viernes, octubre 18, 2024

¿En la previa de una tercera guerra o en la definición de un nuevo liderazgo mundial?

Por Osvaldo Santana

Como si nadie lo estuviera viendo, sobre todo, los ilustrados pueblos de Europa, parecería que el mundo se aproxima a una catástrofe, ya advertida por el Papa Francisco, una y otra vez, y recién, piadosamente, por el presidente de Estados Unidos Joe Biden, quien acaba de expresar a través el coordinador de comunicación estratégica del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, que “no quiere ser responsable de iniciar la Tercera Guerra Mundial. No buscamos un conflicto con Rusia, otra potencia nuclear".

En el desenlace bélico del siglo pasado, Europa fue el escenario mayor de la guerra entre Alemania, su eje (Italia y Japón), y los aliados, que esa vez involucró a tres potencias clave, Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra, y la resistencia de Francia y otros países, pero ahora, cuando la unipolaridad del mundo está en juego, una guerra “mundial” puede tener mayores dimensiones. No solo por el alcance planetario de las armas nucleares, sino por los conflictos potenciales en diferentes regiones.

Más allá de la guerra de Rusia en Ucrania y la tierra arrasada de Israel en suelo palestino, hay un mal de fondo que arrastra a las dos principales potencias: la indiscutible primacía de Estados Unidos, con presencia global, y la determinación de China de expandir su economía, y en consecuencia su liderazgo, y de manera resuelta, defender la integridad territorial. 

Además, cada vez más países recelan de las políticas de Occidente frente a terceros países y resulta evidente que estos están interesados en trazar sus propias rutas hacia el desarrollo, lo que progresivamente pone a riesgo el liderazgo de Estados Unidos, no solo como la mayor economía en el mundo, sino su primacía que ejerce como polo dominante desde antes de 1989, cuando se derrumbó la Unión Soviética.

Ahora, el escenario mayor está en Ucrania, pero lo que no se ha dicho es que, para Rusia, que inició la guerra, de lo que se trata es de la defensa de su territorio, el más grande de todos los países, y recela que Occidente pretenda repartírselo. No debe olvidarse, que Rusia hace fronteras con China, y que ambas grandes naciones se consideran recíprocamente como retaguardia una de la otra. 

Una escalada bélica en Europa puede terminar en el lejano oriente, donde Rusia tiene frontera con China, que igual se siente asediada por Estados Unidos y sus aliados en el Sur de Asia, por sus reclamos de soberanía sobre el territorio de Taiwán y los mares de China y China Meridional, en disputa este último con Filipinas, aliada de Estados Unidos, Japón y Australia. China no ha ocultado que se siente “cercada” por todo el desplazamiento de tropas, flotas y bases militares norteamericanas en su cercanía.

El peligro de la guerra es más que latente, y recién se ha acelerado con la entrega de armas de largo alcance de Estados Unidos a Ucrania, lo cual ha sido advertido por Rusia como una amenaza mayor, que podría tener implicaciones para toda Europa, y obviamente, haría que la Organización Atlántico Norte (OTAN) avance no solo con el acompañamiento en armas y asesoría a Ucrania, sino mediante el envío de tropas, como anunció en abril de este año el presidente de Francia Enmanuel Macron. Ya naciones tradicionalmente pacifistas como Finlandia y Suecia se han mostrado dispuestas para ir a la guerra, y ni hablar de Polonia, que colinda con Bielorrusia, está lista para el combate con amplios despliegues de tropas en su frontera con Ucrania, sobre la que en el pasado no muy lejano tenía reclamos territoriales.

¿Cuál es el sustrato?

Todo este estado de preguerra no está determinado por la presencia rusa en Ucrania. Tiene un sustrato más profundo. El mundo unipolar liderado por Estados Unidos corre peligro, y esa nación se resiste a “entregar” sus dominios como imperio global.

La competencia en los mercados parece un terreno ganado en el tiempo por China, y su presencia en el mundo con la política de la Franja y la Ruta, no ha encontrado la respuesta adecuada de Washington, que la ve como una amenaza, y la encara desde un enfoque de confrontación, primero desde una perspectiva sistémica, incluso “ideológica”, como si se retornara al período de la guerra fría, y luego mediante un enfoque de bloques de países, cuando en realidad, el propósito de China está fundamentado en una propuesta desarrollista de alcance global, explicada en diferentes foros desde Kazajistán o Indonesia o en Shanghái, en el mismo territorio continental.

La política de EE. UU.

Ante la creciente expansión económica de China y su plan desarrollista en el mundo, Estados Unidos ha expuesto su visión desde una perspectiva militarista, pese al señalamiento del presidente Biden al inicio de su gestión de que la competencia con el gigante asiático había que impulsarla en el comercio, en el desarrollo tecnológico, en la producción de bienes y servicios de calidad.

Pero, con la irrupción de Rusia en Ucrania, en 27 octubre de 2022, surgió un nuevo temperamento transmitido por el ministro de Defensa, Lloyd Austin, al presentar a la prensa la nueva estrategia estadounidense frente a sus competidores globales.

