jueves, marzo 28, 2024

José Ceballos: “Las Casas Comunitarias de Justicia deben ser asumidas por el Estado”

Su director resalta que más de medio millón de personas se han favorecido y las Casas han ahorrado al Estado no menos de 8 mil millones de pesos en cuatro años.

Para el director de las Casas Comunitarias de Justicia, José Ceballos, estos centros de conciliación entre los ciudadanos de distintos sectores en toda la geografía nacional, deben ser asumidos por el Estado dominicano, porque a través de ellos se resuelven conflictos y diferendos que yendo a los tribunales significan miles de millones de pesos.

Se trata de una iniciativa que nació en Participación Ciudadana, pero que al día de hoy ha tocado a más de 537 mil personas que han resulto sus contradicciones por esta vía, lo que significa más de 8,000 millones de pesos ahorrados al presupuesto nacional en los últimos 4 años.

A continuación, la entrevista:

Cómo te sientes José

Muy bien, avanzando con un poco   de años encima, pero eso es parte del proceso. Dicen que los años dan experiencia.

Me alegra mucho que nos juntemos, que nos veamos y tengamos este diálogo.

Recuerdo cuando iba a la región Sur y te veía por Radio Enriquillo y compartíamos esa experiencia. También me llega a la mente cuando estabas en el periódico El Siglo, ya desaparecido, el apoyo que recibíamos como movimiento social y a veces nos convertíamos en corresponsales de ustedes con esas páginas dedicadas a las regiones y a los barrios de la Capital.

Siempre contábamos con esa colaboración de notas de prensa y uno ni siquiera preguntaba cuándo iban a salir, porque éramos aliados.

O sea, uno tenía esa confianza y si no salía en el momento que creíamos, pensábamos que había otra agenda en el periódico, pero estábamos seguros de que ese respaldo lo íbamos a tener.

Te estas remontando a finales de los años 90 y comienzos del año 2000.

Cuando eso estábamos en los Comités para la Defensa de los Derechos Barriales (Copadeba). Eran muchos barrios, pero ahora se multiplican. Pero esa sección nos cayó muy bien a nosotros, porque estábamos trabajando por nuestra ciudad. A veces recogíamos informaciones de otros pueblos. La gente nos pedía que le trajéramos las notas de prensa de sus actividades y hasta papelitos le entregábamos a sus reporteros para que los formalizaran como contenidos informativos. Esos compañeros me decían: mira, llévate esa nota para que salga en el periódico. 

¡Qué bueno, que te involucraste tanto en el trabajo social y comunitario! 

Yo pienso que como soy hijo de una barriada que tenía muchas necesidades y se nos hacía difícil empezar a tener en ese momento una práctica partidaria política, nos enfocamos en las necesidades de nuestra gente.

Me concentré en una experiencia que organizamos en la Escuela de la Salle, que está en el Barrio Simón Bolívar. Allí había algunos religiosos educadores De la Salle, que impartían una dinámica de trabajo. Éramos jóvenes inquietos y nos llamó la atención que un día no llegó el director y cundo investigamos supimos que tuvo que asilarse por la represión y el acoso del Gobierno de turno, que era el de Joaquín Balaguer. Se trataba del profesor Miguel Domínguez. 

Estamos hablando del año 1970. Una época difícil. Entonces los profesores impulsaban una educación muy cargada de mensaje de liberación. Luchamos para que se les respetasen sus derechos, pero comoquiera lo mandaron al exilio.  Cuando él salió hizo un afiche que decía: “las ideas no se deportan”.

¿Cuál fue tu experiencia en Copadeba? 

Copadeba es una organización que creció rápido. Se fundó en diez barrios de la zona norte con una práctica diferente a la que se había tenido en la lucha popular.

El caso que más nos integró fue que según la información que teníamos, la familia Vicini era la dueña de la parcela donde residía la gente pobre de la Capital.

Esa parcela comienza en el corte de Villa Mella a la orilla del río, que por ahí todavía es Isabela, se extiende hasta Guachupita, toda la orilla del río, hasta que se convierte en Ozama y llega hasta el cementerio por la Pedro Livio Cedeño. De ahí toma la Pedro Livio Cedeño hasta la 17 y sube hasta el puente de la 17.

Dicen que ellos reclamaban y reclaman todavía toda esa franja que creo son más de 3 millones de metros cuadrados que no estaban muy urbanizados.

Todavía no sabemos si para bien o para mal, pro ahí surgió la organización de todos esos barrios que se pararon en pie de lucha para preservar sus pequeñas propiedades. Copadeba cumplió un rol fundamental en esa etapa.

Eso fue Copadeba, pero ahora está en el Centro de Casas Comunitarias de Justicia, qué significa este esfuerzo.

El Centro de Casas Comunitarias de Justicia nació en Participación Ciudadana (PC). Esta institución surgió muy acorde con la observación de los procesos electorales y realizamos un enorme trabajo involucrando a miles de personas a nivel nacional, nucleados alrededor de las mesas de votación. Era como un símil de lo que hacía el Partido Reformista, que formaba sus “cuarteles de trabajo” alrededor de los centros de votación. Los informes de todos esos ciudadanos se constituyeron en una experiencia magnífica. 

Entonces Participación Ciudadana se dijo: “hay que abrir un poquito más el trabajo”. Y pasamos una parte de los directivos con la propuesta de hacer un centro que pudiera garantizar el acceso a la justicia desde el mismo barrio.

