Por Santo Salvador Cuevas
El 14 de febrero del 2015, arribó a República Dominicana, desde los Estados Unidos de América, una delegación de diputados que encabezó la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, quien se reunió con el presidente Danilo Medina. Además, visitaron al presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez Durán.
Esa visita de Pelosi a República Dominicana se dio por un motivo bien marcado, pues se habían "colado" a Washington los aprestos que daba el gobierno dominicano para abrir las relaciones diplomáticas con la República de China Continental.
Ese encuentro entre Nancy Pelosi y el presidente Danilo Medina marcó el punto de partida para un distanciamiento con "las directrices" a que siempre tuvieron acostumbrados los gringos, de dar trato de subordinados a gobernantes del hemisferio occidental.
Con Danilo Medina, en medio de la cordialidad que impone la diplomacia, al indagar sobre lo que había de cierto para aperturar relaciones con China, la respuesta del presidente dominicano fue directa y clara.
Nos afirman que Danilo le dijo a Nancy Pelosi: "Sí, y lamento no establecer relaciones con China el mismo día que lo hizo Estados Unidos de América".
Lo que vino después fue un choque de trenes, la arrogancia de quienes se creen amos del mundo, y la dignidad de un mandatario del Tercer Mundo que hacía uso soberano del derecho internacional.
Desde esa ocasión los gringos comprendieron que se lidiaba con un gobernante poco dócil y no manipulable; lo que generaba de manera casi automática que en los niveles de poder de EE. UU. se procediera a diseñar una política injerencista para salir de Danilo Medina.
Esas diferencias y la determinación soberana del gobierno dominicano, activaron un plan para salir del PLD, y ello incluía reunirse con el principal líder de la oposición y trazar una ruta de apoyo y "tolerancia total" para que Luis Abinader hiciera "todo lo que sea necesario" para salir del gobierno de Medina.
Pero la contradicción de los gringos con el gobierno morado no tuvo carácter de crudeza hasta que las relaciones con China se firmaron.
La furia de los gringos contra el gobierno de Medina no vino solo por las relaciones con China en sí, sino por el hecho también de que estas se dieron sin que los órganos de inteligencia de la potencia con más poder sobre el planeta pudieran detectar el momento en que se rubricaría dicho acuerdo.
Tan discreto y bien guardado fue ese acontecimiento histórico en que el gigante asiático y el gobierno dominicano firmaron el acuerdo, a tal punto que no fue sino hasta minutos antes de la firma, cuando la embajada norteamericana en el país fue informada por el gobierno de Santo Domingo de que las relaciones diplomáticas con la China de Mao Tse Tung, eran una realidad.
Los gringos enloquecieron y con todo el odio y la arrogancia del mundo iniciaron, junto a Luis Abinader, el plan de acción conjunta para sacar del poder al PLD y, en su lugar, colocar un gobierno dócil e incondicional.
Volveré con el tema.