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miércoles, abril 23, 2025
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El precio de la libertad: Haití, Francia y una deuda que aún pesa y la puerta que abre Macron

Macron reconoce el daño causado por la indemnización de 1825 y abre el camino a una revisión histórica conjunta

Por Octavio Santos

En 1825, veinte años después de que Haití lograra su independencia con sangre y machete, Francia regresó a la escena con una propuesta indecente: reconocer la libertad de sus antiguos esclavos a cambio de una indemnización. Una “compensación” de 150 millones de francos oro —unos 30 mil millones de dólares actuales sin contar intereses— para resarcir a los esclavistas por la pérdida de su propiedad. Es decir, por haber perdido a los esclavizados y las tierras.

El 17 de abril de ese año, el rey Carlos X firmó la ordenanza que puso precio a la libertad haitiana. Y con ello, condenó al nuevo Estado al hambre financiera, a una carrera imposible por pagar su libertad y a la imposibilidad de construir un país viable. Hoy, dos siglos más tarde, Emmanuel Macron reconoce lo que ya sabían los archivos y los huesos: fue una injusticia histórica.

Una carga fundacional

El peso de aquella deuda no fue simbólico. Entre 1825 y 1947 —cuando Haití terminó de pagarla— el país destinó hasta el 80 % de sus ingresos anuales en algunos años al pago de la indemnización. Para lograrlo, contrajo préstamos con bancos franceses, alemanes y estadounidenses, ampliando así su dependencia económica. A falta de fondos para educación, salud o infraestructura, Haití quedó entrampado en un subdesarrollo programado.

El resultado: una nación nacida con grilletes financieros. La historiadora Marlene Daut ha sido clara: “Al forzar a Haití a pagar por su libertad, Francia se aseguró de que el pueblo haitiano siguiera sufriendo los efectos económicos de la esclavitud por generaciones”.

Más aún, estudios económicos contemporáneos calculan que el costo de oportunidad de esa transferencia supera los 150 mil millones de dólares actuales. Una cifra que no solo retrata lo perdido, sino lo que Haití jamás pudo construir.

Francia se enriqueció

¿Y qué hizo Francia con ese dinero? Según investigaciones recientes, parte de esos fondos contribuyó al desarrollo de infraestructura clave en la metrópoli. Algunas fuentes incluso citan, de forma simbólica, la construcción de la Torre Eiffel como beneficiaria indirecta del desangramiento haitiano. Más allá del acero, la deuda haitiana alimentó bancos, proyectos industriales y la consolidación del imperio financiero francés del siglo XIX.

Macron da un paso

El 17 de abril de 2025, justo dos siglos después, el presidente francés Emmanuel Macron pronunció una declaración histórica desde el Palacio del Elíseo. En ella, reconoció que la decisión de 1825 impuso “una pesadísima indemnización” que puso un precio sobre la libertad de una nación joven.

“Reconocer la verdad de la Historia es también asumir esa parte de verdad en la construcción de la memoria, dolorosa para Haití”, dijo. Y con ello anunció la creación de una comisión mixta franco-haitiana de historiadores, cuyo objetivo será examinar los dos siglos de relaciones entre ambos países, incluyendo el impacto económico y simbólico de la indemnización.

Aunque la comisión no tiene mandato de recomendar compensaciones económicas, su creación marca la primera vez que un jefe de Estado francés admite oficialmente la injusticia de aquel acuerdo.

“Una deuda concreta, no solo moral”

La historia reciente ha empujado a que el reclamo haitiano sea visto no como un acto simbólico o de victimismo, sino como un tema de justicia reparatoria concreta. En 2004, el entonces presidente Jean-Bertrand Aristide exigió a Francia la devolución de más de 21,000 millones de dólares. Su pedido coincidió con su caída del poder, hecho que algunos vinculan con presiones extranjeras.

Tras el devastador terremoto de 2010, nuevas voces —desde académicos hasta artistas— renovaron el reclamo. Y desde 2020, en el marco de los debates globales sobre reparaciones por esclavitud, el caso haitiano se ha vuelto emblema de una lucha más amplia.

Thomas Piketty, uno de los economistas más influyentes de Francia, ha sido categórico: Francia debería devolver al menos 28,000 millones de dólares a Haití. No como gesto político, sino como reparación histórica cuantificable.

Naciones Unidas, CARICOM y los ecos en el Caribe

En septiembre de 2024, el reclamo haitiano fue llevado por primera vez con fuerza a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Edgard Leblanc Fils, presidente del Consejo de Transición de Haití, denunció que “Haití fue la única nación del mundo obligada a pagar por su independencia”, y exigió una reparación estructural.

