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miércoles, octubre 29, 2025
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Entre la risa y la burla (Parte 2)

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Miguel J. Escala

Como quedamos al final del artículo anterior, nos faltaba la parte de las burlas, que abordaremos en esta entrega.  Antes, quiero referirme a algunos comentarios de lectores que complementan los casos que permiten la risa compartida.

Primero, una amiga, tras leer sobre las confusiones con las gotas de los ojos, recordó a una pariente de otra amiga que, sin darse cuenta, se había echado Coquí en uno de los ojos, pensando que era la gota oftálmica. 

¿Moraleja? Coloque siempre los frascos con las gotas para los ojos en lugares específicos donde no puedan confundirse con otras sustancias (y esta es la segunda vez que lo decimos). 

Segundo, otra amiga me compartió algo que le sucedió: 

“Yo tengo 55 años. Ayer salí del trabajo al mediodía y me dirigí al Banco para abrir una cuenta comercial. Me monté en mi carro, y llegué al Banco de la Gómez, al cual he ido muchas veces.  Al llegar, me desmonté y noté todo diferente. Pensé: ‘¡Wao! Aquí remodelaron todo… pero qué raro lo pusieron’. También me sorprendió ver que un militar me abrió la puerta. Lo encontré extraño, pero avancé y le dije al joven del mostrador: ‘Vine a abrir una cuenta comercial, por favor, deme un ticket’. El joven me miró desconcertado, pero me dio el ticket. Me senté a esperar y, al observar mejor el lugar, me pregunté: ‘¿Y dónde estoy?’ Entonces me di cuenta de que no estaba en el Banco a donde pretendía dirigirme, sino en una oficina de la Dirección General de Impuestos Internos”. 

Cuando se lo comentó al guardián, todos se rieron… incluida ella misma. Y desde luego se salvó de que le cargaran un anticipo antes de comenzar las operaciones.  

¿Moraleja? Mire bien dónde entra (quizás dejando de atender el celular). Y si le pasa, ríase, como la amiga de 55 años. Con 70 o más, sigue siendo un chiste, no una emergencia para llamar al 911. 

La burla

Sin embargo, cuando la risa no es compartida por quien protagoniza la anécdota, nos acercamos al terreno de la burla o incluso del bullying.

Muchos de nosotros hemos sido, en algún momento, objeto de burla.
Con frecuencia, estas surgen de un error cometido, de una debilidad, o de alguna característica que otros usan para provocar risas, pero sin incluirnos en ellas. En ese caso, quien es blanco de la risa se siente incómodo o herido.

Un caso sencillo me sucedió recientemente. Lo consideré una burla y un acto de edadismo, y respondí con tranquilidad, logrando que todo continuara en calma… pero con la satisfacción del deber cumplido.

Ocurrió en una tienda de uno de nuestros centros comerciales donde venden accesorios para celulares. Mientras una empleada me explicaba cómo resetear un teléfono que ya no usaba, una clienta que estaba al lado con su esposo interrumpió la conversación y comentó: 

“Es que, como persona mayor, se le hace muy difícil entender”.

Lo dijo con una sonrisa cargada de cierto rintintín.  Me giré hacia ella —que no había sido invitada a opinar— y le di, con cortesía, pero firmeza, una breve lección sobre el edadismo. Su esposo intervino en tono conciliador y el asunto quedó cerrado.

En otra ocasión nos sucedió a los integrantes de una mesa en una fiesta de cumpleaños a la que fuimos invitados por un amigo.  Éramos en la mesa como siete personas, todos con los 70 cumplidos o casi por cumplir.  Se acercó un amigo del anfitrión con el cual habíamos compartido en ocasiones anteriores, siempre en mesas diferentes.  Al despedirse y tras saludarnos con cortesía, echó todo a perder con una frase que cruzó el límite:

 “Vine a comprobar quienes estaban para ver a cuáles no encontraré el próximo año”.  

Él acompañó su “chiste” con una carcajada, y todos en nuestra mesa permanecimos en silencio, sin siquiera devolverle las “buenas noches”.  Respondí algo como: “Espero que no seas tú el que falte”.  Quizás el episodio provoque alguna risa, pero espero que se haya notado la burla que nos colocaba en fila para el cementerio. Humor no compartido, muy desagradable.

La risa sana es humor compartido, con consentimiento, donde todos reímos, sobre todo si el protagonista está presente. Eso favorece el clima del grupo y fortalece los vínculos. Por el contrario, la burla incluye componentes de ridiculización y contiene elementos de violencia simbólica o psicológica. Solo fortalece los estereotipos que deterioran las relaciones sociales. Es casi una flecha dirigida a la autoestima de quien la sufre. Y, desde luego, descarta la amistad con quien la realiza.

