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miércoles, abril 30, 2025
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Del crecimiento al desarrollo: desafíos de las fuerzas productivas de la República Dominicana

Por Hirán Sánchez Melo

La República Dominicana tiene la virtud de ser uno de los países con tasa de crecimiento sostenida cercana a su potencial de 5.5 %, lo que en el devenir de las últimas décadas la ha llevado a ocupar el lugar 82 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH-2022), con una puntuación de 0.766. Esta calificación nos cataloga como un país de desarrollo humano alto. Sin embargo, cuando se ajusta el IDH por desigualdad, la puntuación se reduce a 0.627, para una disminución relativa de un 18.45 %. Más aún, al valorar la incidencia del ingreso nacional bruto per cápita (PPA) de 18,653 dólares en el IDH, y comparar esta cifra con países de poblaciones similares a la nuestra y con igual o menor ingreso per cápita, deberíamos, por extrapolación, aspirar a un nivel de 0.814 puntos en el IDH, lo que nos ubicaría en un mejor posicionamiento, cercano al lugar 60.

La razón de estar calificados en el IDH con 0.766 se explica por los rezagos en el nivel educativo de la población dominicana, los altos niveles de desigualdad social y económica, la prevalencia de la pobreza e indigencia, las desigualdades territoriales, la alta informalidad laboral, los bajos ingresos salariales, el hacinamiento y las carencias en el acceso a servicios de agua y electricidad, sin olvidar las deficiencias en el sector salud.

Estos problemas reflejan graves retos estructurales en la sociedad dominicana, cuya superación implica más que acciones de carácter social y políticas sustentadas en transferencias de recursos monetarios y no monetarios. Si bien estas contribuyen a satisfacer ciertas necesidades de la población y a llevar a miles de personas de condición de pobreza a no pobres, se requieren políticas públicas y acciones que permitan desarrollar las fuerzas productivas, en el entendido de que el incremento y la dotación de mayores capacidades de la fuerza laboral mejora a su vez las condiciones de vida de la población.

Desde la aparición del ser humano, la evolución hacia estadios de mayor desarrollo de las civilizaciones solo ha ocurrido cuando las fuerzas productivas —entendidas como la fuerza laboral física e intelectual; los medios de producción (maquinarias, instalaciones, infraestructuras, sistemas computacionales y programas, procesos, materias primas); y los recursos naturales (tierra, ríos, bosques, minerales)— se han expandido como resultado del progreso científico, técnico y tecnológico. Este desarrollo de las fuerzas productivas ha permitido incrementar la producción de bienes y servicios, mejorando así las condiciones materiales y espirituales de las sociedades.

El rezago relativo de las fuerzas productivas en la República Dominicana se constata al analizar las estadísticas del Banco Central de la República Dominicana, referentes a la contribución de los sectores económicos al producto nacional, los niveles de productividad y la conformación, cualificación, remuneración y desempeño de la fuerza laboral actualmente ocupada.

Así, sustentado en indicadores de desempeño sectorial y laboral, se tiene que solo el 56.5 % de los ocupados en los diferentes sectores económicos son calificados, mientras que el 43.5 % de los ocupados en los sectores formales e informales no lo son. Los trabajadores calificados reciben el 69 % de los ingresos de la masa salarial, y los no calificados reciben el 31 %. Es decir, en gran medida, el PIB está formado por la contribución de fuerza laboral de baja cualificación.

En la relación participación en el ingreso total sobre participación de ocupados en los sectores económicos, se verifica un índice de 1.22 en la categoría de calificados, contrario al resultado de los no calificados, con una cifra de 0.71. Esto se explica al verificarse, entre otras categorías, que los no calificados representan el 17.6 % de los ocupados y reciben solo el 10.3 % de la masa salarial, mientras que los administradores, gerentes y profesionales, siendo el 11.4 % de los ocupados, reciben el 25.6 % del ingreso salarial.

Los sectores de servicios, comercio y construcción concentran el 74.8 % de los trabajadores no calificados respecto al total de estos. Es decir, sectores poco encadenados y de bajo valor agregado (excepto construcción) emplean una cantidad significativa de personas no cualificadas. El sector agrícola —a pesar de su alto encadenamiento productivo— apenas concentra el 7.8 % de los trabajadores calificados y el 6.0 % de los no calificados.

