Por Yancen Pujols
Fue todo un fin de semana al estilo Broadway con sede en el Yankee Stadium. La obra era al estilo espartano: más de 40 mil almas en las gradas concentradas en un solo pelotero.
¿El villano de ellos? Juan José Soto Pacheco.
La primera visita de Soto al Bronx con el uniforme de los Mets estuvo matizada por mensajes impublicables, cartelones con mención a Judas y hasta franelas a la venta con su apellido y unos términos nada decentes.
Querido como un niño mimado hasta diciembre de 2025, criticado sin piedad desde que se mudó a los Mets, Soto recibió una descarga de viernes a domingo propia de un quien cambió amor por un dolor de dimensiones insospechadas.
Suele pasar. Los parroquianos de los Yankees se encantaron con Soto y el criado en Herrera parecía un pez en sus aguas vestido de rayas.
La novena intentó firmarlo, ofreciéndole un monto de 760 millones de dólares, pero Soto escogió a los Mets, el otro equipo de pelota de la Gran Manzana, por 765 millones y una serie de prerrogativas que los Yankees no darían.
Los fanáticos de la 161 y River en el Bronx prepararon una producción de abucheos colosales, darle la espalda cuando fue a jugar defensa en el prado derecho, en fin, se pusieron para Soto.
Para felicidad de los locales, Soto se fue de 10-1, sin impulsadas en la serie en que los Yankees salieron airosos en dos de tres choques. Súmele a eso su pobre producción y eso fue más música para los oídos de los inquilinos.
La carga del ataque pasó factura en Soto, quien aceptó usar un micrófono para interactuar con la transmisión de la cadena ESPN en el partido del domingo y luego se negó a ultranza. Habló con ejecutivos de su equipo para no hablar, alegando, según reportes, que estaba cansado de hablar sobre lo mismo y al final del juego, se marchó sin conversar con la prensa.
El mejor pagado del negocio, dueño del principal contrato en los registros del deporte, está ahora mismo en el ojo del Huracán por bajo rendimiento y corridos de bases cuestionables. Todo eso es festejo para los yanquistas.
Con el gran dinero llegan tremendas responsabilidades y una de ellas es lidiar con fanáticos y medios implacables como los de Nueva York.
Es de esperarse que el bate de Soto despierte. Ha demostrado que produce con calidad.
Mientras tanto, la presión le acompaña. Es un invitado no deseado, pero uno del que nadie se escapa.