Por ese análisis de la burla que estaba rumeando, me chocó tremendamente la obra TOC TOC, del francés Laurent Baffie. Se presenta como una comedia —que solo en España ha sido vista por más de un millón de personas—. En la obra, varios personajes padecen distintos trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) y coinciden en la sala de espera de un psiquiatra. Las risas del público, no consentidas ni compartidas por pacientes reales (estoy 99% seguro), son respuestas inducidas por los comportamientos extraños que manifiestan los personajes como característicos de su trastorno: repetir palabras, tener fobia a las bacterias o no caminar sobre líneas, entre otras.   Obviamente, son actores que representan esos casos, pero en muchos hogares se viven —y se sufren— situaciones similares.

Asistí a una función de la obra. Muy bien montada y con talentosos actores. Me sumé en algunos momentos a las risas, pero periódicamente pensaba si debía levantarme e irme, o quedarme y seguir riendo. El personaje que más me preocupaba era el que representaba a una persona con síndrome de Tourette, un trastorno neurológico con tics motores y vocales involuntarios y repetitivos. La vista de un caso real impresiona: sus movimientos y sonidos pueden causar asombro o incomodidad, y a veces se acompañan de expresiones soeces.

Conozco a un exitoso pequeño empresario que padece dicho síndrome desde joven. Tiene tics motores y hace ruidos, pero nunca le he oído una mala palabra. He conversado con él en múltiples ocasiones, aprendiendo a seguir el diálogo más allá de sus tics.
Pero de pronto me encontré presenciando una obra donde más del 50 % de las risas provenían de un excelente actor que hacía movimientos extraños y decía malas palabras. Pensé en mi amigo empresario y me pregunté si disfrutaría una obra así. Llegué a la conclusión de que era más burla que humor consentido.

Tuve mi conflicto interno. Al terminar, compartí mis sentimientos con mi esposa y con una antigua alumna que estaba delante de nosotros. Necesitaba desahogarme. Busqué luego en internet opiniones sobre la obra, y me gustó la conclusión a la que llegaba un autor:

“TOC TOC puede ser vista como una obra de humor inteligente que usa la exageración para generar empatía y reflexión sobre la salud mental, si se maneja con sensibilidad; o, en cambio, como una burla hacia los enfermos mentales, si se presenta sin cuidado, reforzando estereotipos o provocando la risa a costa del sufrimiento ajeno”.

Dejo el juicio de la obra a cada lector, pero confieso mi calificación de burla.  En medio de esa “crisis”, recordé la película Front of the Class (Al frente de la clase o El primero de la clase), que narra la historia real de un joven de Georgia que lucha hasta convertirse en maestro pese a su síndrome de Tourette.  Una película hermosa que deja un mensaje profundo sobre el apoyo y la comprensión hacia las diferencias. Estoy seguro de que sus alumnos lo respetan y difícilmente disfrutarían TOC TOC. Pueden encontrar El primero de la clase en español en YouTube.

Más allá de la burla

El bullying, presencial o digital (cyberbullying), es una burla o agresión repetida que llega a producir temor y aislamiento.
Aunque nos parezca poco frecuente el bullying hacia personas mayores, se ha convertido en un tema de investigación, sobre todo en los hogares de adultos mayores. Comparto un extracto del resumen de un artículo realizado en España que subraya la importancia del tema:

“El objetivo del estudio ha sido validar un cuestionario para medir situaciones de acoso en personas mayores. Participaron 475 personas con edades entre 58 y 95 años. Se obtuvieron cuatro factores: víctima de exclusión social, víctima de agresión, víctima de violencia verbal, víctima de agresión con uso de armas y agresor.
Conclusiones: El estudio demuestra la existencia de acoso entre personas mayores y la necesidad de evaluarlo, prevenirlo y atenderlo eficazmente”.  (Méndez, I.; García-Munuera, I.; Ruiz-Esteban, C.; López-Pina, J.A., 2024. DOI: 10.5093/clh2025a7)

El bullying y el acoso van más allá de la burla: representan violencia y deben ser tratados como tal, incluso ante los tribunales. Sobre la violencia hacia adultos mayores recomiendo los recientes reportajes de Luisa Blanco publicados en el periódico Hoy.  

En toda interacción humana, la risa puede ser un puente o una herida. Cuando se usa para compartir y aliviar, une; cuando se emplea para señalar o ridiculizar, se convierte en violencia. De ahí la importancia de educar en la empatía y el respeto, ayudando a distinguir entre el humor que humaniza y la burla que degrada. Solo así podremos construir comunidades donde el humor no sea un arma, sino una expresión de convivencia y comprensión mutua.

 

Miguel J. Escala
Miguel J. Escala
Miguel J. Escala Es educador desde 1969. Estudió Psicología y Educación Superior.

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