Por Alfonso Tejeda
La explosión de entusiasmo comprobada en un vídeo de un transeúnte anónimo en el tramo entre el kilómetro nueve de la carretera Duarte y la entrada a Los Alcarrizos, quien registra el transitar de un tren, lleva a la definición que hace la Real Academia de la Lengua Española de la palabra euforia: ”Entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al optimismo” , en su primera acepción, y desafía la segunda: “Estado de ánimo extremadamente optimista, que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad”.
Y desafía esta segunda acepción porque ese proyecto de movilidad es una de las propuestas gubernamentales que más críticas – en la versión de “ memes” – , le ha generado al presidente Luis Abinader, que desde casi el inicio del primer Gobierno (2020/24) , se embarcó en ella como parte del plan de ampliación del transporte público, para beneficio de un segmento poblacional que demanda y merece servicios de calidad adecuados, con la necesaria comodidad, con respeto a su dignidad y en correspondencia a sus aportes como ciudadanos generadores de bienes.
La aparición dominical de ese tren en pruebas diurnas – ya se hacían nocturnas-, y el regocijo provocado pudieran compararse con aquella época en que la tarde dominical era el espacio en que la mayoría de la gente simple satisfacía esa cuota de recreación, ese alegre compartir familiar que les permitía escapar de la estresante jornada de los otros días laborales, en los que comprometían todos sus esfuerzos, dedicación y recursos para seguir adelante, muchas veces a contracorriente de una realidad hostil.
Pero, esta prueba también trae otro desafío muy diferente a la promesa de terminación de la obra pautada para los seis meses próximos, y es la convocatoria inaplazable que hacen al presidente Abinader el inicio de estos tres años venideros en los que se espera encarrile las decisiones, las obras y las realizaciones imprescindibles que demanda el país para alinear las necesidades postergadas al crecimiento experimentado en todas las áreas, ese del que amplios sectores sólo tienen referencias.
Es un reconocimiento constatable que Luis Abinader ya tiene una experticia que le valida cualquier decisión que adopte, valoración suya que se espera esté en sintonía con las expectativas que tiene una parte muy amplia de la población que entiende es el momento de asumir, con intransferible responsabilidad de cada uno, las medidas inapelables que reviertan el curso de la economía, garanticen la sostenibilidad del sistema eléctrico, eficienticen los servicios públicos y amplíen logros alcanzados, todo esto posible si el presidente “arrima el hombro” a ese sentir.
La vespertina prueba dominical del tren de Los Alcarrizos coincidió con el final de la peor semana que en la percepción pública ha enfrentado el presidente Abinader, quién, por las respuestas dadas, parece estar entendiendo que el tiempo le recuerda sus plazos, que es “sabia virtud” conocerlo y que su tren vendió “boleto de ida y vuelta” que compraron muchos eufóricos de la primera acepción, aunque también los hay de la segunda.
Queda pendiente saber en cuál vagón del tren se montará Abinader.