El comercio emplea el 20.3 % de los trabajadores calificados; la industria, el 18.2 %; transporte y comunicaciones, el 12.7 %; mientras que la administración pública, educación y salud agrupan el 27.9 %. El sector financiero, aunque requiere alta cualificación, emplea solo el 4.4 % de los ocupados.

Respecto al valor agregado por sector productivo, el sector agropecuario apenas aporta un 4.8 % del total agregado, con una participación de 7.1 % de los ocupados. El sector servicios aporta al valor agregado total un 66.2 %, ocupando el 74.1 % de la población ocupada. El sector industrial aporta un 29.0 %, con una participación en la población ocupada de 10.2 %. El sector construcción aporta el 14.1 % del valor agregado con una participación de 8.6 %.

En la relación Participación en el Valor Agregado/Participación en el total de ocupados, indicador de eficiencia, se tiene que el sector agropecuario muestra un 67.0 %; el sector industrial, un 285.5 %; y el sector servicios, un 89.3 %. Destaca el subsector Zona Franca, que participa en el valor agregado con apenas 3.4 %, ocupando el 3.9 % de los ocupados, para una relación de 86.0 %. El subsector comercio muestra una relación de 63.5 %.

De este análisis se puede colegir que la alta proporción de trabajadores no calificados limita el ingreso promedio de la población ocupada y reduce la capacidad de generación de valor agregado en muchos sectores productivos. Además, refleja el escaso valor añadido por persona ocupada en los sectores económicos preponderantes en la economía dominicana.

En este contexto de rezagos en la fuerza laboral, escasa productividad, sectores de escaso valor agregado, alta informalidad, altos niveles de ocupados no calificados y limitados ingresos laborales, la República Dominicana necesita desarrollar sus fuerzas productivas. De no hacerlo, los logros sociales y económicos podrían revertirse ante eventos fortuitos, coyunturales o naturales. Muestra de cuán frágiles pueden ser los avances sociales sustentados en programas asistencialistas es que, aunque mejoran ingresos y condiciones de vida, no garantizan sostenibilidad en el tiempo ni superación del atraso social.

El desarrollo de las fuerzas productivas, mediante el fortalecimiento del aparato productivo nacional y de la fuerza laboral, debe constituir el eje estratégico fundamental para alcanzar un crecimiento económico sostenible que reduzca al mínimo las vulnerabilidades estructurales de la economía dominicana, con la finalidad de elevar la calidad de vida de la población.

A modo de propuesta

Se identifican tres líneas de acción fundamentales:

  1. Incremento del valor agregado en los sectores productivos, mediante:
  • Diversificación de los sectores económicos, favoreciendo actividades altamente encadenadas y tecnificadas.

  • Integración vertical de las unidades productivas, reduciendo la dependencia de insumos importados.

  • Sostenimiento de la producción en sectores generadores de productos y servicios de alto valor añadido.

  1. Inversión en innovación y tecnología adaptable, mediante:
  • Aumento del gasto público y privado en investigación y desarrollo (I+D).

  • Fortalecimiento de incentivos para la adopción de tecnologías avanzadas.

  1. Competitividad de los sectores productivos, mediante:
  • Producción de bienes y servicios de alta calidad.

  • Mejora en la productividad de los factores de producción.

  • Empleo de fuerza laboral altamente cualificada.

Estos ejes estratégicos tienen un efecto multiplicador sobre la economía: promueven mayor demanda de trabajo calificado, reducen la informalidad, aumentan la calidad del empleo, estimulan el consumo interno, disminuyen la dependencia de importaciones y mejoran la balanza comercial.

A nivel macroeconómico, contribuyen a la resiliencia económica ante choques externos, diversifican la base productiva y generan condiciones para un incremento sostenido en la calidad de vida, consolidando un modelo de desarrollo inclusivo y competitivo.

En definitiva, el desarrollo productivo debe sustentarse en el valor añadido, la diferenciación de productos y servicios, y en el empleo de fuerza laboral cualificada, para garantizar mayores ingresos, mejor calidad de vida y sostenibilidad a largo plazo.

Bernardo Hiran Sánchez Melo, Ph.D.
El autor es economista.

Bernardo Hirán Sánchez Melo
Bernardo Hirán Sánchez Melo
El autor es economista

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