienestar colectivo”.

Esas dos características nos retratan sin maquillaje ni filtros, ¿qué tanto se cumplen ahora?, porque esperar en una fila o en un semáforo es un acto que nuestra tolerancia desafía, ceder el paso a otro vehículo es permitir que se bote la leche que dejamos hirviendo en la casa, mientras nos movemos por la ciudad, y administrar correctamente la basura en nuestros entorno todavía es una materia pendiente para muchos, que intentan aprobar lanzando los desperdicios en calles, cañadas, parques, adonde sea, pero menos en el lugar adecuado.

Esas conductas reflejan nuestras carencias más sensibles: respetar las leyes, mandato universal, pero que en el país todavía es una meta pendiente para las autoridades,que deben hacerlo ”sin favor ni temor”, combinación esta que haría justicia y facilitaría cumplir con las normas sociales que deben producir el necesario  bienestar colectivo en el que un ambiente de equidad  incremente las oportunidades y garantice la dignidad de la gente.

El amigo que me hizo las preguntas,  tal vez recordando el libro de memorias “La paciente impaciencia”, del excomandante sandinista , Tomás Borges, me sugirió un posible plazo para alcanzar la solución a su primera cuestión, tiempo  que mi desanimada expectación me sugiere, que, aunque confíe, la resiliencia, esa ahora recurrida esperanza, requiere  tiempo, esfuerzo y compromiso. 

 

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