Por Yancen Pujols
Grandes Ligas no es un teatro, con todo y el espectáculo de sus protagonistas en el terreno en cada jornada, pero se generan novelas y no de ficción, con una facilidad fuera de serie.
La última producción tiene de protagonistas a los Medias Rojas de Boston y al dominicano Rafael Devers, a quien la franquicia le dio en 2023 un contrato de 300 millones de dólares por 10 temporadas.
Ya hubo unos capítulos candentes cuando en el entrenamiento de febrero y marzo la escuadra decidió que el tercera base sería Alex Bregman, una contratación vía la agencia libre, desplazando al nativo de Samaná de esa posición en la que, en apego a la verdad, no había hecho el trabajo defensivo.
Devers tiene un bate de respeto, de los mejores en el negocio, mas no así su guante. Los números dicen que ha sido de los peores en las últimas cinco campañas.
No fue del gusto del criollo, hombre de pobre manejo ante las cámaras y micrófonos. Esa tormenta duró unos días y era evidente la inconformidad de Devers y la postura de la organización de no ceder ni un ápice.
Las aguas fueron tomando su nivel, aunque el malestar de Rafael seguía vigente en su interior y así lo demostró en días recientes cuando expresó a los medios que cubren al equipo que se le pidió que jugara la primera base por la lesión de Triston Casas y su respuesta fue un rotundo “no” en la ciudad de Kansas City, que se escuchó en toda Nueva Inglaterra, es decir, a muchas millas de distancia.
No solo rechazó la propuesta, sino que públicamente le dejó saber varias cosas al gerente Craig Breslow, entre ellas que, si tenía algo personal contra él, porque Breslow jugó pelota y sabe que una posición no se aprende de hoy para mañana. Por igual dijo que si entonces se lesiona una jardinero le dirán que ocupe ese puesto y, no menos interesante, le dejó caer la perla de que haga su trabajo y busque un primera base en el mercado o en otro lugar.
Devers ahí se pareció al Pedro Martínez de 1997-2001: soltó pura candela.
Expresarlo en público fue un error. De hecho, los dueños de Boston arrancaron para Kansas City a reunirse con el varias veces Todos Estrellas. Ese fuego había que apaciguarlo con urgencia.
Devers tiene unas cuantas campañas ya en las Mayores (debutó en 2017) y a sus 28 años debería presentar otro manejo. Eso es cierto, pero también la gerencia falló en no cerrar con buenos términos el primer incidente.
Lo trataron como un empleado, que lo es, pero quizás de baja categoría, cuando en verdad es el garrote de ese equipo.
Lo inteligente era dejar que se desahogara en lo inmediato, no decirle que solo será designado y se olvide del guante, para entonces pedirle que defienda la inicial.
En eso, Devers tiene razón. Fue decisión de la plana mayor sacarlo de la línea defensiva. No importa que tome rodado en cada práctica, mentalmente ya se había bloqueado, y súmele a eso la rabia intestina por el golpe a su ego.
¿Si es malo en tercera, cómo será bueno en la primera base de la noche a la mañana?
Breslow falló con la comunicación y en prever que Casas, fiel a su estilo de un paciente de alto riesgo, volvería a lesionarse.
Es muy probable que Devers termine jugando en la inicial y, en el mismo tenor, que su equipo lo cambie en esta campaña o en la siguiente. Quizás le echen agua a ese vinagre. El tiempo dirá.
Mientras tanto, hay drama en Boston.
No caen mal varios episodios de cuando en vez.