La Comunidad del Caribe (CARICOM), a través de su Comité de Reparaciones, ha respaldado a Haití. Su postura es clara: la deuda de independencia no puede ser desligada del contexto de esclavitud y colonialismo que sufrió la región.

Incluso el New York Times, en una serie de reportajes en 2022, detalló cómo los pagos haitianos enriquecieron a familias francesas e instituciones financieras durante décadas. En respuesta, Francia derogó simbólicamente la ordenanza de 1825 en 2016. Pero no ofreció dinero. Hasta ahora.

¿Reparar es posible?

La respuesta no es fácil. ¿Puede devolverse lo perdido? ¿Se mide el atraso con cifras? ¿Cómo reparar generaciones de pobreza inducida? En 2025, el Comité Nacional de Reparaciones de Haití estima en 115 mil millones de dólares el monto justo. Una cifra que incluiría el crecimiento económico perdido, la deuda acumulada y el daño estructural.

Los activistas han declarado este año como el “Año de la Restitución”. Desde camisetas con consignas en Brooklyn hasta pronunciamientos de ONGs en Puerto Príncipe, el clamor ha ganado fuerza. Pero el gesto de Macron —aunque insuficiente para algunos— abre una puerta inédita.

“Debemos afrontar esa realidad con lucidez, valor y verdad”, dijo el presidente francés. Esas palabras, por primera vez, colocan la historia de Haití y Francia sobre una mesa común. Aunque sin promesa de reparación inmediata, hay un nuevo lenguaje: el del reconocimiento.

Un país hipotecado desde su nacimiento

En 2020, Haití tenía un PIB per cápita de apenas 1,100 dólares, y cerca del 60 % de su población vivía en pobreza extrema. Estas cifras son síntomas de una dolencia estructural: el Estado haitiano nació quebrado, sin capacidad de garantizar salud, educación o seguridad. La deuda, como una mordida eterna, se llevó su futuro antes de que pudiera soñarlo.

La historiadora Marlene Daut lo explica así: “La deuda fue una prolongación económica de la esclavitud. Haití no solo compró su libertad. Fue obligado a comprar su pobreza futura”.

El legado es tangible: inestabilidad política, golpes de Estado, dictaduras, violencia social, fragilidad institucional. Todo esto con raíces en aquella imposición fundacional. En un país donde la esperanza parece un bien de lujo, la historia sigue dictando su sentencia.

Comparativa internacional: países que pagaron por su independencia

Si bien el caso de Haití es extremadamente singular (por ser una república fundada por esclavos liberados, extorsionada para indemnizar a antiguos esclavistas), no es el único país que tuvo que pagar una “cuenta” al obtener su independencia. A lo largo de la historia, varias potencias coloniales impusieron condiciones financieras a sus excolonias. 

A continuación, comparamos algunos casos notables:

País Año indep. (reconocimiento) Pago de indemnización / Deuda impuesta Detalles y consecuencias
Haití (Francia) 1804 (Reconoc. 1825) ≈150 millones francos oro (reducción a 90 mill. en 1838); Pagada hasta 1947​ Única independencia comprada con dinero. Pago a Francia por la “pérdida” de esclavos y propiedades; equivalía a $21 mil millones de USD de 2004​ (más de $150 mil millones ajustados a crecimiento). Provocó endeudamiento externo y frenó al desarrollo por 122 años​.
Brasil (Portugal 1822 (Tratado en 1825) 2 millones de libras esterlinas (≈80 toneladas de oro) Portugal exigió indemnización para reconocer la independencia brasileña. Tratado de Río de Janeiro (1825): Brasil asumió esa deuda financiada con un préstamo británico​. El dinero realmente nunca salió de Londres, sino que cubrió deudas que Portugal tenía con bancos ingleses​. Brasil inició su vida independiente con una carga financiera significativa y preferencias comerciales otorgadas a la metrópoli.
RD Congo (Bélgica) 1960 Deuda colonial belga (~USD 120 mill.) asumida en 1960 Al independizarse como Zaire, se obligó al nuevo país a heredar las deudas contraídas por Bélgica durante la colonización, incluyendo préstamos para proyectos que beneficiaban a Bélgica. Este traspaso de deuda por “costos de su propia explotación” comprometió las finanzas del Congo independiente y redujo su capacidad de invertir en servicios básicos​ Hasta hoy RD Congo es de los países más pobres, pese a su riqueza en recursos, en parte por este lastre inicial.
Indonesia (Países Bajos) 1945 (Reconoc. 1949) ≈4.5 mil millones de florines neerlandeses (deuda colonial)​ Tras la guerra de independencia, el Acuerdo de La Haya (1949) estipuló que Indonesia asumía las deudas del gobierno colonial holandés, incluso los costos de las campañas militares que Holanda emprendió contra los independentistas​g. Indonesia pagó la mayor parte (unos 3.9 mil millones) hasta 1956, cuando suspendió pagos por disputas políticas. En 1966 se renegoció la deuda restante –alrededor de 1.1 mil millones de florines– que finalmente Indonesia terminó de pagar en 2003, descubriéndose con sorpresa que el país colonizado había estado pagando al colonizador hasta épocas recientes​.
Togo (Francia) 1960 “Deuda de beneficios coloniales” (pago anual ~40% presupuesto) Caso paradigmático de África occidental: el presidente Sylvanus Olympio rechazó seguir bajo dominio francés, pero aceptó pagar una deuda anual a Francia supuestamente por los “beneficios” aportados durante la colonización. La suma era tan enorme que rondaba el 40% del presupuesto togolés en 1963​, asfixiando al nuevo país. Olympio intentó salir del CFA (franco colonial) y emitir moneda propia, y fue asesinado días después en un golpe militar apoyado por Francia​. Este patrón se repitió en otras excolonias africanas que buscaron romper los pactos económicos poscoloniales.

