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miércoles, mayo 21, 2025
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Emigrando hacia el CES

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Por Alfonso Tejada

Nadie “con dos dedos de frente”  se atrevería  a restarle méritos al encuentro de la semana pasada entre los cuatros hombres que han dirigido el país en este primer cuarto del siglo XXI, pero a los otros tres dedos restantes se les puede encargar  la tarea de que revisen algunas cuestiones que durante esos respectivos mandatos pudieron hacer, y por las razones que fueran, dejaron de  hacer lo que tenían que hacer, porque ellos sabían, y saben, que desde entonces, “aún falta muchas cosas por hacer”.

En el caso particular de la agenda que los convocó, superando resquemores, diatribas, perspectivas y egos, y más allá de las posibles ventajas que ahora estiman pueden obtener de ese tema,  hay que convenir que los cuatro son responsables de la realidad que significa la presencia de haitianos en el país, esa que Hipólito Mejía, franco como es, se atrevió a señalar límites, los que Leonel Fernández obvió hasta que le convino atender, cuestión que Danilo Medina quiso asumir  después de la fatídica sentencia 168-14 del Tribunal Constitucional, pero que atado por la misma y la subsecuente ley 169-14, apenas pudo iniciar, realidad  que Luis Abinader ha exacerbado. 

Los reclamos de empresarios  para que se establezcan regulaciones a la presencia de haitianos en el país acorde a las necesidades económicas de sectores productivos,  aunque están  “en el carril del centro” , acompañados  de Hipólito Mejía en esa propuesta, también es parte de la visión que sobre el problema tiene el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y rebasan las pretensiones de Leonel Fernández, y de manera ostensible, la del presidente Abinader, quien, inconsecuente con su  posible legado, insiste en un  abordaje  que le resta proyección y lo sumerge en un deterioro de su decencia, su currículo, su hacer y su herencia política. 

Como se ha llevado los lauros por el encuentro de los cuatro últimos mandatarios, también es sobre Abinader que recae el mayor peso de la migración haitiana actual, la que él ha manipulado por beneficios momentáneos, pero que también ha diseñado y permitido aplicar con una saña inhumana, ilegal, ilegítima, que desdice de ese  tradicional tratamiento de relación, cooperación y solidaridad que siempre tuvo el conglomerado  político originario de su Gobierno, lazos por los que, en ocasiones muy críticas, fue víctima de ese instrumento de perversidad, acorralamiento y chantaje de sectores y personajes con los que hoy se hace acompañar el Presidente en su andar. 

Porque, ¿cuál soberanía puede estar en riesgo ante grupos irregulares que abusan de una población desarmada, huérfana de orientación, empobrecida y que náufraga en una  precaria subsistencia?, mientras que en la frontera dominico- haitiana hay desplegado a todo lo largo un ejército provisto de armamentos sofisticados, drones, aviones y movilidad rápida, ufana descripción  que mereció más de tres páginas en el discurso de rendición de cuentas del 27 de febrero, que además comparte la vigilancia con un largo muro infranqueable, reforzado todo por una de las últimas 15 medidas migratorias, para el cuido de esa “soberanía” que ahora nos incita a una cruzada (¿?) 

Sin embargo, los resultados de ese primer encuentro de los mandatarios del siglo, hay que ampliarlos, porque  entendieron que la dimensión del problema los sobrepasa, que sus propuestas son insuficientes y las  medidas del Gobierno ineficaces, de ahí  la necesidad de acudir  al Consejo Económico y Social (CES) desde el que impulsar una acción articulada, que se integre en el marco de la política bilateral y la ya impostergable aplicación de un esquema migratorio legal, transparente, seguro, ordenado, humano y solidario, posible sin los prejuicios anti haitianos  y  desvinculado de las agresiones de grupos fascistas amparados en la anuencia oficialista. 

Esos tres dedos diferentes de aquellos “dos de frentes” tenemos que usarlos también para reconocer la trascendencia del encuentro, llevarla más allá de esta coyuntura, y recordar que los cuatro acarrean deudas de cuando han ejercido el mandato, entre ellas la actualización de la ley de Seguridad Social y la necesaria reforma fiscal, que a excepción – ¡Otra vez! – de Hipólito Mejía, los demás les han “sacado el cuerpo”, más pendientes de supuestos  riesgos políticos, los que ahora  a Abinader, con su evasión, sólo les recortan créditos a su legado.

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