Por Osvaldo Santana
El presidente Luis Abinader no concurrirá a las elecciones 2028, pero de nuevo será la carta esencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), en una u otra dirección.
Abinader sigue siendo el principal activo de esa agrupación, y continuará siéndolo para las próximas elecciones. Le puede agregar valores positivos o ingredientes negativos.
Ese valor agregado no solo deviene de su condición de principal figura del partido azul y blanco, sino esencialmente por el rol que ocupa: la presidencia de la República.
El aporte más significante de Abinader para el PRM está asociado al desempeño de su misión como presidente. Al pasar balance a sus últimos cuatro años, que siempre serán más importantes que los primeros, para hacer una contribución positiva tendrá que arribar al 2028 con los bonos bien altos en la estima de la sociedad.
Pero esos bonos están asociados a la obra que el mandatario pueda presentar al momento de hacer ese balance. Acercarse al final del período, un gobierno sometido a fuertes demandas, cuestionamientos o críticas sociales igual se proyectará sobre su partido, y entonces arrastrará ese valor negativo que se transferirá al PRM o a la figura que encabece la boleta.
La calidad de la gestión de Abinader es esa carta básica del oficialismo para agenciarse la continuidad en el poder más allá de 2028, al margen de quien pudiera ser su candidato presidencial.
En 2012, cuando tocó el final de los dos períodos seguidos de Leonel Fernández, el papel de éste para la victoria del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), fue clave, toda vez que su candidato presidencial Danilo Medina no marcaba lo deseable frente a su principal contrincante el expresidente Hipólito Mejía. El aporte de Fernández fue esencial.
Y no es solo la imagen o el cúmulo de obras o realizaciones que realice el presidente saliente en favor de la sociedad, sino como éste actúe para garantizar la continuidad de su partido.
Desde ya, Abinader tiene a favor su esfuerzo para fortalecer el papel del Ministerio Público en la persecución del crimen, pero de manera particular, frente a la corrupción en la administración pública.
Para la persecución de los crímenes y delitos contra el erario, Abinader no solo designó una procuradora general a la que habrá que reconocer que actuó con independencia de criterios, y medido por resultados, muchos son los casos que se conocen en los tribunales.
Su continuadora, Yenni Berenice Reynoso, ha arreciado la persecución del crimen y los ilícitos contra la delincuencia organizada, e incluso, en algunos estamentos públicos.
La oposición ha señalado que cualquier cantidad de casos de corrupción en la actual administración no han sido perseguidos por el ministerio Público.
También al gobierno de Abinader se le critica por lo poco asertivo que ha sido su programa de obras públicas, y especialmente, la cantidad de infraestructuras iniciadas y no terminadas, lo que quizás pueda ser superado en el tiempo que le queda, 3 años, de este último período.
El candidato del PRM
No es solo el papel que pueda jugar Abinader para apuntalar el triunfo de su partido. La selección del candidato presidencial es un tema por definir en el PRM, no solo por lo que entraña la selección misma y el procedimiento a seguir, sino por dos factores adicionales: 1) Que el evento no se convierta en un factor de disociación y resentimiento interno, es decir, que el mismo resulte exitoso por la forma y los resultados. 2) Que el elegido sea quien en realidad represente la mayor representación del partido, y que pueda alcanzar arraigo en la sociedad.
Desde cualquier punto de vista, posicionar un nuevo candidato presidencial en el PRM, un partido que lo apostó todo por Abinader, no será fácil, y tendrá que emplearse a fondo para ganar el poder, siempre que el actual presidente le dé soporte y le deje un legado de resultados y no de frustraciones.
Algo más
No siempre la selección de una figura en un partido político para suceder al presidente de turno resulta ser un paseo en un jardín de rosas. Tiene implicaciones tremendas, incluso, para quien será sustituido. No solo se está despidiendo a un presidente, sino que también empieza a apagarse la luz de una estrella. La prudencia será esencial a la hora de elegir al nuevo candidato. Si bien no tiene que cumplirse la voluntad presidencial, mediante un señalamiento, pero el escogido debería ser del agrado del jefe en declive. Su nivel de compromiso podría verse disminuido. La historia registra situaciones en ese sentido. La candidatura de Jacinto Peynado en 1996 a contrapelo de Joaquín Balaguer disminuyó gravemente sus posibilidades. Y forzosamente apoyó la candidatura de Leonel Fernández para la segunda vuelta, lo que se selló con el famoso pacto patriótico. Algo similar ocurrió en 1986, cuando el candidato del PRD Jacobo Majluta, un fuerte crítico del presidente de la República Salvador Jorge Blanco que obtuvo la mayoría de los votos contra Balaguer, pero su compañero presidente no hizo lo suficiente para garantizar un serio conteo de los votos observados, lo que le dio el triunfo a Balaguer.
En consecuencia, la selección del candidato idealmente debería estar signada por la consideración de la opinión del presidente.