Por a Federico Pinales
Lo mejor que ha hecho Donald Trump ha sido desenmascarar a las grandes cadenas de radio, periódicos y televisión, obligándoles a pedirle perdón, para no demandarlos por difamación.
Los que se han negado a complacer su petición, han tenido que enfrentarse a él frente a la justicia ordinaria y ser condenados a pagarle sumas millonarias.
Nunca he estado de acuerdo con la prepotencia, arrogancia y poco sentido de humanidad del presidente norteamericano. Tampoco con su forma olímpica y descarada de acusar sin pruebas, de inventar y difundir mentiras irresponsablemente, pero mi compromiso con la ética y objetividad me obligan a reconocerle las cosas positivas.
Obligar a las grandes cadenas y agencias de noticias internacionales a tener más cuidado con las manipulaciones dañinas a las que están acostumbrados, sin ninguna consecuencia, es algo positivo, porque además de evidenciarse como creadoras de contenidos falsos, para beneficiar determinados intereses, crea un importante precedente en favor de las víctimas de las canalladas de ciertas cadenas y agencias noticiosas de Estados Unidos y Europa, a las cuales nadie se atrevía a cuestionar, porque lo que decían esos medios era “palabra de Dios”.
Es cierto que tiene aire y ambiciones de dictador, pero la poca honra que le queda la defiende con ardor, usando todos los recursos que tiene a su alrededor.
Nadie como él, ha tenido el coraje de enfrentarse legalmente a todos los monopolios mundiales de la comunicación, acusándolos de injuria y difamación, logrando cobrarles grandes sumas millonarias como indemnización.
Muchos presentadores latinos y americanos, a quienes descaradamente se les iban las manos, manipulando y acusando en vano.
Con las demandas del presidente Donald Trump, sus imágenes y credibilidad se les vinieron abajo y quedaron sin trabajo. Con lo cual ha empezado a acabarse el relajo, de acusar sin evidencias y no enfrentar consecuencias.
