Por Rafael Aquiles Rivera Andújar
Desde que la sociedad se dividió en clases sociales hasta nuestros días, han existido guerras de todo tipo, por las más diversas causas y motivaciones. En la actualidad, los conflictos bélicos se multiplican en diferentes partes del mundo. Israel e Irán, después de doce días de una guerra que mantuvo en vilo al planeta, hacen una pausa que, todo parece indicar, solo busca un reacomodo. Israel continúa con el ataque a Gaza, con la muerte diaria de decenas de niños, mujeres y civiles, a la vista de todos, y también en Cisjordania, aunque con menor intensidad. Israel se enfrenta, además, a Yemen, Siria y Líbano, sin el más mínimo respeto al derecho internacional.
La guerra que Rusia libra en Ucrania, con la OTAN como actor indirecto, e incluso el conflicto entre India y Pakistán, también atraviesan pausas temporales. En África, aunque los medios apenas lo mencionan, las guerras civiles persisten en países como Libia, Sudán, República Democrática del Congo, Etiopía y Somalia, entre otros, donde la paz sigue ausente.
Para entender el contexto actual, conviene hacer un breve recorrido histórico. Antes del siglo XX, en Europa, ante la ausencia de organismos internacionales que regularan los conflictos entre Estados, se recurrió al “equilibrio de potencias” para evitar enfrentamientos directos entre ellas. En 1863, en Ginebra, Suiza, se creó la Cruz Roja como mecanismo para otorgar un trato humanitario a los heridos de guerra. En 1907, en La Haya, Países Bajos, se firmó la Convención para la protección de la población civil. Sin embargo, en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. Se pensaba que sería un conflicto breve, pero se prolongó más de cuatro años, pues un país fue arrastrando a otro hasta involucrar a todos los principales actores de la época. Esta guerra dejó más de 16 millones de muertos, millones de mutilados y una destrucción incalculable.
Ante este panorama, las potencias ganadoras se propusieron crear un organismo que agrupara a todos los países para evitar la repetición de una tragedia similar. Así, en enero de 1920, en Ginebra, Suiza, nació la Liga de las Naciones, el primer órgano multilateral regulador de los Estados. Sin embargo, este organismo nació incompleto: Estados Unidos, una de las potencias vencedoras, no suscribió la carta fundacional; la Unión Soviética ingresó en 1934 y fue expulsada en 1939; Alemania y Japón la abandonaron en 1933; Italia en 1937; Brasil, en 1926; y así, otros países se retiraron, dejando al mundo sin un instrumento de consenso global que evitara nuevas guerras. Así, prevaleció la ley del más fuerte. Alemania, con Adolf Hitler, se convirtió en una potencia militar que sentó las bases para la Segunda Guerra Mundial, la cual dejó cerca de 60 millones de muertos y países completamente devastados.
Tras la guerra, los líderes de los Estados vencedores concluyeron, una vez más, que era urgente evitar una repetición de estos hechos y fundaron la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Hoy, existen varios indicadores que apuntan a la posibilidad de un gran conflicto militar entre las principales potencias del momento: Estados Unidos, Rusia y China. Israel actúa impunemente en Gaza, agrede a sus vecinos, elimina a los líderes que considera enemigos, y la comunidad internacional no reacciona. La guerra en Ucrania, lejos de buscar una salida negociada, involucra cada vez a más actores. La OTAN, brazo armado de Occidente, aumenta el gasto militar de sus miembros en un 5 % del PIB. El Reino Unido declara estar preparándose para una guerra con Rusia; Alemania decide rearmarse para “detener” el avance ruso; el presidente de Francia afirma que enviará tropas a Ucrania para enfrentar a Rusia. Israel e Irán se preparan para retomar las hostilidades.
Recientemente, varios países abandonaron el Tratado de Prohibición de Minas (Tratado de Ottawa): Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia y Polonia. Estados Unidos se retiró de la Unesco, ha amenazado con salir de la Organización Mundial de la Salud y con retirar la ayuda a la ONU. Además, ha amenazado a los jueces de la Corte Penal Internacional si procesan al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
En definitiva, los principales actores políticos y militares del orden mundial actual encaminan sus esfuerzos al rearme y al debilitamiento de los organismos multilaterales. El debilitamiento de la ONU y de sus principales organismos es el camino más corto hacia una gran conflagración militar que podría poner fin a la especie humana tal como la conocemos.