 

¿Y ahora qué?

La comisión anunciada por Macron no es un cheque, pero es un inicio. Estará integrada por historiadores de ambos países y analizará, entre otros temas, el efecto de la indemnización de 1825, las representaciones cruzadas entre Haití y Francia, y el desarrollo de las relaciones bilaterales en los últimos dos siglos.

Su misión será producir un informe con recomendaciones, no necesariamente vinculantes, pero que podrían servir como hoja de ruta para una eventual reparación. Para algunos, se trata de otro gesto simbólico. Para otros, de una grieta en el muro.

Lo cierto es que Haití ya no está solo en su reclamo. El mundo escucha. Y por primera vez en 200 años, Francia se sienta a la mesa no como acreedora, sino como deudora moral, histórica y —quizás pronto— financiera.

¿Puede Haití recuperar lo pagado? La respuesta breve es que es sumamente difícil, pero no imposible avanzar hacia algún tipo de reparación. Si esperamos que Francia simplemente devuelva decenas de miles de millones de dólares dos siglos después, la realidad política lo hace improbable. 

Sin embargo, lo que sí ha cambiado es la comprensión global de la injusticia. Hoy se habla abiertamente de colonialismo, reparaciones y deudas históricas en foros internacionales. Haití ya no clama en el desierto: tiene detrás un coro que va desde académicos influyentes hasta gobiernos aliados.

En el terreno jurídico, Haití puede basarse en principios morales y políticos más que en mecanismos legales estrictos. Podría, por ejemplo, buscar una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre las deudas odiosas del colonialismo, para reforzar su posición moral. 

En el ámbito político, Haití y sus aliados regionales pueden seguir presionando en la ONU (como en 2024), y aprovechar la apertura que la propia Francia ha dado con la comisión de historiadores. Si esa comisión reconoce el daño económico cuantificable, Haití tendría una base aún más sólida para negociar medidas concretas.

En última instancia, la restitución puede adoptar formas creativas: fondos de inversión en Haití financiados por Francia, acuerdos de cooperación que privilegien a Haití, transferencia de tecnología o cancelación de otras deudas. 

Lo importante es que se establezca el principio de la reparación, sentando un precedente ético. Haití, la primera república negra libre, podría así convertirse también en el primer caso en que una excolonia obtiene reconocimiento reparador por el expolio sufrido.

El reclamo haitiano de restitución no es solo una demanda financiera, sino una lucha por la dignidad y la justicia histórica. Aunque la posibilidad real de recuperar íntegramente el dinero es remota a corto plazo, el simple hecho de que se esté discutiendo seriamente esta cuestión demuestra un progreso en la conciencia mundial. 

Haití ha logrado poner sobre la mesa la conversación sobre las deudas coloniales. La historia aún se está escribiendo: quizás en el futuro veamos que aquella indemnización de 1825 –símbolo de la opresión colonial– dé paso, al fin, a un acto de justicia para con Haití. Eso no borrará 200 años de sufrimiento, pero enviaría al mundo el mensaje de que nunca es tarde para reconocer un agravio y tratar de repararlo.

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