Y así arrancamos con el mismo esquema que empezó Participación Ciudadana, que establecía que quien propone un proyecto lo asume como su compromiso.

Eso estaba caminando en la misma dimensión en América Latina y la Agencia para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID), por sus siglas en inglés, aportó bastante, no solamente recursos económicos, sino en apoyo con experiencias e investigaciones.

¿Qué tipo de servicios le dan a la gente? 

Lo que hacemos tiene que ver con casos en que la gente más pobre no puede llegar a un tribunal. Situaciones que la población no puede pagar un abogado.

Son casos que podemos resolver vía la mediación. Esta mediación se divide en tres líneas que son comunitaria, familiar y escolar.

Entonces empezamos a trabajar con las escuelas para capacitar mediadores y lanzamos la propuesta de un plan nacional de solución de conflictos. Para implementar este proyecto   vinieron unos técnicos muy capaces de Argentina que nos ayudaron bastante, siempre con la USAID aportando los recursos.

Ahí arrancamos. Hoy día hemos llegado a 16 años sin pararnos, con las Casas de Comunitarias de Justicia y ahí están los resultados. Estamos hablando de más de 537 mil personas que han pasado por allá.

¿Cuál ha sido el caso más difícil que han tratado?

No te puedo dar el detalle de con quién fue, porque tenemos un principio de privacidad, pero nosotros hemos resuelto ahí grandes problemas para la seguridad ciudadana, con situaciones que se presentaban en algunos barrios y que con la Juntas de Vecinos logramos resolver.

Lo más sonados son los casos de pandillas. Cuando estas entraron en la moda eran un terror, una zozobra y a veces había vecinos que no podían pasar de una cuadra a otra porque un hijo de ellos estaba supuestamente en esos grupos.

Se hizo una especie de convención en un local del Colegio la Salle, buscamos la solución y se llegó a un acuerdo, las dos familias, las dos personas y se confraternizó todo. Eso sin costarle un centavo a nadie.

Lo otro fue poder lograr que la gente entendiera que, si tenía problemas de manutención de niños, de menores, abuso de violencia, iba a la Casa Comunitaria y se le buscaba una salida.

En principio, la gente pensaba que allá tendrían que toparse con policías o fiscales, pero ya hay conciencia de que estos centros son para conciliar diferencias entre vecinos sin necesidad de ir a un tribunal.

Sin embargo, cuando son casos mayores, los acompañamos hacia los Palacios de Justicia y les asesoramos para que sean los tribunales que puedan tratar sus conflictos, pero nunca los abandonamos.

Con el tiempo hemos logrado integrar una propuesta que garantizará la presencia del sector justicia cerca del barrio, en la Casa Comunitaria. Ya en algunas de las Casas tenemos un fiscal fijo y recibimos algunas ayudas.

¿Dices fiscal del sistema tradicional? 

Tradicional, sí, del sistema de justicia, pero especializado en conciencia. Aun así, la gente va, porque siente que no tiene que ir a un lugar a gastar dinero que difícilmente consigan.

¿Cuántas Casas a nivel nacional? 

Tenemos nueve Casas y hay una que está equipada, pero por la falta de recursos no hemos podido abrir en Hato del Yaque, eso es camino a San José de las Matas, en Santiago.

Estamos más en los municipios que acogieron el proyecto, porque muchos no lo entendían. Casi siempre contamos con el apoyo de los Cabildos, pero muchos alcaldes frecuentemente se resisten a colaborar alegando que no tienen recursos. Donde recibimos apoyo, ahí abrimos.

Ahora conseguimos un apoyo en la Ley de Presupuesto y Gastos Públicos del Estado, es un poquito bajito, pero estamos trabajando con esos recursos en Dajabón. 

En este momento seguimos con la USAID asistiendo al municipio de Mao y los otros lugares. El servicio para la gente es gratuito.

¿Cuál es el sueño con estas Casas Comunitarias?

Lo ideal es que se pueda asumir como política pública. Ya se ha mostrado fuera del país que eso funciona, que eso resuelve.

A veces las políticas públicas aquí son un poco complicadas, dura mucho tiempo, pero nosotros hemos avanzado bastante, porque tomamos como norte de que sí se puede, porque todo el mundo tenía que ir a un lugar público donde se impartiera justicia y era un trauma. Nosotros estamos conciliando y resolviendo esos problemas. Hicimos una investigación, tomando en cuenta todas las posibilidades que aparecen en estos servicios y concluimos que La Casa de Justicia, todo ese conjunto y esta Casa Central, le están aportando al Estado aproximadamente 8 mil millones de pesos en ahorro en cuatro años. 

Muestras un alto nivel de satisfacción con este trabajo…

Así es. Son experiencias que el Estado debe asimilar, porque hay mucha sabiduría en esta iniciativa.  Se debiera poner el ojo en eso, de manera bastante seria. Yo creo que este ejemplo hay que considerarlo y replicarlo con mayor ímpetu.

Muchas gracias, José.

Lito Santana
Lito Santana
Nació en Tamayo. Locutor y periodista. Ha trabajado en distintos medios de comunicación. Aboga por la participación de todos los sectores en la solución de las dificultades por la que atrevieza el País.

1 COMENTARIO

  1. Que bueno es que existan periodistas que nos orienten y nos informen en un país donde solo vemos y escuchamos noticias desagradables, y de poco valor de orientación no conocía que existían estas casas de justicia ñ, Lito gracias por tus muy buenos temas y siempre van orientados al conocimiento social eres un educador mi querido, te felicito

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