Por Melton Pineda
Trabajar con un periodista de la experiencia de Radhamés Virgilio Gómez Pepín, es como hacer un post grado en la comunicación.
Solidario, exigente, ameno, pero también difícil y complicado.
Sin embargo, conjugado todas estas actitudes te hacen aprender que el ejercicio de la comunicación no es un rulo.
Al llegar bien temprano a la redacción del periódico matutino El Sol, bajo la dirección de este comunicador de vasta experiencia, inmediatamente se para de su escritorio y nos dice: “Melton, tú que eres fotógrafo y redactas, coge el vehículo y vete ahora mismo al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, que allí van a llevar a Luis José León Estévez, (Manota) ex –esposo de la inefable Angelita Trujillo, aquel asesino trujillista acusado de torturar, asesinar y desaparecer a decenas de opositores al régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo Molina en la Cárcel de La 40, junto a su amigo Ranfis Trujillo. León Estévez, conocido también como “Pechito”, luego, deprimido, se suicidó de un disparo a la cabeza.
Sin titubear, salgo hacia la misión encomendada por el director del periódico.
Al llegar al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, bien temprano ya habían llevado al presidiario León Estévez, donde un juez de instrucción. Lo esperé a la salida del despacho del magistrado.
Desde que lo vi, fuertemente escoltado por policías vestidos de civil, comencé a fotografiarlo, y de inmediato, un hombre regordito, pelo suave, peinado hacia los lados, nos brincó para arrebatarnos la cámara fotográfica.
Logré esquivarlo, pero logró aferrarse de la cámara y me decía: “dame la cámara, dame la cámara”. En el forcejeo, logré dominar al hombre de muy baja estatura, y lo atesté contra la pared, mientras le decía: “yo soy periodista”, y forcejeando me decía: “de cuál medio tú eres, hijo de la gran puta. Aquí no hay más periodista que tú, quién te mandó, dime quién te mandó, hijo de la gran puta” . “Hijo de la gran puta eres tú”, le contestaba casi escupiéndole la cara y continuaba con el forcejeo para que no me quitara la cámara. Le contestaba y seguía forcejeando para arrebatarme la cámara.
En el forcejeo le dije: “yo soy del periódico El Sol”.
“Ahhhhh, desgraciado, maldito, tú eres de El Sol, te mandó Radhamés, ese maldito tiene problemas conmigo. Dame la cámara, si no te mato, yo soy el coronel Moncho Henríquez, me dicen El Coyote, tú debes conocerme”.
Al oír el nombre, sabía que era capaz de pegarme un disparo, y sacó una pistola, me la puso en el estómago, y entonces le solté la cámara, mientras otro oficial le decía: “déjemelo a mí coronel, que yo arreglo eso con este guapo”.
“No, no, no, tranquilo, fue el maldito de Radhamés que lo mandó, ese desgraciado”, mientras se llevaba la cámara.
De inmediato, me marché del lugar sin la cámara y me fui para la redacción del periódico. Como en esa época no existían los celulares, antes entré a una oficina del Palacio de Justicia y llamé a Sol Radhamés Gómez Pepín y le narré lo ocurrido.
“Ven para acá, que ese es un asesino, yo voy a llamar al jefe de la policía, Ney Nivar Seijas”, me dijo.
Al llegar al periódico, Radhamés me hizo contarle con detalle lo que había pasado, “y la cámara se la entregué, porque él jaló por una pistola y me dijo que me iba a matar”.
“Coño, coño, coñazo, a chepa no te mató, y tú no conocías a ese criminal”, me dijo el director. Le dije que no sabía quién era, solo cuando se identificó por su nombre.
Pero parece que es con usted el problema, según me dijo.
“Está bien, déjame llamar a Nivar, qué vaina, ese hijo de puta,” decía Radhamés mientras llamaba al jefe de la policía.
El jefe policial le contestó el teléfono y de inmediato comenzó a contarle el incidente, y le decía: “mira Nivalito, por tú estar jodiendo con ese relajo de que yo le cojo la mujer a Moncho, por poco me mata un periodista, déjate de joder con eso”.
“Mándame la cámara que le quitó a Melton, un periodista de nosotros, coño, mándamela”, le decía. Parece que se trataban como buenos amigos.
Al parecer Radhamés tenía relaciones de confianza con Nivar Seijas, y le reprochaba que no siguiera con ese relajo, “mándame la maldita capara esa”.
En menos de una hora, un oficial se apareció con el aparato fotográfico en el periódico El Sol.
Luego Radhamés, en su oficina y me dio los detalles el porqué de las diferencias con Moncho Henríquez.
Ahí terminó todo, me puse a redactar la información, para ser publicada en el periódico El Sol del día siguiente.
Ramón (Moncho) Esteban Henríquez Figueroa, fue jefe del Servicio Secreto de la Policía Nacional durante el Gobierno de los 12 años de Joaquín Balaguer y murió en el 2012, después de que fuera atacado por desconocidos, y herido junto a su chofer, mientras viajaban en un vehículo, por la avenida 27 de Febrero esquina Núñez de Cáceres.