domingo, junio 30, 2024

La apuesta por la transparencia, otro eje de campaña que la oposición ignoró y no afrontó debidamente

Por Osvaldo Santana

Otro eje clave de la campaña del presidente Luis Abinader, y que la oposición no fue capaz de afrontar en forma alguna, y que por el contrario la ignoró, es la bandera de la transparencia y la lucha contra la corrupción, que esencialmente estuvo dirigida hacia la oposición, y de manera más concreta, contra el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

No parece que esté en los presupuestos de la oposición, y en particular, del PLD, considerar ese eje como uno de los elementos fundamentales a los que recurrió el gobierno para vencer a sus contrarios. Ya hemos abordado todo lo que hizo el Partido Revolucionario Moderno (PRM) para quedarse en el poder, y huelga volver sobre ello, pero es importante que la oposición valore cómo la “transparencia” se convirtió en una herramienta útil en el accionar oficialista para arrinconar a sus contrarios.

Fue una decisión política desde el primer día del lanzamiento de las aspiraciones del presidente Luis Abinader a continuar en el poder. El 14 de agosto de 2023, cuando dirigió una alocución centrado en las nuevas generaciones, por las redes sociales, proclamó que una de las razones esenciales para aspirar a continuar al mando era su determinación de convertir la transparencia y la lucha contra la corrupción como un motor del cambio.

En ese discurso, dirigido a las capas poblacionales que cargaron mayormente con su triunfo, y constituían parte importante de su base de sustentación, Abinader preguntó:

“¿Cuál fue el reclamo que te hizo marchar?” Y respondió: “La honestidad”.

Y continuó: “La razón que nos trajo hasta aquí. El legado que me esfuerzo en honrar cada día. La mejor política, porque preserva nuestra democracia. Honestidad garantizada ahora, con la designación de un Ministerio Público independiente.”

“Honestidad: El mismo valor que nos permite ser eficientes”.

Luego el presidente sintetizó sus logros en tres años: el combate de la covid-19, la apertura económica, el apoyo a las familias, sus obras… para concluir, siempre dirigiéndose a sus parciales,  a quienes les dice que “en pocos meses tendrás que elegir si prefieres continuar con más honestidad en la política…” y asegurarles que… “después de una profunda reflexión, entendí que el país está por encima de mi tranquilidad familiar o personal; por eso comunico hoy mi decisión de participar en las elecciones internas del Partido Revolucionario Moderno para ser su candidato a la Presidencia de la República en las elecciones del 2024.

“Quiero que sigamos construyendo sobre los logros que hemos alcanzado juntos, trabajando con el mismo entusiasmo e intensidad de siempre.

“Sigamos creyendo en el poder de la honestidad.”

De esa forma, el presidente se presentaba como precandidato en las internas del PRM, pero la oposición no se daba cuenta que era con el discurso que tendría que confrontarse más adelante, y no se dio por aludida.

La batalla contra la corrupción

Ese discurso estuvo precedido por toda la batalla contra la corrupción del gobierno pasado, el del PLD, que determinó que hermanos y otros parientes del expresidente Danilo Medina terminaran en la cárcel.

La honestidad y la anticorrupción era el escudo y la lanza con que sería liquidada la imagen del PLD, y potencialmente, otros adversarios que pudieran tener alguna importancia. Esa agrupación quedó arrinconada contra la pared, y no peleó para defenderse, y dejaron a sus funcionarios perseguidos a su suerte.

Ese partido, si bien los cargos de corrupción podían tener fundamento, no entendió que se trataba de un problema político, orientado a minar su prestigio, su obra de gobierno, y por vía de consecuencia, vendría su destrucción. En paralelo, muchos de funcionarios elegidos (alcaldes y diputados) y dirigentes general fueron “atraídos” bajo el eufemismo del “transfuguismo”.

Si bien el gobierno no le marchó a la “vieja corrupción”, mantuvieron en vilo algunos casos, acerca de los cuales “escritores” del gobierno hablaban de casos pendientes y la parte profunda de las redes sociales eran convertidas en un solar de destrucción de la imagen del expresidente Leonel Fernández, el cual tampoco fue capaz de entender que la bandera de la transparencia igual buscaba denostarlo en la medida de que pudiera convertirse en una opción con vocación de poder.

No mirar atrás

Entonces, vino aquello de “no mirar atrás”, una campaña que tenía dos destinatarios, el PLD en primera instancia, y la Fuerza del Pueblo, si era necesario.

El país empezó a ser dividido entre “buenos y malos”, entre quienes la población tendría que escoger para dirigir los destinos nacionales.

Como ninguno de los candidatos presentaba en sus propuestas y plantes de gobierno diferencias significativas, que sugirieran un cambio importante en la dirección de la cosa pública, o quienes gobernaban, los votantes se vieron en la disyuntiva de escoger entre iguales. 

La gente fue ganada por el discurso anticorrupción y pro-transparencia y optó por quienes gobernaban y en el imaginario político podían representar menores riesgos. Unos arrastraban el estima de corruptos, y siendo así, generaban poca confianza. Los gobernantes, y los otros devenían en garantes de la ética y la integridad en el manejo de los recursos públicos.

El gobierno fue lo suficientemente eficiente para denunciar a los malos, a quienes habían convertido el erario en fuente de enriquecimiento ilícito. 

Y la oposición no fue capaz de cuestionar, primero la verdadera dimensión de la política de transparencia y la anticorrupción, la cual quedó establecida como cierta, con toda certidumbre, y tampoco fue capaz de evidenciar que había surgido una nueva corrupción, la de los funcionarios acusados por el propio gobierno, castigados solo mediante destituciones, pero ninguno procesados por la justicia.

El gobierno no solo recurrió a todos los mecanismos para asegurarse los votos necesarios, mediante el uso y abuso del poder, la conquista de dirigentes de otros partidos, más el fuerte liderazgo del presidente en ejercicio, sino que supo recurrir al descrédito de sus adversarios, un arma poderosa que jugó un papel estelar para elevar al más alto nivel la tasa de rechazo de su principal competidor. 

Pero la oposición tampoco se dio cuenta, y no elaboró un plan de defensa y ataque de la invocada “transparencia”, que, al mismo tiempo, tuviera capacidad de derribar el discurso de la nueva moralidad gobernante.

En esas condiciones, alcanzar la victoria era un imposible, si se recuerda todo lo que hizo el gobierno y lo que no fue capaz de hacer la oposición fragmentada, y luego, envuelta en una fementida e infuncional alianza.

 

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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