Por Rafael Méndez
El solemne y doloroso ambiente de la velación del senador Miguel Uribe Turbay en el Capitolio Nacional de Colombia fue el escenario de un nuevo y tenso enfrentamiento entre los expresidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Este altercado, que rápidamente se volvió viral, no solo reavivó una antigua disputa, sino que también expuso, una vez más, las profundas y aparentemente insalvables divisiones en el seno de la derecha colombiana.
La confrontación, que en la jerga popular colombiana se describe como un momento en el que "se dieron en la jeta", fue un cruce de acusaciones y reproches. Es una expresión coloquial que describe una pelea verbal muy fuerte y agresiva, donde no hay golpes físicos, sino un ataque directo con palabras. En este caso, el intercambio dejó al descubierto la intensidad de un conflicto que lleva años gestándose.
Álvaro Uribe, actualmente bajo detención domiciliaria, cumpliendo una condena de doce años, no pudo estar físicamente en el velorio, pero su presencia se sintió a través de un mensaje crítico hacia el expresidente Santos, a quien tildó de "hipócrita", y lo responsabilizó por la violencia en el país. Según Uribe, el proceso de paz con las FARC que lideró Santos "devolvió el poder a los criminales", deslegitimando supuestos avances en seguridad que se habían logrado durante su propio mandato.
Santos invita a Uribe a "dejar atrás el odio"
La respuesta de Santos no se hizo esperar, y en medio del solemne velorio a donde acudió para dar su pésame a la familia, instó públicamente a Uribe a "dejar atrás el odio", y a buscar la reconciliación. Su mensaje fue interpretado como un llamado a la unidad y a dejar de lado la confrontación política en medio de la tragedia, que la derecha no ha respetado, ni en medio de la gravedad extrema, y en el descenso del senador Miguel Uribe Turbay.
Más allá del intercambio personal, este incidente es un reflejo de la profunda fragmentación que ha caracterizado a la derecha colombiana en los últimos años. Lo que en algún momento fue un bloque unido bajo el liderazgo de Uribe, se ha fracturado en diversas facciones con visiones distintas sobre el futuro del país.
El triste escenario de un velorio, que debería haber sido un espacio para la unidad, se convirtió en el lugar donde estas dos visiones irreconciliables volvieron a chocar. El altercado Uribe-Santos, más que un simple pleito entre los dos principales líderes de la derecha colombiana se ha convertido en el botón que muestra una insalvable fragmentación política que les llevara a la derrota electoral del 2026.
Uribe en la encrucijada
El reciente fallo judicial condenatorio contra el expresidente y exsenador Álvaro Uribe Vélez no es un episodio aislado; es la culminación de un proceso que se ha extendido por más de una década y media, y este veredicto, junto con las investigaciones pendientes, coloca a la derecha colombiana en un rumbo incierto, ya de por sí a la deriva.
La condena final contra Uribe Vélez por fraude procesal y soborno de testigos ha sido un golpe devastador, con profundas implicaciones políticas. La historia de esta contienda judicial es un reflejo de cómo las acciones de un líder pueden, con el tiempo, volverse en su contra, y cuyas consecuencias adversas abre una tronera hacia donde se ve arrastrada la extrema derecha.
El presidente Gustavo Petro describió el significado de este fallo de manera contundente: "Uribe representa la podredumbre de una élite que convirtió al Estado en un instrumento del narcotráfico y el paramilitarismo. Su condena no es solo por sobornos; es por haber envenenado la política con sangre y cocaína. Es el fin de una era de impunidad. Colombia empieza a sacudirse el miedo.”
Falsos positivos: La condena que pende sobre Uribe
El caso de los «falsos positivos» es un doloroso recordatorio de cómo la búsqueda de resultados a cualquier costo puede conducir a la más absoluta barbarie. Este fenómeno representa uno de los capítulos más sombríos de la historia de Colombia, donde se produjeron crímenes de lesa humanidad de una magnitud escalofriante. Fue una consecuencia de la creación de condiciones que llevaron al asesinato sistemático de miles de jóvenes por parte de miembros del Ejército Nacional.
Con el paso de los años se han acumulado una cantidad abrumadora de pruebas que señalan la responsabilidad directa de la política de seguridad durante los periodos de gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Esto se relaciona con la implementación del Plan Colombia, en el que se registraron graves violaciones a los derechos humanos, incluyendo un aumento en los casos de «falsos positivos» y el desplazamiento forzado de comunidades. Algunos críticos señalan que la ayuda militar estadounidense, con su enfoque en la confrontación armada, exacerbó la violencia en el conflicto.
Aunque la justicia colombiana aún tiene una deuda pendiente en la imputación directa del expresidente Uribe Vélez, la evidencia disponible en informes de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sentencias judiciales y una vasta documentación periodística apuntan a que fue desde lo más alto del poder que se articuló esa maquinaria del crimen, simulado en «bajas en combate» y con cuya acción se recompensaba a los mandos militares.