“La invasión rusa de Ucrania pone de relieve la “amenaza aguda” que representa Moscú, pero China es el desafío más importante para la seguridad de Estados Unidos durante las próximas décadas”, afirmó el Pentágono en su nueva estrategia de defensa.

China “representa el desafío más trascendental y sistémico, mientras que Rusia plantea una amenaza aguda, tanto para los intereses nacionales vitales de Estados Unidos en el extranjero como en el territorio estadounidense”, precisa el ministerio de Defensa en el documento en que fija la estrategia de trabajo para los próximos años.

China “es el único rival que tiene la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, el poder para hacerlo”, subraya. 

“A diferencia de China, Rusia no representa una amenaza sistémica para Estados Unidos a largo plazo. Pero Rusia representa una amenaza inmediata y aguda para nuestros intereses y valores”, dijo Austin.

La Unión Europea, ¿qué hace?

Después de 1945, los países de Europa, ayudados a reconstruirse tras la segunda guerra mundial, han alienado sus políticas a la voluntad de los Estados Unidos, y juegan un papel poco relevante en la discusión de los grandes problemas. Lo más extraño es cómo los pueblos de esos países no se dan cuenta de que sus líderes los conducen por el camino de la confrontación.

En el caso de Rusia, no le queda más alternativa que apurar una estratégicamente con China, que ha sido su salvavida en medio de la política de sanciones y bloqueos que le han impuesto Estados Unidos, la Unión Europea, Inglaterra y todos sus aliados. 

Otros países

Países tan importantes como India, con diferencias fronterizas con China, han privilegiado esta vez trillar su propio camino hacia el crecimiento. Junto a Brasil, desde antes de la guerra en Ucrania, Rusia, la misma China, Sudáfrica y otras naciones que se han ido agregando, buscan fortalecer un polo de influencia mundial no narigoneado por Estados Unidos.

El debilitado papel de la ONU

En medio de ese panorama, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aparentemente al margen de lo que sucede en el mundo, estaría en una fase de transición, dada su débil autoridad para imponer decisiones. Las dificultades manifiestas para coordinar resoluciones en el Consejo de Seguridad por las diferencias entre los grandes competidores, parecería augurar una reformulación acorde con las tendencias en curso.

¿Y ahora qué?

La cuestión es que ya Estados Unidos no puede gobernar el mundo en los términos posteriores a la debacle de la Unión Soviética. El predominio de un liderazgo unipolar bajo la hegemonía norteamericana, con una China silente durante más de 35 años, forjando su futuro, parece llegar a su fin.

Ahora, China vive un tiempo de expansión, y Estados Unidos no tiene todas las posibilidades para mantener su ímpetu como único polo de poder global.

Grandes diferencias

Y hay marcadas diferencias en las concepciones de los dos liderazgos mundiales.

China ha trazado una línea filosófica de expansión sobre la base del intercambio comercial, científico, tecnológico y cultural, fundado en el principio “ganar-ganar”, sin opresiones ni coloniajes. No tiene bases militares en terceros países, ni flotas en los mares alrededor del mundo, no interviene militarmente en ningún país, e incluso, su contribución a las misiones de la ONU es apenas simbólica. Escasamente participa maniobras navales con países relativamente próximos, como ocurrió hace poco con Irán y Rusia, en el Golfo de Omán.

Sigue empeñada en recuperar territorios y mares, caso de Taiwán, los mares de China y China Meridional, de ahí sus diferencias con Filipinas, más algunas disputas territoriales con India, que trata de atenuar. Persigue su integridad territorial y la reunificación de sus territorios.

China se enfoca como potencia económica más que como una potencia militar con vocación imperial. Sus arsenales armamentísticos están concebidos para la defensa y la seguridad nacional.

No es el caso de EE. UU., que obra bajo la lógica del gran imperio, con extraordinario desarrollo de sus fuerzas productivas, con una vibrante industria de guerra, preparada siempre para comportarse como una potencia militar de alcance mundial.

De esa forma, más de 50 países se sienten protegidos bajo su férula y tiene presencia en no menos de 130. Toda Europa, menos Turquía, está igual bajo su influjo, y más allá, en Asia y África, donde ha revitalizado sus lazos y acuerdos militares de ayuda recíproca con Japón, Corea del Sur y Australia, como se si preparara para una confrontación. El 3 de junio, Canadá anunció el aumento de su presencia militar en la región Asia-Pacífico y el impulso de la cooperación con la alianza AUKUS, formada por Australia, el Reino Unido y Estados Unidos.

¿Quiénes gobiernan?

Estamos en los prolegómenos de una carrera para decidir quiénes gobiernan el mundo y no parece que haya nadie en ningún país decidido seriamente a evitarlo. Ni siquiera los durmientes ciudadanos europeos se dan cuenta que solo ellos pueden evitar el derrotero que empuja a la guerra en su territorio.

¿Son necesarios nuevos vencidos para reimplantar una autoridad global? 

 

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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