Por Osvaldo Santana
Era jueves Santo… un sentimiento muy profundo me empujaba desde el mismo día de la tragedia. Tenía que llegar allá, pero no quería ser parte del tumulto de curiosos que observaban con horror los hallazgos en los escombros. Tenía que expresar mi solidaridad con los caídos, con los sufridos, más allá de las reflexiones contenidas en unas líneas, hasta que ese día salí con un grupo de mis nietos que nos visitaron en estos días… Y llegamos esa tarde.
Pese a la presencia de decenas de personas, doscientas o trecientas que iban y venían, que buscaban dónde situarse, unas que no cesaban de capturar imágenes con sus aparatos celulares. Otras paradas, cabizbajas, o mirando hacia arriba, hacia las ruinas de lo que fue la discoteca Jet Set… Uno que otro suspiro o un comentario con una tremenda carga emocional.
Alrededor de lo que queda visible, desde la calle Coronel Sucre Félix, la avenida Independencia o desde la misma plaza comercial del sector El Portal, las personas congregadas no pueden ocultar sus sentimientos. Demasiado evidente que el pesar no se ha ido. La congoja persiste. El dolor es profundo. Unas lágrimas que de pronto nadie puede controlar… Los niños, a veces ajenos y distantes, igual sucumbieron al dolor. ¡Demasiado tristeza para no percibirla!
El silencio, la impotencia, el respeto por las víctimas y sus familiares se honra de esta manera. Una flor, una vela encendida, una llama que no se apaga, que aumenta en el curso de la mañana, la tarde, y la noche, cada día, expresan la pena y la solidaridad. También subyace en el silencio de quienes expresan una esperanza de que este desastre no puede caer en el olvido. Es un golpe demasiado demoledor como para que la sociedad y sus instituciones no respondan en la medida de lo justo. Y entonces te retiras algo aturdido bajo el influjo de reflexiones inevitables.
Nada resarcirá tanto daño, pero la humanidad dominicana requiere que la memoria de los muertos y los sufrimientos de los heridos, de sus familias y todos los que no salen del dolor persistente, puedan al menor sentir que mañana no será igual, porque habrá justicia.
Así es, duele, quizás es muy pronto para decir que esto también pasará, pero todos merecemos justicia!